Las 54 leyes para aplastar a su enemigo.

Existen libros a los que llamamos los "libros terribles".  Son aquellos que las editoriales envían con la intención de embrutecer a los lectores, debido a la gran tendencia hacia los libros de autoayuda o superación personal.  Es más, hace poco buscando sobre este tema, investigando el por qué realmente la gente los solicita y el interés de descubrir temas tales como, el tamtra "La filosofía del yoga en el sexo” (para durar más, sentir más y ser simplemente más), el fenómeno de Cómo hacerse gerente en 90 días y ser rico (para durar más, tener más y ser simplemente más); la necesidad de los libros de dietas para todo tipo: "Cómo hacer dieta sin dolor", (para durar más, adelgazar más y ser simplemente más), encontré que existen programas de computador para crear este tipo de textos, no de literatura, ni de ensayos, ni de crónicas, sino de simples palabras resumidas en capítulos, que por su formato se hacen llamar libros, pero para nosotros los libreros pertenecen a la categoría de los ‘’terribles".

Entra una mujer delgadísima, tan delgada que sus huesos de la cadera, dejan ver a través de su pantalón pegado que la anorexia es evidente en este mundo de imágenes de mujeres flacas; pero esta mujer es delgada por convicción, por el deseo de ser como las otras.  La misma resolución que la lleva a decirle al peluquero que la vuelva "mona".  Gringa en su actitud, con zapatos de tacón y sastre color dorado, irrumpe en la noche diciendo: - Quiero el libro de "Las 54 leyes para aplastar a su enemigo."

La mujer espera mientras una de las libreras dice: -Búscame en los libros terribles este título. Al bajar el libro que curiosamente tiene más palabras y texto que muchos de los otros grandes libros valiosos, se lo entrego a la mujer, quien alegre me dice :-Éste es el libro que tiene el querido presidente de la República, en su mesa de noche-.  

Le preguntó si es para ella.  Dando una carcajada hacia lo alto, me dice: -No es para un regalo para un amigo a quien “le caerá justo al dedo".  

El título de este libro terrible, es absolutamente genial.  Me pregunto cómo es posible que se creen leyes para "aplastar".  Uno aplasta cosas, tipo "aplaste mis gafas porque no las tenía puestas y me he sentado encima".  "Aplasté mi ropa dentro de la maleta porque no me cabía".   "Aplasté un merengue que se cayó al suelo", pero "aplastar" al enemigo, se me hace curiosamente excitante pensar que no sólo es posible, sino que existen leyes, y que son tan sólo 54.
  
Mientras empaco el libro , oigo las repetitivas palabras de la cliente que asegura dice que le será de gran ayuda a su amigo – y reitera que el mismísimo señor presidente, lo tiene siempre junto a la Biblia y a su despertador en su mesita de noche de la casa presidencial - y me digo que debe ser extraño para ese pobre hombre, quien reinando en un caballo de mentiras de este país, por las noches cuando está solo, quizás en posición fetal, en ese momento íntimo junto a su almohada donde es un pequeño humano y en el que sabe que el hombre es un ser indefenso se pregunta :-Qué diablos hago yo metido en esta casa presidencial mientras su cabeza le dice, que debe leer la ley 34 del libro blanco con rojo, en vez del verso 34 de un poema de un hombre como Jattin que quizás le sea de un poco más ayuda.

El libro para ayudar al lector tiene en su portada la enumeración de las leyes en grandes caracteres… alcanzo a recordar algunas, para aplastar a su enemigo "sea indiferente", "hágase indispensable para algunos, inútil para otros", "no tenga amigos", "nunca diga la verdad", "haga todo a medias"...  Me detengo y la miro, pienso en Fahrenheit 451 (343), el libro de Bradbury? y digo debería haber más bomberos pirómanos, pero éstos deberían quemar los libros terribles, y más si están en mesas de noche de gente que tiene el poder de fabricarlos.
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La libreria

Ha pasado casi un mes en el que he dejado de escribir reseñas sobre los personajes que he conocido .He tenido la oportunidad, después de casi un mes de dejar de escribir sin crear ninguna reseña sobre los personajes que he conocido.  Sin embargo, este tiempo de pausa pues lo he creído necesario,me ha permitido (en) leer durante las noches, pensar en mis días y descubrir que muchas veces a través de la literatura que entrego muchas veces en mis manos a personas que la necesitan más que yo. 

Por este motivo, decidí parar unas semanas, para tomar aire, mirar de nuevo y convencerme que ésto tiene un sentido.  Ahora vuelvo, tomando mis pequeños post- it, en la pared de mi habitación, donde han quedado las pequeñas historias anotadas de manera rápida antes de continuar mi siguiente jornada como librera.

