Los politicos

- Mi amor, cuánto cuesta esto? -
- Melisa, no mi amor -  respondo -  y añado : - no sé señor - .
El hombre me mira y dice : -Será que alguien sabe? Qué pasa en este lugar?.   -
- Seguramente alguien sabe, pero tiene que esperar - le digo, mientras apilo unos libros junto a otros.

Son tres hombres, políticos me dicen después cuando se han ido.  Soy absolutamente ignorante acerca de las personalidades, no reconozco ni a los actores de la televisión ni a los que controlan este país, sé que es una falla pero lo prefiero así, es una escogencia personal, que me ha llevado a ofrecerle al autor su propio libro, o a un cineasta su propio dvd, sin embargo creo que la ignorancia escogida es mejor que la ignorancia no escogida, por esto es que ésta se manifiesta espontáneamente ante estos personajes, políticos del congreso, que me llaman mi amor.
Me río internamente, imagino que deben ser señores a los que se les llama, señor concejal, señor presidente, doctor o patrón.  Pero a mí me gusta llamar a la gente por su nombre a pesar que tengo un defecto genético de grabación cerebral equivocada y termino por decir otro nombre diferente.  Los apodos me gustan más son más cercanos y siempre tienen cariño,  por ésto a éstos los llamo los políticos.

Los políticos y yo no tenemos nada en común, tan sólo el mismo piso que tocamos.  Sus movimientos son bruscos y quienes creen que controlan, a la larga en un espacio como la librería, se dan cuenta que ni siquiera controlan sus nervios, pues poco a poco se impacientan de la no eficacidad.   Al llegar los políticos, ningún librero quiere moverse, es más todo se vuelve lento, es algo malvado lo acepto, pero hacemos todo lo posible para que se desesperen.  No sé muy bien porque hacemos eso, si es por el placer nuestro de ignorarlos mientras ellos gritan que se les atiendan, o quizás porque sabemos que no vienen a la librería por los libreros o los libros, sino como escenario donde uno de ellos le puede mostrar a los otros lo grande que es diciendo títulos y autores.

Yo digo títulos y autores a diario pero reconozco la mayoría de veces que no he podido leerlos, pero ellos dicen haber leído todo.  Los políticos se van ese día un poco rabiosos y pienso que en las leyes del marketing, es mejor perder a un cliente que es cansón que perder el tiempo con ellos. Así que el silencio entre ellos y yo, los hace ir y me digo, al fin al cabo si la politica me afectara quizás les diría algo amable, pero no importa que títere esté en el poder , seguiré trabajando igual y con el mismo empeño.  Y seguramente si ellos, me pidieran gentilmente un favor, seguro se los haría con gusto sin importar ¿?
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El judio tacaño y el rico ladrón

El título parece abrupto.  Hablo de religión y hablo de personas de una religión de forma despectiva; hablo de una capa social y de un descriptivo no adecuado.  Pero lo afirmo, porque es cierto.

Muchas veces, por no decir que casi todas, las personas piden descuento .  A quien se le ocurriría llegar a Harrod´s en Londres, o al Corte Inglés en Madrid, o a la FNAC en Paris, o a Dior en Nueva York, y decirle a la persona en la caja registradora de dinero - "No me hace un descuento, por ser fiel cliente?" Cómo si los precios no fueran reales, las cosas cuestan y por algo se ponen precios en ellas, y por lo tanto se paga en dinero lo que dice.  Pero no, parece que es sencillamente una maña colombiana de pedir "el descuentico".el ahorro del centavo para ser gastado luego.

Así que he puesto un letrero en la caja que dice "No se  hacen descuentos pero se aceptan donaciones".  Se han reducido en un 50% los pedidos de descuento pero, no se han llegado a las donaciones, lo cual sería grato.  

Porque el dinero si existe en los bolsillos de los paseantes de la librería.

