Cuando un colombiano se cree europeo

Acepto, ante el lector que he vivido en Europa unos años, casi un cuarto de mi corta vida, con el sentimiento que Europa es bonita a ratos y de pasada, pero no por siempre. A la librería llegan muchos extranjeros lo cual siempre me agrada pues con sus acentos me traen recuerdos y podemos intercambiar pequeñas anécdotas acerca de las diferencias entre Colombia y el resto del mundo.

Sin embargo, existen colombianos que por el hecho de vivir afuera se creen extranjeros en su propio país. Eso ya es terrible pero además son personajes que ven al pueblo colombiano tan subdesarrollado, que ponen ejemplos tales como que en las calles el transporte público se toma tan sólo con sacar el brazo e indicarle al chofer del bus público que pare.
Sé que en cierta forma tenemos muchos defectos de mentalidad y que lejos de ser cuadriculada como la europea, vivimos en un mundo donde la improvisación está al orden del día, y el desorden hace parte de nuestro equilibrio.

Lo anterior sirva de preámbulo para mi historia de hoy.

Entra a la librería una mujer que desde la entrada afirma en alta voz lo afortunada que es pues ha vivido par de años en Italia, se ha casado con un italiano y ahora vive allá en el viejo mundo civilizado. Así que llamando la atención exige que se le dé todo lo que ella desea llevar en sus 20 kilos permitidos. Compra muchos libros, libros infantiles, libros de aventuras y muchos libros malos, malos en el sentido que son de esos libros que solo se compran por el querer aparentar ser intelectual y que dan mayor volumen a la bolsa de compra dentro de las bolsas y que posiblemente ocasionarán un exceso de equipaje.

En casos como éste, el librero genera rápidamente una lectura de su cliente y lo identifica. A esta mujer, con rasgos muy latinos y mulatos, no le importa realmente lo que lleva, prefiere rechazar los libros, los buenos libros, porque siente que tiene una especie de poder superior sobre los pobres colombianos que ganamos menos de 1.5 euro por hora. En total lleva más de un millón de pesos en libros basura, siguiendo gritando que ella está feliz, viviendo en Italia, y que los regalos son para su gente en Sicilia, quien son como en las películas personas muy sensibles. no eran los mayores mafiosos de la historia italiana??

Pese a todas las demostraciones de superioridad en la caja, exige un descuento, diciendo con altanería:
No se le hace suficiente, que pagué más un millón de pesos por esto y no me hace una rebaja?".
Su actitud me llena de rabia, está bien que seamos un país pobre, y que tengamos riqueza más en nuestro corazón que en nuestros bolsillos, pero no soporto que se humille a los libreros, hablando de una Europa aburrida como debe ser Sicilia, pueblo caliente y lleno de costeños.mafiosos?

Así que le digo de forma hipócrita que en realidad piense que no es mucho dinero el que invirtió 300 euros no es mucho para un europeo , es tan sólo un buen restaurante con su amable y civilizada gente (amable) italiana, en la costa. Se voltea y me dice incrédula
Se le hace poco?"

Prefiero quedarme en silencio, pensando en esta mujer latina casada con un Italiano, comiendo mariscos en un puerto lejano italiano, mirando al vacío y quizás pensando allá que no hay nada mejor que Colombia, pero como no lo puede aceptar , brindando dirá: Viva Italia, y viva Sicilia!.

Me río diciendo que pobre, al fin al cabo yo soy la europea que vive feliz en Colombia y ella es tan sólo una latina más que sufrirá de la xenofobia italiana en cada esquina.
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Un libro erótico para una amiga.

Él es un hombre alto, agradable y con el acento local, que utiliza palabras como gracias y por favor., lo cual siempre hace que el tiempo siempre sea mejor cuando hay gente educada alrededor que con un poco más de perspectiva ,quizás por su altura, logra ver como el librero se mueve de un lado a otro para satisfacer su necesidad.

En este caso, este hombre gentil busca un regalo para una amiga fotógrafa, de unos 40 años, psicóloga, pero dedicada en sus tiempos libres al arte de la imagen registrada. Me pregunta sobre libros de fotografía, curiosamente estos están localizados en la parte más alta de los muebles y de forma amable me dice que no me preocupe que los alcanzará él, pues sin necesidad de empinarse en la punta de los pies o de ayudarse con la escalera metálica, puede acceder a ellos con la mayor facilidad.

Yo sigo corriendo de un lado a otro, dejando que él baje los libros altos y me da en cierta forma pena pues éstos acumulan más polvo que lo usual, pero a él no parece importarle. Son las 3 de la tarde y seguro tiene el resto del día libr) para pasar un buen momento en la librería y escoger un regalo para una amiga cercana.

Al mirar su selección final, encuentro que entre los libros de National Geographic de retratos o los libros de fotografía de reportaje, prefiere un libro de desnudos eróticos. Muchas veces me pregunto si la intención de comprar un libro, esconde debajo otra intención subconsciente. Creo que pocos se preguntan antes de pagar, el porqué realmente compran ese o el otro libro para una persona, supongo que se dejan fascinar por las imágenes.