Aprovecho esta ocasión para volver a hablar del término librero.  Este término ahora lo uso con más propiedad.  

Me preguntan:  - ¿A que te dedicas? y respondo con orgullo: - soy librera.  

La inmediata reacción de las personas es decirme - ¿Qué quiere decir?  Vendes libros... y yo aclaro : - Ser librero es saber que los libros necesitan a las personas de igual forma que las personas los necesitan.  Por eso, no soy una simple vendedora, detrás de un counter de dinero (porque a veces el dinero es escaso en las ventas del librero, por no decir muchas), y los libros no aparecen por un pequeño ascensor cuando la persona los nombra. Ser librero es saber escuchar un poco más allá del enunciado del libro, ser librero es saber que cada persona entra a la librería siempre por alguna razón más que la de llevarse un libro.  

Muchos llegan por el librero, pues sabe que él siempre estará ahí.

Describir la librería es una tarea difícil.  Creo que aún no estoy del todo preparada para enseñarle al lector este mágico lugar donde las cosas aparecen y desaparecen, sin embargo voy a
tomar el intento de hacerlo.

La mayoría de las personas que entran a la librería (Cuando se entra a la librería, la gente, en su mayoría, siempre) se siente asombrada bajo la intimidante (forma de la) disposición desordenada, pero coherente, en la que se encuentran los libros.  Hay frases de los libreros con los que trabajo que adoro, hoy oí de nuevo una muy familiar : - No se encontró, lo sentimos.-  Y es un hecho, eso pasa, los libros parecen a veces esconderse, como si fueran seres, pequeños duendes que cuando los solicitan y desean irse (a su casa) saltan a los ojos del librero y éste los ve y los lleva orgulloso a las manos del cliente.  Pero hay otros, que se esconden tan bien que se pierden (terminan perdidos) y luego de unas semanas, se oye como alguno de nosotros decimos en voz alta : -Dónde diablos estaba metido el libro del recalentamiento global, mírenlo apareció aquí.-
Por este motivo, es común escuchar: -Saben? en la librería hay algunos que dicen: - He escarbado, y he encontrado un par de joyas".
  
Lo bonito de ser librero, es saber que cada persona tiene sus propias inquietudes, miedos, traumas y recuerdos.  De esta forma  la mejor conversación se descubre cuando la sinceridad de asumir la preferencia por un tema o por un autor tiene respuesta en un librero atento, que al oír, puede dar una respuesta.  Sobre todo cuando se repite la frase de "no se encontró" el librero debe poder decir, -no se encontró, seguro es por algo, pero aquí hay otro que es mejor para usted."

El librero es un hombre feliz y ríe más seguido de lo que aparenta, porque sencillamente en ese universo con olor a libro, se respira cariño por cada pequeño detalle.  Y en la noche, el librero siente que hizo un buen trabajo.
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Rinrín Renacuajo

Esta abuelita, es una abuelita viajera. Sus hijos ya todos casados con europeos, han tenido nietos a los que ella, sólo dos veces al año va a visitar. Ellos pocas veces han venido a Colombia. Por eso desde la ventana, veo una pequeña cabeza, que salta detras del letrero de "por favor toque la puerta". Debido a los problemas financieros de la librería, no se tiene un sistema de seguridad óptimo, la gente cree que esta cerrada siempre porque ven una puerta cerrada, sin embargo mucha gente ya no lee, y si no es una puerta automática que se abre a sus pies, se les olvida que hacer un sencillo "toc-toc" abre puertas.

Así que la veo saltar desde la calle, y le abro la puerta. Ella es muy pequeña, ya está en la edad para caminar despacio y de cargar sus años bajo la joroba que sobre sale. Sin embargo, es una abuelita de alta costumbre bogotana, viste los zapatos combinados del color de su cartera, y su blusa es un color neutro beige entre su falda café y su saco igualmente café.

Sonriente dice que viene por los regalos que va a llevar a Barcelona. Me pide, tomándome del brazo, casi como si yo fuera un gigante, que la lleve al segundo piso donde esta la sección infantil. Aprentándome el brazo con sus uñas pintadas, me dice que tiene un nuevo nieto y que quiere contarle historias para antes de dormir.

Una vez arriba, le digo que se siente, y le saco una colección de libros. A veces, el librero sabe que es lo que quiere la persona que pide el libro, sin embargo como en este caso, sabe que la abuelita a venido con la excusa de comprar un regalo pero también de quedarse un rato mirando libros. Así que saco muchos libros que sé en el fondo no le van a gustar. Luego en el quinto libro, le entrego en sus manos el libro de Rafael Pombo, de sus fabulas ilustradas, donde ella, inmediatamente reconoce, que "esto es lo que he buscado". Sonriente, me dice, Rafael era un genio, yo siempre lo amé y me se todas sus fábulas.