Él, es un hombre quien creyó ser amigo de la librería, por eso pasaba una vez por semana, y hablando en confianza contaba su vida, hablaba de lo bien que estaban sus hijos en el extranjero, de lo bien que le iba, los negocios, las riquezas y la familia.  Este hombre de origen judío pregunto un día si era posible comprar unos libros y pagarlos la semana siguiente, lo que en Colombia tiene un verbo preciso, "FIAR".  No existe en los idiomas que conozco una traducción exacta del verbo fia, es más se traduce como pagar a crédito, es decir luego, cuanto tenga  como pagar.  Fiar, también es confiar, por eso uno de no debe fiarse de los personajes que dicen que pagarán, pues sencillamente no lo hacen.  Así que nuestro frecuente judío tacaño después de un año se llevo 4 libros fiados, y no compro nada, y hoy después de un año ha pagado tan sólo 2, pero es cierto que ahora que sabe que debe, no se aparece tan seguido y más bien tan sólo pregunta precios de otros libros, y dice que volverá cuando no olvide su tarjeta.

Pero no sé que es peor la tacañería o los ladrones.  Quizás los ladrones hacen más daño, pues los tacaños, no compran y hacen perder tiempo, pero los ladrones tampoco compran y también hacen perder tiempo y además se pierden los libros que llevan en sus bolsillos traseros de grandes chaquetas.

El rico ladrón, es un hombre reconocido, es un ladrón de libros de editoriales costosas.  Es tan aficionado a los libros, que si el libro no está lo pide directamente a la distribuidora.  Lo lamentable es que a pesar de ser un buen tipo se roba los libros, pues él rico ladrón tiene igual que el judío tacaño, mucho, mucho dinero, quizás el suficiente para construirse una librería de 5 pisos.  Por eso he puesto otro letrero que dice "No se regale libros sin pagar por favor".
  
Debido a lo anterior ha llegado nuestro nuevo sistema de seguridad y sus calcomanías del futuro que pitan cada vez que alguien entra o sale, lo que ha convertido la librería en una caja fuerte, con la diferencia que ahora Paganini se oye con una interferencia que hace beeep beeep, y la consecuente pregunta de : "_Tiene algún libro allí adentro señor?".

A todas estas, es triste no poder tener una librería a puerta abierta, como dicen algunos "eso será en otras culturas", pero ahora que todo está etiquetado por un código de barras, el miedo de ser atrapado por un beeep beeep, hace que la gente se comporte como debe ser: No pido descuentos en precios fijos y no me robo libros, aunque sería bonito que hicieran una donación para cambiar el ruido del beeep beeep del pito de la entrada.
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Ser escritora

15 días ya han pasado, sin que haya publicado.  Virgina Woolf decía que una mujer que desee escribir necesita tan sólo un cuarto propio y dinero.  Tengo lo primero pero no lo segundo pero eso no me impide que la módica suma de un trabajo físico remunerado por horas no sea recompesada por algo más valioso que el dinero, como son las historias y los encuentros a los que el destino deja que yo me acerque o más bien que éstos se acerquen a mí en la librería.

Por 1.25 céntimos de euro se calcula mi pago por hora en la librería, 2 dólares, o 4.000 pesos, lo que hace que el cuarto de hora sea, más o menos 0.30 euros, 0.5 dólar o 1.000 pesos, lo que lleva a que el minuto sea a menos de 0.02 euros, moneda que ni siquiera existe ,0.0333 de dólar , o 66.67 pesos colombianos.  Sin dejar atrás, que los céntimos de euros, nos permiten a los libreros almorzar una pequeña merienda, mientras todos juntos alrededor de una sopa, sabemos que nosotros, los libreros, estamos en vía de extinción y por lo tanto en tiempos de guerra, las raciones entre amigos saben mejor.