Le digo que lleva un buen libro en las manos, y que espero que su amiga quede contenta, pero que sin embargo, desde un punto de vista femenino, lo interpreto como un mensaje escondido. El dice, que poco importa, y que quizás yo tenga razón pero que se permitirá descubrir luego si su mensaje fue bien recibido.
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Amamos España

Dos lindas jóvenes de 30 años entran con la intención de conseguir un regalo para una amiga cercana que se casará. Es un regalo de shower, palabra gringa que se utiliza para celebrar durante meses antes de un matrimonio miles de reuniones donde se ofrecen múltiples regalos a la futura pareja, que será feliz rodeada de las familias y amigos, y que aquí se pronuncia "chauer".

Ellas aman la librería, les gusta el ambiente y están seguras de encontrar siempre algo interesante que les guste. Por eso me miran y dicen entre ellas
-"Sería delicioso trabajar en una librería, no es cierto?".

Mucha gente piensa que el trabajo del librero es sentarse a esperar que lleguen las personas interesadas y tomar un libro y presentárselos. Sin embargo, el trabajo del librero es en parte cargar cajas, esconder los libros de mal gusto, desplazar muchos libros a la vez, volver a cargar cajas, alzarlas y luego apilarlas de manera que se pueda generar un espacio en un lugar donde cada milímetro es importante puesto que ahí, en ese milímetro, podrá ir un nuevo libro de forma vertical. Visto de esta forma el trabajo en la librería es un trabajo más físico que mental, no obstante mal olor del sudor y del polvo, el librero logra finalmente encontrar un libro para gente amable y sobre todo que huele bien.

-Si ciertamente es un trabajo agradable, estas dos mujeres encontraron gracias al librero los dos regalos para su evento, un rompecabezas de toros y un libro de cocina española.
Después de casi 200 años de independencia todavía existe gente a quienes las tapas, el jerez, los toros y las arenas les causan placer.
Esta tendencia es alimentada por esa clase media de personajes que no fueron mulatos ni zambos sino orgullosamente criollos que han viajado a España a encontrar ese mundo civilizado que tan incivilizado fue durante la conquista vino a destruir gran parte de la tradición precolombina , a dejar un legado religioso que opacó nuestros mitos originales, y a imponer reglas de vida de un continente viejo en tierras vírgenes.

Las invitadas al shower se fueron contentas y el librero se quedó atrás arreglando los libros que no escogieron y quizás si no llega nadie a la puerta, mire un libro de recetas en la sección de cocina y piense que sería bueno tenerlo en casa.
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Lo que es horrible aca es bonito alla.

Un amable inglés estaba interesado en libros sobre fotografías, específicamente sobre retratos de la gente de acá.
-Siempre es bueno llevar ,de vuelta a casa, imágenes de los habitantes de este lejano país ya que pocos en allá comprenden vuestra situación, pues las noticias presentan una realidad distinta a la que se vive, me dijo cordialmente.

Encantada con la idea y con la esperanza de acertar la adivinanza de qué le podría gustar a su familia o amigos, me dediqué a buscar y a buscar para satisfacer ese deseo que me llena de enviar una buena imagen nuestra y entre los libros de fotografías de la gente de pequeños pueblos perdidos y de los pobladores del Amazonas, encontré un libro de un viejo amigo fotógrafo, odiado por muchos en esta ciudad y adorado por otros.
Me dije: - Por qué no?, quizás le guste.
Este fotógrafo, como una vez le dije, colecciona las almas de los individuos en Bogotá, tan es así que coloquialmente se dice que existen dos tipos de personas en esta ciudad, aquellas que se han dejado fotografiar por él y las que no, pero lo importante aquí es que su trabajo es sobre personas al natural, común y corrientes, que era lo que le interesaba al cliente. Una vez, él me propuso fotografiarme a lo cual me negué rotundamente, pero hoy al ver al inglés llevar su libro, me dije que quizás, si le hubiera dicho que s , me hubiera encontrado allí dentro y mi imagen hubiera podido ser representativa de este país.

La librera, que me había estado observando me dijo:
Cómo lo encontraste? Ese tipo de fotografía bogotana )trash , pero supuestamente arte, la escondo.
- Siempre hay que probar, uno no puede mirar con los mismos ojos como lo hace extranjero, además hay que apoyar el trabajo de las pequeñas editoriales, le contesté.
Ella respondió de forma sincera:
- A mí se me hace horrible
- De todas formas si el inglés se fue contento seguro mi amigo estaría feliz. Y lo está. Aunque yo también me alegro no haber estado adentro, me quedé pensando mientras guardaba los libros de fotografías.
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La histeria, cuando se tiene poder.

Llega un hombre de nariz protuberante y rojiza quizás por la cantidad de vinos que ha ingerido, tan histérico que su cara se ponía igual de roja a la mía al subir y bajar las escaleras, mientras buscaba un libro perdido.

Hay algunas personas que entienden que entre más de 7000 libros, es posible que se pierdan algunos, hay otras que no. La diferencia es los que entienden sienten, que hacemos el gran esfuerzo, en kilos de peso, que significa tomar 7 libros en una mano y tener otros dos en la otra, mientras se está buscando un libro por la referencia de una editorial, o de una remisión arrugada, bajo una temperatura caliente donde los libros y las lámparas ,que imitan una biblioteca antigua, son un microclima de variedad y desorden.