Al bajar, me dice que si llevo yo el libro mientras ella me coje del brazo. Bajamos juntas, despacio, no hay afán y ella esta feliz. Mientras empaco su regalo para su nieto catalán, se sienta en una silla alta, y mientras mueve sus pies en el aire como un niño se queda cantando un rato la fabula de rin rin renacuajo, que dice así: "El hijo de rana, Rinrín renacuajo, salió esta mañana muy tieso y muy majo". Al igual que la fabula ella era una abuelita muy maja, pues había comprado un libro que en Barcelona, no necesitaría de sus gafas para leerlo a su nieto, pues ya conocía las palabras desde el fondo de su corazón.
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El poeta ladrón

Existe un personaje que es muy curioso. Su historia es oscura y su forma de actuar parece ser un tanto esquizofrénica. Sin embargo, existe una cierta coherencia en su forma de hablar cuando en voz alta y de forma segura expone sus comentarios sobre la economía mundial y el problema de la expansión de los comercios.

El acepta que es un ladrón de libros. Lo ha sido desde siempre, desde que tiene recuerdos, puesto que su interés ha sido siempre conocer más. No obtiene ningún beneficio económico para llenarse los bolsillos de tarjetas de plástico de crédito, pues no posee dirección alguna. El es un nómada lector, de librerias y bibliotecas.

Acepta en voz alta diciendo: - Lo sé, ustedes saben que soy un ladrón en otras librerias, pero acá, nunca robaría, porque robarles a ustedes no tendría perdón. - mirando hacia el techo continúa diciendo - soy ladrón y siempre lo seré, pero acá ustedes siempre me sonríen y creen que uno puedo cambiar cuando sabe que va a ser mal.

Todos reímos, pues cada vez que habla, es como si la inspiración le llegará y alguien le susurrara al oído para decirle las palabras correctas. Por eso me gusta llamarlo el poeta ladrón, pues tiene un alma de poeta vagabundo y un atuendo de ladrón.

Me abraza fuerte y me dice: - Usted me ha caído bien, siento que usted es amable y además me sonríe y a mi muy poca gente me sonríe es más se asustan cuando ando por el lado de ellos en la calle. Así que afirmo, y le digo que - a mi tambien me gusta que usted sonría. Quiere un café? le pregunto de forma casual. El me responde, poniendo un brazo en su estomago y dando una venia, hacia mí, diciendo es usted muy amable.

Al entrar a la barra de café, que cabe anotar, no antes descrito esta invadida por tantos libros que los clientes de la librería olvidan que allí adentro donde el café se hace, los milímetros para
poner las pequeñas colaciones y la taza son ínfimos, tan exactos que basta con que alguien mueva un libro para que todo se caiga.

De esta forma, me asomo y le pregunto al poeta ladrón que si quiere acompañar el café con un churro. Acepta encantado. Se lo sirvo en una mesa, pero él a preferido estar de pie. Sigue hablando de forma muy fuerte, y con su mano exclama que la economía mundial ha hecho que la compañía de gaseosas CocaCola haya comprado el valle del río Magdalena, gran fuente de agua en el mundo para hacerlo suyo en los próximos años de escasees de recursos naturales en el planeta.

Alterado, dice que llevará un libro de un profesor que tuvo, alguna vez cuando no habiendo pagado la matricula universitaria, el profesor, lo dejo entrar a su aula para escuchar algunas conferencias. Paga el libro, repitiendo que el no es un ladrón en esta librería. Se va enfurecido con el mundo pero alegre de haber pasado un rato por ahí. Al recoger su café ha olvidado el churro, y pienso que quizás por pena no lo acepto, pues todos sabíamos que la plata con la que pago el libro, había sido fruto del robo de otros libros de otras grandes librerías, que luego en el centro de la ciudad podía recibir unos cuantos pesos, para pagar un libro original de su antiguo profesor. Ese es el mundo del comercio, unos quitan de ahí para dar en otro lugar.
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La filosofa Zambrano

Muchas personas, solicitan a Zambrano. Filosofa, escritora y poeta, marca el exilio de la reflexión sobre la vida, acompañada de una tragedia permanente en su dolor interno. De esta manera, un hombre, quien llega, mojado por la lluvia, me sonríe y dice, he venido por Zambrano, he conseguido el dinero para comprar el libro.

Sonriente, le digo que se siente con calma, tiene frío y seguro viene de lejos. Su cara joven detrás de los anteojos, compra el libro y se sienta a leerlo mientras afuera, los paraguas desfilan bajo el agua por la vitrina y los trancones se crean a causa de la lluvia.