Pero he descubierto que estas sumas y restas de minutos no se comparan al valor de poder hacer a la gente feliz, pues escoger ese libro que hace sonreír al destinatario, al servir una taza de café con gusto, al intentar una forma de corazón en un cappuccino para dos enamorados, al mover toda la sección de ciencia en 15 minutos y armarla en unos 30 minutos más, al dejar que al final del día mis uñas llenas de polvo se escondan dentro de los bolsillos al saludar a gente distinguida en una exposición nocturna, o al sencillo hecho de poder compartir mi vida en un trabajo que sencillamente no tiene precio, me hace ser feliz y me hace sentir que escribo por un motivo.

Pues el ser librero, es ser escritor, y por eso a pesar que han pasado quince días, escribo. Años después leeré y saborearé esta linda tarea que practico a mis 27 años.  Me han dicho el otro día,: - Estás desperdiciando tus años de actividad productiva.  

Es curioso cómo parece ser tan extraño para el resto del mundo una persona que sobreviva por sus propios medios, escogiendo lo que realmente quiere hacer.  No creo que desperdicie mi vida, al contrario, la humildad y la nobleza de este trabajo me hace ser una mejor persona, pues cuando voy a otro sitio y veo las capas sociales de nuestro país, reconozco el cansancio del otro en mi espalda cuando amablemente me trae un plato de carppaccio.  

Si muchos entre nosotros, realizáramos un trabajo no remunerado "como se debe" a nivel económico, el mundo andaría mejor.  Pues si todos de forma pasiva esperamos a que nuestro trabajo sea justificado en números y no sentimos la satisfacción de realizar un trabajo sencillo y bien hecho cómo el levantar una caja, pero levantarla bien no aprendemos que a veces el dinero no lo es todo, y le digo no a Virgina Woolf, una mujer no necesita de un cuarto propio y dinero para ser escritora, tan sólo necesita un poco de silencio y algunos cigarrillos, por los menos los que queden, no un número exacto. 
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El matrimonio fatal del amor

Está bien, he de confesar que desde mi temprana edad, mi mamá insistía en las reuniones familiares: - Yo nunca la veré a ella, vestida de blanco.  Sí, considero que el fiasco de los matrimonios a mi alrededor me hizo perder la ilusión del amor eterno rodeado por grandes e ilustres miembros familiares y amigos quienes reunidos, alzarían una copa de champaña, de la que tanto trabajo había costado decidir que etiqueta se vería mejor, y festejarían todos gritando: "por los novios", y entre esos dos novios, estaría yo vestida como blanca y pura paloma. 

Seguro el amor no es para mí me dije desde siempre, por lo menos no el amor que se viste de frac y de vestido de encajes, y que esconde la tradición de parecer que es eterno y que siempre se llevará dentro del corazón. Insisto que el amor es tan sólo el presente, y si se tiene en cuenta eso, se podrá pensar que el futuro traerá nuevos presentes, pero el presente no es el futuro, como muchos los proyectan al aceptar al frente de todo un público testigo: Sí, te amo y seré siempre tuya.

Ahora bien, créanlo o no, la librería tiene un espacio de 60 metros cuadrados dentro de los cuales transitables serán si acaso, unos 10 metros.  Pero parece ser que el amor cabe por todas partes y por eso, en una noche de viernes un poco lluviosa, dos personas contrajeron matrimonio la librería.  Pero para llegar a esto, tendré que ser gentil con el lector y explicar quienes fueron los autores de este fatal matrimonio de amor.

Él.

Mucha gente de mi familia, bajo sus críticas sobre "Qué haces con tu vida como librera? ", y agregan: - "Quieres ser acaso una muerta de hambre siendo una bohemia?, en el mundo corporativo está el futuro y el dinero, no en los libros".  A lo que respondo: Yo de bohemia no tengo nada, ni siquiera el sonido cliché del bohemio, pues creo que detrás de mi Mac, ejecutando scripts durante la noche para mi otro trabajo, aquel que trae los números grandes a mis finanzas, no es una actividad del todo bohemia pero ellos insisten, así que para describir al bohemio o falso bohemio que el imaginario colectivo de algunos miembros de mi familia tienen, lo describo a él: el novio.