Efectivamente somos algo desordenados pero los clientes también contribuyen dejar todos los libros revueltos sobre las mesas que el librero finalmente tiene que organizar nuevamente , al fin al cabo parece ser que algunos piensan que nuestro trabajo consiste en saber donde se esconden los libros, que a veces desaparecen.

Aclarado lo anterior, volvemos a nuestro personaje de la historia, el hombre histérico que gritaba y decía que era el colmo, que no encontráramos nada. Pensé que quizás no era que fuera malo sino que desde corta edad debió oír gritar y a su medida cuando fue creciendo gritó y luego gritó más fuerte, hasta que se convirtió en un señor respetado por sus gritos que sacaban de su gran boca pequeñas gotas de saliva.

Finalmente su libro se encontró. No sé fue del todo satisfecho, pero al parecer, según me contaron después es un hombre que tiene mucho poder en este difícil país y por eso no entiende como existe un lugar donde existe otra temporalidad y por más que grite los libros no aparecen por si solos. Quizás en su casa se siente satisfecho con su pequeño libro, pero a nosotros nos quita las ganas de buscarle sus bestsellers gringos sobre criminales y espías, pues ese tipo de libros, siempre están localizados de últimos pues ponemos primero los de poesía.
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El argentino silencioso

En Colombia por alguna extraña razón, como la mayoría de cosas que nos inventamos, creemos que nuestro acento no tiene acento, y que nuestro español es aquel que mejor se habla en el planeta. Pero ,a pesar de la creencia inventada de nuestro perfecto acento, adoramos los acentos del sur del continente pues los encontramos dulces, susurrados y sobre todo tan cálidos que parecería que trajeran pedacitos de un mundo más civilizado.(CÁLIDO Y CIVILIZADO ¿?

Esta vez era un argentino, a quien coincidencialmente ví al día siguiente en la calle, cargado con muchas bolsas de café, que seguramente llevaba de regalo a casa o a amigos que luego invitará a su apartamento en Buenos Aires, o quizás tan sólo sean regalos para la gente de su oficina; pero en la cuestión de libros, no le interesaba llevar libros de Colombia.

Al preguntarle que se le ofrecía , me dijo,
_ Quiero estar solo.
- Perfecto, le dije y fue toda la conversación que intercambiamos. Así que silencioso y pausado como su dulce acento pasó horas en la librería , quizás escapando de la carrera séptima y su tráfico que se intensifica en las tardes durante la hora pico. Sentado y tranquilo se tomó un café y comió tres merengues, y miró muchos libros y esa noche al decidirse se llevó dos buenos textos, uno de filosofía y otro de crítica. Seguramente, horas más tarde, refugiado en su cuarto de hotel , tan sólo una cuadra de distancia, recordaría la librería como un lugar donde se respeta la soledad y se permite el silencio que exige la mayoría de veces, el hecho de escoger un compañero nocturno como lo es un libro.
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Ojos de Perro o Ojos de Marciano

Entra una señora de edad, buscando un libro de regalo para su nieto y quizás, si el dinero le alcanza ,otro para su hijo que es filósofo, pero insiste - si me alcanza. Así que la llevo a la sección de niños y le muestro una gran variedad de libros de toda índole, los hay, bien y mal ilustrados, llenos de textos, o con pocas palabras.

Ella indica que es para un bebé recién nacido. Antes que nada quiere algo vistoso, lleno de colores. Así que le indico un hermoso libro de animales, en realidad le muestro dos de mis preferidos, uno de animales y otro de extraterrestres.

El de animales tiene un perro en la portada. El libro tiene dos agujeros que dejan ver los ojos del animal y a medida que pasa las pesadas páginas de cartón la abuelita sonríe al descubrir un gato, un sapo y una gallina. Los ojos son en relieve, y las pupilas se mueven de forma graciosa. Ella sonríe y yo sonrío. Es divertido y seguro le gustará al bebé. Enseguida le muestro el libro similar pero con figuras de marcianos. Pienso que quizás esta abuela con el dinero exacto para el regalo, mira las figuras recordando sus libros de infancia, que de seguro eran distintos, como aquellos de mi abuelo donde los dibujos eran grabados y hablaban sobre el buen comportamiento y dejaban poco espacio para la sorpresa.

Sin embargo, esta vez fui yo la sorprendida, pues en contra de lo que estaba pensando, que llevaría el libro del perro, pues traía más animales reconocidos que verdes marcianos, la abuelita vestida con su gabán color beige, se decidió por el espacio estelar. Quizás su pequeño nieto si vería el espacio en un viaje inter espacial , seguro cuando ella tenía su edad el hombre aún no había conquistado la luna, ni había llenado la atmósfera con satélites, ni tendría idea que en Rosewell habría una nave espacial que atraía a miles de fanáticos que harían fiestas desenfrenadas cada año.

Paseando por la librería no encontró nada de su interés para el filósofo, su exiguo presupuesto se había ido por las nubes, sin embargo, se fue feliz, pues en su bolsa, envuelto en un papel de regalo rojo con una tarjeta para un mensaje de abuela, que quizás diría te quiero mucho, iban un montón de extraterrestres, lunas y platillos voladores, que seguro por un instante la llevarían a ella a otro espacio y a su nieto al mundo del futuro.
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Los jardines colombianos no se dan en Inglaterra.