Lejos del bullicio callejero, este joven hombre, toma a Zambrano en sus manos, con cara de gloria, como si por fin, pudiera tenerla cerca. Le ofrezco un café para calentarse. Humildemente, me dice que si puedo ponerle un poco de leche. Pienso que seguro no ha almorzado y por eso necesita un poco más de calorías para luego enfrentar el frío que está en la calle. Le sirvo el café y le traigo otro libro que quizás le pueda interesar. Me mira, y me dice - me estas haciendo un mal - y yo niego con la cabeza - nunca el librero hace mal, te traigo este para que lo conozcas, un libro que explica a Zambrano, a la que llevas adentro. Agradecido por el café, mira los merengues que damos en acompañamiento y pone uno adentro del café. - Me gusta que se funda entre el calor de la leche - me dice.

Recuerdo la linda imagen de ese café con un merengue que se derrite encima, y pienso en Zambrano y en su fabulosa forma particular de integrar los elementos a la realidad. Al igual que el joven de anteojos, que tranquilo disfruta de su café y de su libro conseguido con sus ahorros.
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Los autografos de los famosos

Él, ha preferido que ya en ese momento de su vida, el internet y el mundo digital y satelital no es lo suyo. Es una sabia decisión, al igual que mi mamá, gran lectora, dice que a su edad uno no se puede dar el lujo de leer lo que no le gusta. Así que entra, y me saluda de mano. Tiene el respeto por el librero, y eso es bueno sentirlo a veces. Me pide "todo sobre la violencia" de Hannah Ardent. Lamentable mi búsqueda en el sistema digital, al cual le digo la frase idiota, de "voy a buscar en el sistema", lo cual demuestra mi ignorancia siempre presente frente a 70.000 referencias de libros. Pero a él no le importa, a venido por otra razón, busca una pequeña colección de libros de aforismos.

Le bajo la colección de los libros de Ardent, y le digo, porque no se sienta cómodo mientras le alcanzo los aforismos. Le ofrezco un café al que me sonríe encantado. Él, es escritor de cuentos, viene a la librería rara vez pues siente que un libro se debe digerir lentamente, al igual que decide tomar sólo un merengue de los tres que le sirvo en el plato.

Decidido toma a Schopenhauer, al cual pienso que con un café y entre otros filosofos y música de Pagaminni es la mejor opción. Le indicó el precio, y me dice que porque es tan costoso. Seguro ha perdido la noción de los precios al encerrarse en su casa por meses leyendo tan sólo un libro. Le digo que no lo vea tan costoso, que miré - y le abro la primera página donde la firma de Schopenhauer ha sido reproducida - le digo, mira viene con autógrafo y todo. Me sonríe, dice que ha estado encantado, que no olvide el libro que había pedido en primero y que lo llamé cuando lo encuentre. Afirmo con mi cabeza, en símbolo de respeto y me dice que se lo llevará dentro de su bolsillo, la bolsa es demasiado grande.

Pienso que en la calle, el escritor de cuentos, meterá su manos en los bolsillos, aún con el recuerdo del dulce del merengue combinado con café en su boca, y pensará, que tengo razón, lleva adentro el autógrafo de su escritor favorito.
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Los policias a Sangre Fría

Tomando un libro de la vitrina, y dejando caer un par pues son un domino andante que basta con un suspiro para crear el caos literario como un castillo de cartas, entran dos policias a la librería.

Inmediatamente, pienso que vienen a hablarme de la seguridad del barrio. Sorprendentemente me hablan casi en susurros, temerosos del lugar y de solicitarme un libro. Me dicen que si tengo el libro de A sangre fría de Capote. Los miro, y me sonrío - Es un libro perfecto para ustedes, seguro lo tenemos. - les preguntó - ¿Por qué les gustaría leer ese libro?. - Me lo han recomendado.

Al tenerlo en sus manos, el policia, lo inspecciona de un lado a otro y me pregunta, - de que se trata?. Le cuento en cortas palabras la historia. Solicita el precio y me dice que va ahorrar para comprarlo, y quizás se lo lea con su colega, quien ha venido también a la librería. De forma graciosa, me dice pero si ya le conté la historia para que lo compra - yo le digo, que toma el riesgo de pensar, que le he contado la historia correcta, pero que quizás me he equivocado. Así que cuando vuelva me cuente lo que él vio en esa historia.

Sonriente, lo deja en la mesa, me sonríe y toma su papel civico y me pregunta - ¿cómo hacen ustedes para cuidarse de los ladrones?.