El novio es filósofo, y ha encontrado una religión: la literatura, y ha encontrado un dios: Spinoza, un espíritu santo: Bolaño, una virgen María: la dueña de la librería y ha encontrado un templo: la librería.  Por eso mismo, al ritmo en el que él transita en su vida, porque los bohemios transitan de manera pausada y casi como unos grandes psicóticos que aparentan ser normales al tomar un café, pero de quienes el resto del mundo ignora que dentro de sus mentes vacilan muchos personajes que le hablan jalándole los pelos desde el cráneo.  Él, el novio, es aburrido, yo personalmente no soporto cuando alguien necesita evangelizar a los otros, y menos aún cuando los involucra en sus ritos.  

Un día ya saliendo de la librería, la librera me toma de la mano y me dice que si me quedo para leer en voz alta el texto de este filósofo bohemio, el futuro esposo, ha preparado esta noche para una tertulia.  A veces, creo que pago mis karmas a diario, quizás el karma de haber puesto durante un viaje entero a música protesta en el carro y haber obligado a otros a oír estas voces incomprendidas del mundo del cono sur, que todos odiaban y yo amaba.

Igualmente esa noche colaboré leyendo en voz alta el texto de su obra de teatro donde el bohemio acompañado de sus amigos cercanos convierte a los libreros de turno en cómplices de sus textos suicidas.

Tratando de escapar de la obra, la librera me atrapa y me dice –
-Él, quiere realizar su matrimonio en la librería, que tal te parece? - simpático no? Absurdo,- respondo, pero siempre es bueno lo absurdo, sale de lo normal y eso está bien.
Así que el día anunciado por la noche, entre nuestros 60 metros cuadrados y toneladas de libros, movemos las mesas y ponemos las rosas, para esperar a la linda pareja que piensa casarse bajo el templo consagrado de todos los autores y mentores de su vida.  

Ahora explicaré quien es la novia.

Ella.

Ella es una muchacha hermosa, de gran gracia, pero perdida en el amor ha refundido su sentido en común al no darse cuenta que el filósofo bohemio la ha embaucado en el mundo perdido de las letras sin fundamento bajo la filosofía que del amor vive el hombre, a lo que me dan ganas de adjuntar y … no sólo de caviar ,como el gran libro policial de suspenso de los años 30.  De esta misma forma, esta joven, raza blanca, acepta de la mano de este filosofo bohemio, el compromiso de contraer matrimonio en el templo de éste, donde ella ocasionalmente va a acompañarlo en sus tertulias, y donde lo mira desde lo lejos diciendo, este es mi hombre, este es mi poeta.

El ritual.

Sin más ni menos, los novios, de forma casi cómica y absurda como un viejo film del adorado Keaton, entran a la librería el día de su matrimonio vestidos a la usanza de los años 30, y detrás de ellos toda una familia que tenía más cara de entierro que de felicidad.  Cada miembro familiar y cada amigo se acomodan en los 30 centímetros cuadrados que le corresponden y se sientan a ver lo que sería para ellos peor que la guillotina para Ana Bolena, quien al fin al cabo, había proclamado su amor por el Rey a pesar de su cabeza, pero aquí la cabeza de la novia ya está perdida, y su nuevo esposo es su Rey intelectual y sentimental.

La familia no sonríe, en realidad nadie sonríe, ni siquiera los novios, que no soportan ver que nadie sonría salvo los libreros que mueven cosas e intentan que todos estén cómodos.

Una situación tan ridícula como pretender que en un entierro el muerto se sienta confortable en su ataúd poniendo una almohada debajo de su cuello, un poco más alta para que pueda ver a los invitados.

La ceremonia.