Entraron dos personas, no supe su relación, amigo ?, amigos cercanos?, amantes?, amigos fieles?, grandes amigos. Ella colombiana, el inglés. Ella de 40 años, él de 40 también. Ella vestía a la moda, él vestía su propia moda inglesa que combina el fabuloso mundo kitch y vanguardista en dos prendas de vestir una sobre la otra, una camisa a rayas azul y un chaleco de flores.

Pidieron libros sobre Colombia, un regalo para el frío ,lluvioso y agitado Londres, donde vivían. El sonreía cada vez que ella pasaba las imágenes de la primera selección de libros sobre cocina…los majares colombianos ante el fish and ships inglés. Se deleitaba mirando las recetas y escogieron uno práctico a la manera europea, pero inútil a la manera colombiana. Un libro dividido en tres partes horizontales e intercambiables que ofrece las entradas, el plato fuerte y el postre, lo que genera una gran combinación de platos colombianos, sin embargo, no todos los platos “cuadran” en la mesa colombiana: qué tal entrada de garbanzos, ajiaco de plato fuerte, y cascos de limón! .Viendo este último ella dijo entusiasmada:
- Look, you like so much this lemon dessert, te gustan tanto estos cascos de limón !
El hombre inglés dijo: -Si.
Perfecto, satisfechos era un regalo útil y exótico.
No obstante ella duda :¿Por qué no llevas un libro de fotografías?,
El respondió de manera sincera:
-Mis padres no leen más que el periódico local, con esas imágenes les basta, quedan contentos todo el día.
Ella le replicó
-No, pero podía ser un libro que puedan poner en la mesa de la entrada.

Pequeña explicación: en Colombia la gente pone libros en la mesa de la entrada, o en la mesa central de la sala, a lo que ella especifico: Coffee table.
Siempre me ha parecido curiosa esta costumbre nuestra, ponemos libros para que la gente los vea mientras no estamos en la sala y quizás esperan que los acompañemos de nuevo. Son ese tipo de libros, grandes, el típico libro de artista local famoso, Caballero, Obregón o de lindas fotografías de National Geographic o en su defecto ese tipo de libros
que regalan los bancos a sus empleados y que acumulan el polvo al igual que las revistas de consultorio médico o de peluquerías, otro aspecto nacional, que esperan ahí a ser leídos por extraños, mientras que sus dueños nunca los han visto de forma concentrada.
El señor inglés miró con atención un libro de jardines colombianos, e imaginé a su mamá viendo jardines hermosos siempre en reproducción estacionaria, de clima ecuatorial mientras su jardín bajo la nieve tan sólo da algunas zanahorias o lenguas de vaca.
-Tienes razón, dijo ella, no sería un buen regalo, y mirando el libro de las recetas añadió: -Es mejor éste.

A lo que él graciosamente repuso:
-Sería bueno un libro de jardines colombianos que incluyera las semillas y que pudiéramos tener un invernadero que reprodujera el clima de Colombia, y quizás comer cascos de limón en Nochebuena.
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Estambul sobre una cabeza Bogotana

Existen personajes amables, otros no. No siempre es fácil conseguir que alguien sonría menos que esté feliz y que además demuestre su felicidad, sin embargo creo que a veces lo consigo pues a pesar que no me lo confiesen intuyo que los hago sonreír por dentro.

Él es un hombre joven intelectual, filósofo y atractivo, bueno no mucho pero lo suficiente como para que en la entrada de la librería la compañera de su noche lo esperara una hora mientras él, sentado, discutía sobre el futuro siniestro de los pequeños libreros de este país, donde cada vez más librerías cierran al mismo ritmo que un)Mc Donald’ s abre. Ella tímidamente, se quedó en la puerta, con su maleta en los hombros y sin querer estorbar estuvo dando vueltas, pequeñas vueltas en el reducido espacio.

El joven intelectual, se acercó y me dijo:
-Busco un libro para alguien que se va de viaje, que tiene sobre Estambul?
Al buscar en el fabuloso sistema de la base de datos, pocos resultados fueron de su entera satisfacción… culinaria, guías …
Entonces me dijo con suficiencia :
- Escriba Estambul, con i, no con e.
Me reí y le dije
-Ya lo he hecho.
Entonces empezó a mirar todo con desesperación y cogiéndose la cabeza entre las mano exclamó con ansiedad
-Necesito un regalo para un viaje. Qué puedo llevar que no sea…
-Que no sea tan pesado en hojas pero ligero en contenido? terminé yo su frase
Para quien es el regalo? le pregunté

El, muy erudito dijo:
Ella es filosofa, del tipo Cortázar y Fuentes.
- Algo de cuentos cortos? - le insinué
-Puede ser, contestó seriamente.
En realidad para él todo podía ser pues al parecer era como una máquina que botaba nombres de autores y sus correspondientes y personales comentarios:
-Sandor Marai, fijo le gusta, pero no… Echenique, que pereza leer algo de eso…
Observándolo me di cuenta que realmente le importaba la mujer que se iba y no la que se había quedando dando vueltas como un carrusel en la parte de abajo.