Le digo que aunque el librero no es muy creyente uno se encomienda a Dios para que no se lleven los buenos libros, pues los ladrones siempre existirán y uno como librero ya los reconoce. Vienen en grupos de 4 personas, tres hombres grandes con chaquetas de cuero y una mujer que siempre pide los libros que se encuentran en la parte superior, y trae una cartera que deja en una esquina, - de doble fondo - le explico.

Le cuento la historia, que hace unos días, cuando un grupo de ladrones entró. Le digo que lamentablemente, ni tenemos el dinero para poner seguridad en la librería con cámaras de video ni detectores de códigos de barras, además no nos interesa. Los policias me miran con admiración, y me dice - y que hace usted en esos casos. Le respondo diciendo - me siento con ellos y les hago tantas preguntas, que se sienten incómodos, vigilo, lo cual es jarto, - ustedes deben saberlo la pereza que es vigilar - añado, pero al final como esa vez, se fueron sin llevarse nada, tan sólo un cafe y un pastel en sus panzas, y la desilusión de tener unos libreros más vivos que ellos.

El policia me dice que entiende, pero que tiene miedo que pase algo, así que me da su numero de celular y me dice que no trabaja cerca pero si pasa algo le avise. Al anotarlo le pido su numero y le digo - esta bien aquí anoto su numero señor teniente - y me dice no yo soy subteniente, y yo le respondo, yo lo pongo acá teniente le subo el cargo, acá se le dirá teniente y más cuando después de Capote, se de cuenta de lo lindo que es la literatura.
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La labor del librero

He encontrado hoy, un lindo mensaje, decía, "encontrar un buen libro, es escoger a su librero, escoger un libro es encontrar un buen librero". No sé quien la escribió, sin embargo esa es mi labor. Al llegar a casa, me siento en el sofá con mis dos peces, y recuerdo el día, la gente que conocí, los que hablaron conmigo, los que me hicieron reír y a los que hice reír. Algunas historias, me hacen sonreír en secreto, otras por alguna razón sacan pequeñas lágrimas.

Mucha gente no entiende la labor del librero. Sin duda piensan que tan sólo es un vendedor. Piensan que mi trabajo es algo temporal, de manera que mi vida de escasos recursos, es sólo porque no consigo un trabajo, como mi trabajo anterior detrás de un computador, iendo a reuniones con Ministros, presentando proyectos ante juntas directivas. La librería es tan sólo un lugar donde entiendo la razón por la cual, los libros son nobles, esconden historias como yo, tienen un pasado pero ofrecen un futuro.

Hoy, una mujer que triste entra a la librería y me agradece que le de un libro que con delicado gusto le he recomendado para curar su corazón roto. Esa es la magia, pero como la magia muchos incrédulos no sienten que los libros cambian la vida. A mi, me la cambiaron desde corta edad, cada libro marco una época, y mi curiosidad me llevo a sentir cerca a escritores lejanos que en mis manos se convertían en amigos. Escogía los libros por mi sola.

Empecé a visitar las librerías del barrio, las cuales en la época eran cuatro. Ahora no queda ninguna.

La primera que recuerdo con mayor emoción, es aquella que después de clases, aún con mi uniforme visitaba al librero para comprar libros de segunda, pues la mesada no daba para los nuevos. Un día el librero, al ver mi mente joven, me dijo que me iba a mostrar algo que nunca olvidaría. La primera edición del Quijote. Era hermosa, con cuidado me mostraba las páginas, y aprendí la importancia de la historia y de su recuerdo. Luego me dijo que su profesión era comprar bibliotecas enteras, las personas que las vendían se querían deshacer de los libros viejos de alguien, que seguro ya estaba muerto. Estas familias, vendían sus historias, y el librero, vendía a niñas como yo los libros universales, pero él, encontraba joyas que guardaba en secreto. Joyas, como una que me mostró otro día, un acta de liberación de esclavitud de una mujer de raza negra que era liberada por un español. Le daba su libertad, firmada. El librero, buscó y encontró a sus descendientes, a los cuales les entregó el original. El guardaba la copia, y creo que al igual que yo, mirábamos diciendo que escondido dentro de un libro, había entregado a esa familia su historia, gracias al librero su labor fue cumplida, entregar un doloroso acto a un feliz encuentro.

La segunda librería, era aquella que quedaba un poco más lejos de mi casa, era la época donde iba a cine sola, con permiso materno. A la salida siempre me acercaba, ya tenía más capacidad de ahorro, y podía comprar algunos libros. Este librero, fue quien me contó detalles de la vida de Shakepeare y su relación complicada con Victor Hugo, allí conocí a Schopenhauer, el librero dudo siempre de mi interés, pero me dijo que era probable que no lo entendiera, pero que sin embargo era un buen ejercicio, el mismo ejercicio que era subir de nuevo a casa, teniendo un libro en mis manos, que representaba una fuente de conocimiento a la que yo, gracias al librero, lo tenía en mis manos. Tenía razón, leí casi toda la obra de Schopenhauer, incluso llegué a escribir poemas a su nombre, nunca lo entendí pero seguro algo debió quedar en el fondo.