Todo empieza y todos desean que termine lo más pronto posible.  El novio recita, la novia canta sus versos, nadie entiende nada y en los momentos de silencio en los que se debería aplaudir, nadie aplaude.  Luego de una hora de proclamar su amor bajo los ritmos de las rimas y una proyección en video, tres personajes, amigos íntimos del novio se levantan, y hacen una representación cómica con sombreros prestados a última hora.  Mientras el show continua, la madre entra en lágrimas, lágrimas internas, pues la frigidez de esta mujer no logra ocultar su dolor al ver a su hija, quien con un vestido rojo español y una flor plástica en la cabeza se dirige a su esposo como "el poeta", así que en lugar de demostrar lo que siente la madre de la esposa se preocupa por las mortadelas calcinadas por el calor y por los quesos derretidos en las bandejas de cartón.  
 
El padre presente pero ausente, tan sólo prefiere pensar y el resto del público degusta el vino y todos a su alrededor en los 10 metros disponibles prefieren no hablar del tema, ni de lo ocurrido, ni de cómo dos personas bajo la excusa del intelecto, definen el amor bajo las leyes de escritores muertos, donde el azar y el destino es la excusa para que el ridículo sea justificado.
Engañados todos, hasta nosotros, el matrimonio termina con la fuga de los novios quienes ni siquiera se quedan a recoger el desorden causado por su actuación donde, como mercaderes, vendieron un espectáculo y una vez finalizado se fueron a amarse hasta el amanecer.

Al día siguiente, se respiraba en la librería el sentimiento que el amor no es verdadero, sobre todo cuando ante la tragedia de la familia de la novia, los libreros reían detrás, confesándose los unos a los otros, que fuimos más locos nosotros en permitir semejante desorden que los novios quienes nos confiaron su ritual, sin pago alguno, y dejaron su templo adorado en un total caos.

Como dice un librero, era una plaza de mercado de Marrakech, donde encantadores de serpientes, se aprovecharon de nuestra buena voluntad.  Y aprendiendo de esto, se concluye, no "esperamos que el matrimonio sea para siempre", sino "esperamos que no vuelvan a haber matrimonios como éste", aunque suene en rima, como los versos que ella cantaba a él, su poeta -esposo.
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El calentamiento del planeta

Es un señor demasiado serio, su cuerpo es amplio y su alta estatura lo hacen ver como un gran señor de otros tiempos quien al entrar por la estrecha puerta de la librería, me entrega su bastón mientras él pausadamente se quita su abrigo y su sombrero.

Desde que llega, hacía ya algunos meses que no andaba por esta ciudad, me pregunta mi nombre, y me estrecha la mano.  Me pregunta además, que recorrido he hecho en la vida, y mi historia, la cual le parece absurda, le hace sonreír y me dice:

  - Sabes, uno debe hacer lo que lo haga a uno ser feliz, sino uno se pudre por dentro, y es ahí cuando se va muriendo, la gente no se muere por morirse sino porque se ha podrido por pedacitos desde siempre.

- Igual que el planeta, añade, - el planeta se está pudriendo y como ahora nadie le interesa pues se anda muriendo.

La trágica situación de nuestro planeta dada la acumulación de las consecuencias históricas del haber perdido la noción y el sentido de la ecología hace, en parte, que olvidemos la necesidad de concientizarnos del problema real ; sin embargo, creo que mucha gente piensa que tomar en cuenta unas opiniones de alerta sobre la seguridad planetaria puede parecer absurdo, pues nadie ve el peligro inminente que se abalanzará como un tsunami en algunos años y que seguramente como dice este hombre mayor "tendrá consecuencias, imposibles de restaurar".
 
Así que de forma, puntual me dice, - Tráigame todos los libros de recalentamiento global -. Buscando encuentro algunos pero no los suficientes para calmar su apetito el mismo con que devora los 3 merengues que le entrego con su tinto.   Sentado y pensativo pasa una hora calmada, al ritmo del blues parisino, un gran cd que ponemos siempre que necesitamos ánimo. 