Entonces le dije :
-Si va a Turquía, y pues Orhan Pamuk, Istambul ! me pareció que finalmente había dado en el blanco a lo que contestó dudando:
-Si, pero no, se me hace aburrido, frío, quiero algo que la alegre. Un tipo de lectura, agregó, que le permita acercarse a donde va.
- P ero cuando uno se va lejos también le gusta algo que lo acerque a lo que dejó, agregué.
Ante el desasosiego del comprador, arrollidada junto a la parte baja de la estantería saqué a Pamuk del lado de Octavio Paz, y en el suelo le mostré mi selección, convencida de que yo no era la causante de sus incesantes pasos.
- También viaja a Grecia, no tiene algo que se pase en Grecia? me dijo como reflexionando

Me reí y le dije
-Pues la Odisea de Homero, eso sí la pone en contexto.
Yo creí percibir que él rió por dentro y cogiendo "La casa silenciosa" de Pamuk
me manifestó finalmente:
-Perfecto éste, está bien, deje así.
Al bajar las escaleras añadió:
- En papel de regalo. Afirmé con la cabeza, el librero es humilde.
_Espere, antes quiero escribirle un mensaje, un bonito mensaje.

Mientras escribía, pensé que era su casa la que iba a estar silenciosa durante el viaje de ella,
-Espero que le guste, le dije cuando le entregué el bonito paquete de regalo.
- Lo sabré cuando vuelva me dijo pensativo
-Si si es que vuelve, agregué.
Esta vez sí sonrió. - Es cierto, quizás no vuelva, susurró mientras se alejaba.
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Una Biblia en Portugues.

Él es un hombre tímido que viene de provincia y entró a la librería por casualidad. La mayoría de los transeúntes de la séptima pasan sin mirar y algunos de los entran lo hacen con cierta precaución. Acepto, la librería está escandalosamente llena de libros, y a veces la gente no entiende cómo podemos conseguir entre todos ellos exactamente el libro que quieren. Esta vez, el señor de provincia me dijo que se quedaba sólo un día en Bogotá. Había llamado a su casa, en Bucaramanga, más exactamente en un pueblo cercano y su hermana le había dicho que si le podía pedir un encargo ya que estaba en la capital.

El tema de los encargos es adorable en este país ; basta con que alguien salga de la frontera imaginaria de las ciudades para que a unos cuantos metros ya exista algo que en el otro lado no hay. Así que su hermana le encargó una Biblia en portuguéspues su novio cristiano estaba aprendiendo el idioma y quería leerla.

Lamentablemente le dije que no había Biblias, y tampoco había Biblias en portugués. Me miró triste y cabizbajo, como si fuera un explorador que tuviera que regresar a casa, diciendo que no sirvió para nada el viaje a la capital.
Al ver su de consuelo, le pregunté:
_Conoce Usted bien esta ciudad?
_ He venido un par de veces, solamente , me contestó
-No se preocupe, le voy a dar la dirección de la casa do Brasil, a lo mejor ahí pueden indicarle dónde se consiguen las Biblias en portugués.

Sin saber el fin de la historia, me quedé pensando que en Colombia, sin importar el lugar, hay gente para todo y libros para todos
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Un libro para mi novio triste.

De manera muy alegre entra una mujer. Ella está feliz pero su novio no, por eso dice que viene por un regalo, un regalo para ninguna ocasión, un regalo que sea significativo, su novio un ingeniero de seguridad anda triste hoy y ella quiere subirle el ánimo de manera casual y sobre todo usando el efecto de la sorpresa que lo hará sonreír y decirse que la vida vale la pena.

Así que empieza a indagar, ella indaga al igual que yo pensando que podría gustarle a ese novio triste pues no sabemos que lo hará feliz, si un libro de poesía, o un libro de vinos o una novela corta. Así que con pequeñas preguntas, intentamos juntas adivinar que le podría causar agrado, en un día en que el sol estuvo presente después de tantos días en los que no ha dejado de llover.

Ella quería que él volviera a sentirse niño y pudiera reír y que luego la amara diciéndole lo lindo que es que le llegue con una sorpresa, no un gran regalo, tan sólo algo que dice lo bueno que es tener una mujer cerca que piense en él. Como casi en todas nuestras pequeñas historias la mujer no tenía idea alguna , y es el librero quien tras crear una lectura del personaje adivina que lo hará feliz.

De esta manera, él, el novio triste no estará más triste, y la novia feliz estará más feliz. Y yo, al verla salir, con su regalo, un libro del fabuloso Quino llamado "Dime cariño", sé que esta noche, la mujer amable que perdida en sus sentimientos intentando decidir entre, el aburrido Italo Calvino o el bien usado Benedetti, decidió gracias al buen consejo del librero, un libro ligero de caricaturas, del mejor politólogo y sociólogo actual, que siempre ante una situación de amor, nos hace sonreír.

Además para terminar la dulce historia de un libro para mi novio triste, la carátula del libro era de color rosa. Esta noche volverán a ser niños.
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Viajar a Sincelejo a una mina de carbón.

Ha llovido mucho hoy, especialmente a la hora de la charla del sábado posterior a la proyección de la película de Fresas salvajes de Bergman, en el ciclo de conferencias sobre filosofía y cinematografía. Algunos transeúntes tomaron refugio en la librería para escampar del frío y de la lluvia que inunda las calles. Muchos entraron diciendo que adentro se quedarían un rato viendo de reojo la película y revisando las novedades que habían llegado.