La tercera librería, tenía la fabulosa virtud de tener libros en otro idioma. Durante la época adolescente, rechacé los idiomas por ignorancia, luego se convirtieron en mi gran pasión de pensar en otro lenguaje y conocer más escritores. Allí me atrevía a buscar un mundo ajeno. Era polvorienta y los libros de segunda, siempre amarillos podían ser leídos sin necesidad de ser comprados. Años después un escritor colombiano, publicó un libro que hablaba de esa librería. Recordé cuantas horas pasé allí adentro, luego de llegar del colegio antes de subir a mi casa.

La cuarta y última librería que había en mi barrio, era una librería moderna, ocultaba los libros universales y daba lugar a la música, la poesía y los libros de diseño. Ya en la universidad, iba y compraba libros de poesía, ahí me enamoré de Jattin, de Pessoa, de Baudelaire, de Valery entre otros. Pasaron por mis manos, los versos y aprendía de memoria con lágrimas sus poemas.

Ahora mi vida ha tomado otro rumbo, adoro ver a la gente feliz al llevar sus libros, quizás me recuerden, otros me odien, pero siempre sé que volverán porque mientras ellos no están, pienso en cada uno de ellos para que en su próxima visita, pueda tener lo que les gustaría. Como les digo a veces, es mejor que un psiquiatra, la lectura es un vicio sano, y lo mejor es que no se recetan farmacos sino palabras.
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Del otro lado

Ya empiezo a reconocer a los personajes que vienen seguido a la librería y mejor aún ellos me reconocen. Así que nuestro atractivo, pero no tan atractivo joven que había pedido Istambul, (véase post anterior), llega sonriendo diciendome que no somos tan extraños como la vez pasada, es más tenemos amigos en común. Le afirmo que efectivamente, las apariencias engañan, y muchos creen que los libreros, son sólo vendedores, con un delantal negro que sirven tintos de cortesía, y que quizás sus manos llenas de polvo tan solo han tocado polvo en su vida.

Me mira a los ojos, intentando descubrir quien soy, pero me gusta guardar mi secreto, y prefiero que siga pensando que soy tan sólo una sencilla vendedora de libros del barrio. Así que le pregunto - estas buscando algo especial hoy? - Cómo nos fue con "La casa solitaria"? Me mira y me dice, no se si te acuerdas, pero finalmente no le regale ese libro, compré, "una vida nueva". Internamente pienso, que quizás esa mujer que lo tenía enredado el otro día vuelva a Colombia, después de su viaje, con la intención de ser una nueva mujer, después de un viejo viaje, y quiera una nueva vida, quizás no al lado de su viejo amante.

Así que retomando su posición y olvidando que tenemos amigos en común me responde a mi pregunta anterior diciendo - un libro para un regalo, para un amigo metalero que vive con su novia que es artista - . Afirmando con la cabeza, le bajo una colección de libros sobre demonios que puede parecer una enciclopedia para aficionados y un libro de princesas. Rechaza ambos, quejándose, diciendo que busca algo mejor. Así que le pregunto desde el segundo piso si tiene ya los libros de diseño de Zoom, de Istvan Banyai. Me dice que un si, con un tono de voz seco. Así que si le digo que si tiene el tercero "del otro lado".

Lo mira y me dice es perfecto. Su mirada se centra en mi y en libro, toma su celular, y llama a la esposa del metalero y le pregunta si conoce el libro. Al pedirme el precio, se sorprende por el precio económico y me dice lo llevo, en papel de regalo. El fabuloso libro de Banyai, del otro lado, nos muestra como la vida se puede ver desde dos perspectivas distintas, él hombre atractivo pero no tan atractivo, me mira desde otro ángulo, seguro se pregunta que hago en la librería, y yo tan sólo le digo que voltee la página, cuando las cosas se ven desde otro punto de vista se ven más divertidas.
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El escritor de jirafas

Él es un hombre de corta estatura, simpático con cara sonriente, es normal, escribe para niños, y va seguido a la librería a comprar su propio libro. Se aprendió mi nombre muy rápido, siempre que entra, me saluda de beso y me dice como les ha ido. Me encanta, con curiosidad, esos amigos de la librería que están preocupados por nuestra situación económica, donde los libros son caros, la gente lee menos y las editoriales nos hacen la vida imposible, enviándonos novedades sobre guerrilla y sexo y solicitando devoluciones de Hemingway o Camus.