Mientras baja sus anteojos de forma lenta, me dice - Yo soy el fundador, de la primera comunidad útopica autosostenible, absolutamente ecológica que logra reconstruir la ciudad amada donde todos tienen derecho al conocimiento y a la naturaleza. No son una sociedad ecológica a la manera de salvaguardar el ecosistema sino que permite además crear que sus recursos sean más y mejor usados.
Me dice el gran hombre interesado en el calentamiento global, quien en algunos 30 años ya quizás no esté en este planeta, que siempre le tenga a la mano cuando llegue lo mejor que haya llegado del tema.  Saca de la bolsa, los libros que ha pedido que le trajéramos de los Estados Unidos, sobre su comunidad utópica, de la que curiosamente poco se oye hablar en este país, pero que es famosa en el exterior, y a donde grandes científicos traen a sus discípulos para que sean testigos de este acontecimiento que lleva ya casi 40 años y que ha sido realizado gracias al hombre que tengo enfrente.
 
Me lee un fragmento que dice así:
-Quien no sueña, ya se durmió".  Me sonríe y me dice un gentil hasta pronto, y - haga la tarea, señorita - .

Afirmo con la cabeza, y cerrando la puerta detrás de él, sueño que me encantaría tener una librería donde nunca faltara ningún libro que la gente necesite y en donde que siempre haya nuevos libros que puedan ser descubiertos.
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La página que falta

La página que le falta a Pablo.

El joven lector llega después de clase con su padre, quien con una sonrisa simpática y casi maliciosa, lo ha traído a la librería con la intención de que su joven hijo, tome un libro para leer esa noche en casa. Su padre, un gran lector quien siempre lleva amigos cercanos a conocer la librería en la hora del almuerzo, me dice de forma cordial:

- Muestra todo lo que tengas de literatura para jóvenes, como él. 

El pequeño niño, aún con su uniforme estudiantil, me mira como si yo fuera un gigante que detrás de su delantal se sienta a su lado, y le empieza a mostrar todos los libros de color azul que en la parte de atrás dicen 8 años.

Él sentado en una silla acorde a su estatura, me mira, y poco a poco empieza seleccionar sus libros, pasa más de una hora mirando algunos, señalando otros me dice que ya los ha leído, y que algunos fueron buenos y otros muy, muy aburridos, así que ahora duda entre dos obras maestras: "La maliciosa personalidad de Esteban" y "Juan el cuchillas".  

Tomando una decisión seria que lo se asemeja a su padre, quien a su vez nos mira desde lo alto, como quien observa cómo su patrimonio genético al igual que él se convierte poco a poco en un gran lector pues ya tiene suficiente juicio para saber desechar unos libros y preferir otros.

Al día siguiente el padre vuelve con el libro de "La maliciosa personalidad de Esteban" y al verlo con el libro en la mano, le pregunto - Ha pasado algo?

Consternado, me mira, y me dice - Sí, mi hijo te manda a decir: "Dile a la librera que le falta una página al libro, que si por favor me lo escribe a mano así sea el final del capítulo para poder terminarlo".  

Decepcionada, con el libro devuelto defectuoso en mis manos, digo que intentaré conseguirle una copia. Todo el día me quedo pensativa con el pequeño libro de letras grandes imaginándome al pequeño lector quien, con su piyama ya puesta( ) y seguramente triste fue al cuarto de los papás, con el libro en su mano diciendo,: - Hace falta una página, la página clave.

Las editoriales no responden y mi búsqueda del libro parece fallida, así que decido escribir yo misma el final del capítulo. De manera neutra no cuento mucho y no afirmo nada, para que sencillamente el capítulo pueda pasar sin transcendencia.