Uno de ellos fue una mujer delgada, muy joven, quien hablando un español entrecortado y básico pidió libros de poesía y de manera discreta subió al segundo piso. Mi compañero le entregó toda una selección de poetas colombianos, de los más antiguos hasta las últimas colecciones. Ella se quedó un rato y pasando desde José Asunción Silva, hasta Jattin y después de ver más de 10 libros preguntó si no había poesía revolucionaria colombiana.

Al decir eso, descubrimos que era una gringa sencilla que todavía pensaba que en las calles se grita viva la revolución. Existe poesía subversiva que va en contra vía con las políticas y puede llamarse de todos los nombres, sin embargo, sabíamos que no había el tipo de poesía que ella pedía. Ella deseaba ver la verdadera Colombia y su estadía en este país iba a ser muy corta pues en dos semanas desde su llegada de Kentucky, tenía la intención de aprender el español. Quizás pensó que la poesía podía en pocas palabras enseñarle algunas nuevas pero su búsqueda fue fallida y resignada dejó los libros en una torrecita delicada.

En sus ojos se veía la sorpresa, extrañeza quizás de que nadie la mirara y la dejaran tranquila abriendo y hojeando libros. La muchacha observaba que entre tantos libros que había, yo iba de un lado para otro poniendo los libros de bodega en la estantería y sentada, aún con la cabeza un poco mojada por la lluvia ,debía pensar que la gente es extraña en este país: ven películas subtituladas, hablan varios idiomas, viven rodeados de mucha literatura hispana , conocen otros autores fuera de los locales, y sobre todo, no la llaman gringa sino a la salida.

De manera gentil, me dice que volverá a principios de la próxima semana. Piensa quedarse un par de días más en Bogotá para luego emprender un viaje al norte del país más exactamente a las minas de carbón. Le) comento que es un curioso sitio turístico para una extranjera, a lo que me responde que su familia en Kentucky son mineros y ella creció entre el carbón. Su viaje a Colombia que se reducía a 3 semanas de cursos intensivos de español en un instituto cercano y que luego quería de conocer de cerca una de las más famosas minas de carbón en el país para luego contarle a sus padres.

Encuentro encantadora su historia, le digo que sabiendo eso, y debido a que no tenemos cartas postales, pues el servicio postal de este país parece ser igual de interrumpido que su acento español, buscaré entre los libros algún libro de minas o de fotografías. Contenta y tímida rechaza el café y dice que regresará a su cuarto a estudiar un poco. Bajo la lluvia se va la gringa, y pienso que nosotros tenemos a veces mal juicio al pensar que todos los extranjeros tienen dinero. No imagino dónde pudo tener la información acerca de las minas y me sorprende su interés, sobre todo porque dada la naifté del personaje, la imagino a kilómetros de Bogotá en un clima infernal, con gente amable que la llamará gringa loca y la llevará a conocer el desierto negro, con él que soñó al llegar a Colombia en un vuelo internacional.
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La curiosidad de los ojos.

Entra a la librería un señor, diciendo:
_Yo nunca había venido y le estoy siendo infiel a su competencia.
Yo lo miro y le contesto sonriendo
_ La infidelidad no es grave, es mejor ser leal.
El señor se presenta, y me dice que es curioso de todo, y que por eso había entrado, por curiosidad.

Sentado ya más en confianza al haber tomado unos libros en su mano, me dice que ha leído mucho y que tiene una gran colección en casa. Es médico está a pocos pasos de su consultorío de oftalmología y le interesan por todos los temas ,desde los libros de teología hasta la evolución de Darwin. Trato de abarcar tan vastos temas en mis manos y le presento mis mejores selecciones. Ante ellas, el médico me dice haber leído en su mayoría todas. Así que, como segunda opción le sugiero que se tome un café y mire con calma,
- Aquí el tiempo es lento, como dicen en italiano, tempo lento, le digo pausadamente. Tómese el tiempo que le sea necesario aquí nadie lo presionará ni le dirá que por favor se vaya pues hay alguien más esperando.
El médico acepta y tomando ahora otros libros fuera de su temática predilecta, degusta el café corto y negro y los dos pequeños merengues con entusiasmo.

Me pide unos libros así que me siento y le tomo los datos a mano.
-Se los buscaré y que cuando los consiga, lo llamo.
Antes de pararme le muestro un libro nuevo que había llegado recientemente acerca de la relación de los animales en la mística y ciencia precolombinas. Fascinado lo reserva, mira su reloj, diciendo
_Se me ha hecho tarde pero volveré.
_.No hay problema, lo importante es ser leal y apenas encuentre un libro para Usted lo escondo para que nadie se lo lleve, le digo despidiéndole .
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Los tres intelectuales de planta.

Me gusta mi trabajo pues al entrar olvido mis logros o quien he sido y estoy en la humilde posición de un conocedor de libros que los vende porque sabe que harán efecto en el alma del comprador, además me encanta que todos los que entran son libres para hablar de sus sentimientos y para compartir sus opiniones.

Así es como los tres intelectuales que vienen de planta, un escritor reconocido, su sobrino y un amigo fiel se sientan a discutir sobre su próximo libro de economía. Vienen siempre, todas las semanas deseando sentirse como cómodos como en casa, sin embargo allí están solos y no se encuentran rodeados de fuentes de inspiración en cada esquina.