Así, que hoy llega diciendo que viene a despedirse, su viaje en Colombia ha terminado, y como diciendo un hasta pronto a sus cercanos amigos, llega a la librería con la intención no sólo de desearnos suerte sino a pagar sus deudas. Me dice, no tienes el libro de la jirafa, y sonriente la otra librera, le dice, no señor usted se llevo los dos últimos.

- Bueno no importa, eso quiere decir que ha sido un éxito - responde de forma alegre.

Él, el escritor de jirafas, esta congelado de frío, así que le ofrezco un café, y es ahí cuando me dice, no mil gracias, pero es que cojo el vuelo para México en menos de dos horas, y a pesar de estar de afán, cuando entro aquí, y los veo todos sonreír, sólo pienso que extrañaré ese lugar.

Entonces le respondo, pues en la península Azteca quizás puedas acordarte de nosotros, y escribir un libro sobre una jirafa que vive en esta librería, y que pasa sus días, mirando libros y gracias a su cuello alto, encuentra los libros que faltan, cómo los tuyos, pero, cuando el escritor llega a pedir el último, y como él es de tan corta estatura, miente al decir que se han agotado, pues en la parte de arriba, ha guardado uno, para ella, para leerlo mientras él no está.
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El escritor

Llegan a la librería muchos escritores, pero hoy tuve la sorpresa de conocer alguien que nunca antes había tenido visualmente en mi cabeza. Tan sólo sus palabras me acompañaron en épocas colegiales. Así que él, no tiene necesidad de presentarse, pero yo por ignorancia respeto esto, al ver que todos lo conocen y le hacen favores inmediatos.

Él se sienta, con su bastón y su gran figura, de gran peso tanto físico como literario, me pide gentilmente y con una sonrisa debajo de una barba blanca que hace ver sus ojos azules, como si fuera un gran papá noel, que si le acerco libros de erotismo.

Curiosamente, tiemblo un poco, al reconocer quien es, y decir que seguramente ya ha leído todo lo que allí se encuentra pero por su gran figura y su caminar despacio es demasiado grande para pasar por los pasillos sin dejar caer nada. Es por eso, que cuando dejó caer un libro sin darse cuenta, me dijo, me lo recoges por favor, tu que eres tan ágil y yo tan grande. Le sonrío es un hombre bueno y muy culto por eso mi selección de libros, desde Bataille hasta literatura sencilla que tan sólo conocía por el título, me sonríe y me dice, que gracias por el esfuerzo, que lo tenga presente si llega algo nuevo en erotismo.

Así que desde una esquina, guardando mi timidez, me digo que eso es lo mágico del lugar donde trabajo, se tiene en otra esquina una persona que nombra a Botero, como su gran amigo, que se queja de los artistas jóvenes que tan sólo piensan en dinero, y yo desde adentro pensando en este sencillo diario de librero, sabiendo que no gano sino lo suficiente para vivir en un apartamento arrendando y que el almuerzo se engaña fácil con cualquier pequeñez en cualquier esquina, me sonrío y digo que seguro quizás algún día podrá leer lo que escribo.

Pero no estaba tan equivocaba, cuando recordando sobre él, me llegó a mi memoria, una época donde muy pequeña, mi hermano vendía poemas en un pequeño mercado de las pulgas, y yo por ser mujer, escribía los poemas a mano los que vendíamos por 1000 pesos. El escritor, quien visitaba aquel mercado, vio su propio poema, y nos lo compró. Quizás estoy segura que el no se acuerde de eso, pero yo si lo guardo como una sonrisa tímida en mi cabeza.

Antes de partir, dice que si le regalo unos chocolates y me pide que le alcance su bastón, y me dice: Usted sabe de que sirve este bastón, subo los brazos en símbolo de negación y me dice, es para alejar las críticas.
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NY amo a NY

Hay gente en nuestro país que sueña con vivir en Estados Unidos, muchos confiesan y dicen "yo no quiero vivir el sueño americano, ni iré a limpiar mesas para gringos gordos y sucios, pero porque no intentar ir al país del norte que da tantas cosas que ver". De esta forma, y manejando esta actitud llega una joven de unos 25 años, buscando desde la entrada.

- Tiene una guía Lonely Planet de Estados Unidos. Al mostrarle tan sólo la guia de Nueva York, dice - pero no tiene una de todo, todo Estados Unidos. Me quedo pensando y me doy cuenta que reunir a uno de los paises más grande del mundo en una guía que no pese más que un directorio telefónico no existe. Afirmo con un - No, no hay. Entonces acelerada, mira el reloj, y dice tengo una cita en 3 minutos. Que hago? se pregunta en voz alta.