Días después encuentro a su padre, quien me da las gracias, y me pregunta

-Te acuerdas cuál fue el otro libro que Pablo había dudado en escoger?
-Claro le contesto – Juan el Cuchillas!

-Me lo llevo- responde el padre con una sonrisa agradable.

Al salir, recordé como a los 8 años de edad, al igual que el pequeño lector, tomaba esos libros en mis manos y comenzaba a ver cómo el mundo era distinto cuando se imagina que cuando se observa al natural, porque cuando hace falta una página, quizás debamos imaginarla, e inventar el final de la historia, pues nadie sabrá que hemos dicho pequeñas mentiras piadosas, para continuar una historia y dejar feliz a un pequeño lector.
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El mundo del horror.

El librero es una persona que reconoce que la verdad para cada cual es única y sus gustos están relacionados tan sólo por su propia identidad y por lo tanto todos en este planeta tienen derecho a ser como son y más si se trata de libros, donde la personalidad de cada cual se va forjando con las lecturas.  

Los libros son un vicio sano mientras no sean excusa de matanzas y asesinatos contra la misma humanidad, sin embargo, no estoy de acuerdo en afirmar que los libros son los causantes de éstos, creo que es más el contexto socio cultural y económico, influenciado por las tendencias históricas, el que crea de manera circunstancial, a esos personajes, que con la excusa de unas letras impresas realizan casos horrendos y de gran lamentación para el mundo.  Pero insisto no son los libros o sus autores, son sencillamente los lectores.

El librero sabe que muchas veces entrega a los compradores de libros, libros que quizás nunca estarían en su mesa de noche, pero la libertad conlleva el aceptar que todo el mundo es diferente y no como uno quisiera que el mundo fuera.
  
Ella es una niña de unos quince años tímida, que viste de negro y mira de reojo con temor y rabia su entorno, pero con la misma actitud como si entrara a un templo: silenciosa y casi sin hacerse notar, pide de manera pausada pero segura, dos libros: Meridiano de Sangre y los Diarios Satánicos de Lord Byron.

Con una mirada penetrante y casi llena de dolor, nos mira como si pensara que la fuéramos a juzgar mal dada la firmeza con que nombra sus libros y la manera de tomarlos en sus manos de forma magnética, como embrujada, como si se tratara de algo grave; sin   embargo, sus gustos por estas dos novelas históricas que tienen más escandaloso su título que su contenido, no nos causa impresión.  

Un poco más en confianza, al no sentirse juzgada, mira los precio y me dice que llevará los dos.  
Entonces me levanto y le entrego el libro El Horror según Lovecraft, y le digo:- Si te interesa este género, seguramente te gustará éste -.  Encantada al sentirse en confianza mira con precaución y lo toma en sus manos, mientras hojea de forma rápida algunos cuentos.  
La dejo un rato para que lo mire con calma.

No me causa sorpresa alguna que una joven de su edad este buscando sangre y matanzas en los libros, pienso que quizás en la literatura encuentre una respuesta a sus problemas de adolescencia, y agrego para mí misma, esto no significa que si mañana se encuentra un asesinato registrado en un periódico amarillista o un suicidio inducidos por la lectura de dos libros, sea algo bueno, pero estoy segura que esta niña encontró en el librero, la aceptación de ser como es sin ser juzgada y eso hace bien.

Al pagar los libros escogidos, mira con nostalgia la carátula de Lovecraft, y dice que cuando termine los otros dos vendrá por este, y agradece con una dulce sonrisa de niña que detrás de su pelo negro y largo y sus uñas de múltiples colores mordidas en los días en el colegio, sale guardando los libros en su maleta sabiendo que adentro lleva algo que la hace ser feliz : historias de malvados, y villanos, llenos de sangre y pasión.  

El mundo del horror no se encuentra dentro de los pequeños adolescentes que se enfrentan al mundo, se encuentra en esos adultos que les hacen la vida imposible, y que desconocen lo que leen a escondidas durante la noche.
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