Les llevé lo que habían pedido: una aromática, un té helado y dos tintos y los acompañé con galletas de chocolate que al principio rechazaron pero luego fueron devoradas cuando la conversación se volvió más amena y el descanso del almuerzo ya había tenido su efecto.

Uno de ellos, el escritor me dijo:
--Niña, que piensa de estos títulos: En América Latina, estudio del conocimiento y del progreso, o en América Latina estudio de la creatividad y desarrollo. Escoja uno,
me dijo en un tono cordial
.-Me quedé pensativa unos segundos con la bandeja metálica decorada con un afiche de CocaCola de los años 30, que llevaba en las manos y le dije:
-El primero ya lo he olvidado, en realidad soy mala para los nombres y prefiero sentir más las palabras, el segundo título se me hizo interesante, pero es muy largo , así que quizás sea mejor: "La creatividad y el desarrollo en Latinoamérica”.
El escritor alzó el brazo en mi dirección y dijo :
_Ahí está el título!
Y pensé que no hay nada mejor que un trabajo donde soy anónima de conocimientos y tan sólo comparto lo que sé.
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El mexicano con sonrisa sincera.

Es un hombre mexicano, ya hace tres años que viene a la librería, sus recuerdos son gratos. Al regresar a su dulce hogar donde lo esperan su mujer y sus hijos, contento de regresar a su casa, trae consigo pequeños recuerdos que colecciona de la librería. Así que esta vez, me preguntó muy amablemente que si podía tomar fotos de la librería, un video para ser exactos para mostrarle a su familia, el sitio que lo hacia querer regresar a casa, con algo hermoso de este país como un libro de literatura o unas litografías de arte.

Sin duda me quede mirándolo, mientras este hombre con una pequeña panza sobresaliente a su pantalón de uniforme ejecutivo daba vueltas por la librería sonriendo, tomando fotografías y videos de cada detalle. Luego le dije que si quería subir al segundo piso pues se veía todo el ambiente del primer piso, donde se ve la barra del café. Subió encantado, y sobrepasando la figura de Harry Potter, filmo. Luego me sonrió y me dijo en su curioso acento, orale esto es muy bonito.

El mexicano bajo, sintiendo que al fin al cabo estando lejos, y trabajando para una firma de consultores financieros de exportaciones, vendría cada vez que viene a Colombia porque sabe que siempre se le recordará, al igual que él en su apartamento en Distrito Federal recordará y contará a sus hijos que existe un lugar donde, los libros se caen por montones, los libreros les dan consejo a los extranjeros y uno se puede sentar, y mirar un libro enfrente de una taza de café sin un guardia de seguridad que lo revise mientras pasa cada página.
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La pareja perfecta. El duo simpatico.

Existen personas que a pesar de no tener audífonos puestos en sus oídos (orejas) parecen como si todos sus movimientos fueran guiados por bits de música alegre. La pareja, de la que hablaré hoy siempre se mueven coordinados, nunca se separan. Desde que llegan hasta que salen con la bolsa llena de libros de diseño, siempre permanecen juntos.

Él es mayor y habla con más propiedad, ella a su lado es menor y afirma que todavía va a la universidad. Ambos son la pareja perfecta, llenos de estilo(s), moda y sobre todo actitud. Qué actitud(,) poseen desde la entrada, cuando sonriéndonos(,) nunca aceptan nada pues ambos en coro confiesan que vienen de comer o de tomarse un café. Odian por tanto que les acompañemos (mostremos libros,), tan sólo se quedan ahí, bailando juntos, de un mueble a otro y mientras miran los libros sus manos se cuelan entre los bolsillos del pantalón de él o sobre el hombro desnudo de ella.

Él siempre está vestido con una chaqueta de pana de color tipo Miami Vice y ella es una linda chica de nuestro tiempo que con pantalón entubado y pegado a los tobillos muestra su cuerpo extremadamente delgado y sus camisetas estampadas dejan mostrar parte de su cuello y destacan su pelo recogido de forma casual .
Siguen bailando mientras escogen, como si las luces de la librería se apagaran para que este dúo simpático, que siempre me causa gracia, coquetearan entre letras y ritmos imaginarios sorprendidos por la belleza del lugar y por la memoria del sitio, aquí donde por primera vez lejos de la mirada de los amigos en común, podían estar solos disfrutando de su mutua compañía y además conociendo nuevas publicaciones.

Ellos son pura seducción y son la pareja perfecta. Siempre sonríen y se consienten. Cuando ya se han ido en el ambiente queda un cierto agrado, al ver una pareja que se besa enfrente de un libro y sale cogida de la mano.
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Fausto, y la sonrisa

Los miércoles hay cine en la librería. No mucha gente va, pero alguien siempre llega. Esta vez fue hermoso ver la sonrisa del hombre de edad, que muy paciente esperó que la instalación electrónica le diera una sesión especial para él, pues era el único publico que había acudido cumplido a la cita.

Al llegar, comentó que había estado con sus hermanas y había interrumpido las onces, diciendo:
-Tengo que ir a ver "la película".
Me imagino a las hermanas sentadas al frente de una taza de chocolate con panecillos y un poco de queso, le preguntaron :
-"¿Qué película?".
El hombre les responde sencillamente:
-"La película" que voy a ver en la librería.