Sinceramente la miro y le digo, - es la primera vez que viajas?. Y me dice de forma, fuerte, moviendo su cabeza de un lado a otro diciendo, obvio que no, ya he ido varias veces pero esta vez quiero conocer algo que no he conocido.

Imagino a esta colombiana viajando a visitar una Universidad en Nueva York, durmiendo si es aceptada por los papeles de residencia estudiantil y un monto de más de unos cuantos miles de dolares en la cuenta bancaria, durmiendo en el frío de la ciudad, diciéndose que es de lo mejor vivir en Nueva York, porque la ciudad nunca duerme, Manhattan está ahí y los hot dogs, alivian en hambre, pero en casa dirá que acabo de cenar en un restaurante de Balí, exquisito.

Ahora pienso en el frenesí de la ciudad mientras ella mira la guía y pregunta el precio. - Tan costoso y ni si quiera trae fotografías. Le explico que ese tipo de guías se reactualizan cada año, garantizando a los viajeros que lugar debe ir, y que precio pagará por su hot dog, según cada esquina claro está.

Afirma que no la va a comprar, sin embargo le interesa, así que le digo que no se preocupe, que lo mejor es que se compre una allá, y pienso internamente, sería mejor que busque alguien que la haga subir a un hotel de 60 pisos, y mire el cielo y se de cuenta, que quizás con un martini en la mano, viendo desde el rascacielos Nueva York se ve amigable y es quizás conquistable como si el turista y emigrante colombiano, pudiera volar como SuperMan y ser una estrella en una galaxia donde todos quieren brillar. Pero muchos olvidan, que las estrellas no existen, y al partir se va como una, diciendo gracias, pero volveré, cuando regrese de New York. Las estrellas muertas ya están y tan sólo queda su reflejo, como el suyo al partir por la puerta.
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Judith de Sade

Existen casos encantadores, como esta pequeña historieta. Él es un hombre delgado, tiene ojos verdes profundos, una sonrisa alegre que muestra el trabajo de ortodoncia de la adolescencia y vestido con corbata, se la quita y dice suspirando, que viene de un club cercano en una entrevista de trabajo. Esto no es mi atuendo habitual - me mira como si yo exigiera una explicación a esa corbata color rosado de satín que sobre una camisa azul y un pantalón de dril color tabaco y unos zapatos azules, se entendiera que seguro no se debería vestir así, pues no estaba bien acomodado sus colores con su actitud.

Así que en el segundo piso solicita los tomos de Judith de Sade, dice de manera agradable, que el Marqués lo ha atrapado y que no puede sino pensar que podría seguir con Judith. Lamentablemente sólo queda un tomo, son tres en total. De esta forma, suspira y pregunta si se puede sentar. Cuando alguien se sienta el librero, no sabe cuanto tiempo se quedará si tomará un libro y lo leerá todo y luego no lo comprará o tan sólo sea una forma de acercarse, tocarlo y sentirlo para luego tenerlo más cerca en su casa.

El hombre de la corbata rosa que guarda en un bolsillo, dice que no sabe, busca entender a las mujeres y a los hombres. La pornografía le interesa, desde el punto donde el erotismo cuelga de una cuerda floja en el campo de la interpretación. Así que sentado empieza a mirar el unico tomo de Judith diciendo si será conveniente empezar por el segundo y luego intentar conseguir el primero y el último.

Dudoso habla en voz alta y le acerco varios libros curiosos sobre este tema, que no van con su forma de vestir, ni con sus ojos tiernos que demuestran que quizás no ha tenido mucha experiencia o las historias que guarda en su corazón son del orden trágico. Las mujeres le intriga, y de manera conservadora se aterra ante la literatura donde el tema sexual esta presente en cada suspiro, al igual que la respiración entre cortada de saber que libro escoge.

Finalmente, después de dos horas, le entrego un libro del Orden Sexual, de Pommier. Intrigado sin conocer a esta psicoanalista, lo mira y lee el primer capítulo, diciendo en voz alta, es muy fuerte, porque siempre se habla de falos y de cuerpos. Yo río y le digo, sabes que decia Lacan sobre la superioridad del hombre ante la mujer? - Se queda mudo y me dice un sincero - Ni idea. Le digo pues que el hombre es capaz de apagar el fuego con la orina, la mujer no.

Pensativo me mira, se sonríe y dice llevaré esto, y yo le respondo que después leerá Lacan o el discurso érotico, o quizás historias de amor de Barthes. Pero sin duda se que volverá, y seguro volverá lleno de dudas y traumatizado.
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