Un clásico del cine mudo, Fausto, se instaló frente a los ojos atentos del señor canoso que no cerró los ojos y río durante toda la proyección. Solitario pero alegre, al contrario de la película, el viejo señor, se deja seducir por el cine mudo que habla de traición, amor y tentación y se nota que le encantan las escenas donde la bella joven pone a todos los protagonistas en una encrucijada.
Seguramente al dejar la casa de sus hermanas, caminó por la calle de forma pausada pues sabía que iba a tiempo para sentarse un rato y ver de nuevo en una pantalla grande, el tratado de amor ante un mundo corrupto que Munrau había dejado para la humanidad

Sus hermanas en casa, debieron hablar de él en su ausencia comentando cómo siempre se salía con la suya, y después ya acostadas cada una en su cama, esperan a su hermano que llegará y abrirá la puerta de forma silenciosa, para no despertarlas, y sentado junto a la luz de su mesa de noche, sonreirá en silencio, recordando lo mucho que disfrutó “ la película.”
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Un extranjero, con amor por lo extranjero.

Es un hombre simpático que ha venido tres veces ya al país, y su cercano pero lejos Sao Paulo hace que hable español de manera fluida. Se aloja en uno de los hoteles de lujo, cercanos a la librería y pasea por la calle mirando Bogotá como una capital llena de oportunidades. Sin embargo, dice que desconoce su historia y poco entiende las noticias agobiantes de la política de este inmenso país lleno de misterios y de historias truculentas, cuyos protagonistas mediáticos son personajes lejanos para el librero para quien la realidad del país, en la televisión, es tan sólo otra mala telenovela de la cual prefiere no hablar.

Así que el querido brasilero, con su cálido acento pide algo acerca de la situación actual del país. Parada frente la estantería de actualidad, empiezo a sacar libros cortos, pues él insiste que no quiere algo con estadísticas de violencia o de pobreza. Realmente me da pena con este extranjero, que seguramente trabaja para el bienestar de la industria de mi país, ponerle sobre la mesa, libros de parapolítica, violencia en las calles, gobierno corrupto, guerrilla y fuerzas armadas. Desolada al igual que él, le digo que me da tristeza que en vez de una amable guía turística tan sólo hay libros que no hacen sonreír y que quizás le hagan cambiar la forma de ver el país en guerra.

Permanece sentado un rato, yo guardo los libros y le entrego un libro de la realidad de las comunidades indígenas en el Amazonas. lo hojea, y dice que quizás es bueno empezar por ahí para luego ir subiendo desde el sur hacia el norte indagando por la realidad del país. Así que mientras disfrutaba de un café recién hechos habló de la amabilidad de nuestra gente y consiguió una amiga en la mesa de al lado que le explicó la realidad del país en unas cortas palabras.

Siempre se oye mejor una dura realidad cuando viene de la cálida voz de una mujer colombiana que sonríe y le dice cordialmente que cuando él quiera, lo lleva a dar un paseo por la ciudad.
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La vida sexual de los otros.

Arreglando las estanterías de la sección de cuento corto se me acerca un hombre de 25 años, pidiéndome que lo ayude a encontrar una novela. Es demasiado apuesto y tiene ese estilo de hombre descomplicado pero seguro de sí mismo. Me cuenta que piensa viajar a Philadelphia, para terminar un postgrado en filosofía. Seguramente es un hombre que le gustaría a cualquier mujer de mi edad: aparenta ser inteligente y supongo que en las noches debe ser de los personajes que solos en su habitación alquilada en un campus universitario ponen música clásica mientras leen un libro en idioma extranjero acompañados por una leche achocolatada y unas galletas de sal que le recuerdan los desayunos de la casa materna.

Alejado del mundo y concentrado en su futuro académico, le pregunto para quien es el libro. Me dice que para su novia a la que irá a encontrar en Philadelphia. La historia me entristece pues ya no lo imagino sólo en su habitación de campus universitario, sino acompañado por una linda mujer, que vestida con piyama rosa, duerme a su lado, mientras él hace un salto entre la galleta de sal, la leche achocolatada y el hombro desnudo.

De todas formas, creo que nunca sabré la respuesta, pero si fuera un poco premonitoria diría que la novia del lindo hombre que vino a comprar el libro, leerá la vida de Catherine M., humedeciendo un poco sus calzones, y soñando como sería no compartir la cama de un hombre intelectual que concentra sus ojos en la literatura de Kant, que moja las galletas de sal dentro de la leche achocolatada y dice "hasta mañana, amor, que feliz estoy de estar aquí contigo".

Espero que vuelva, y esta vez le daré un libro que creo que le servirá, un libro no para la lejana novia, sino para él.
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Un libro ligero, para antes de dormir.

Existen personajes que entran a la librería porque tienen en su memoria aquellos años de adolescencia donde hojeaban libros antes de dormir. Muy probablemente, amaron la lectura gracias a una linda institutriz que en su región, hablaba de Joyce y de Shakespeare.
(Ahora)Hoy, es un hombre de 30 años, soltero, que no lleva anillo al dedo, que viste un traje de hombre ejecutivo y trabaja en la ciudad, gris y fría mientras desfila por las calles con su corbata color amarillo. Es apuesto y simpático .En su voz se oye un lejano acento de Caribe que lo hace aún más gracioso cuando nombra los libros que ha leído.

Le gusta venir a la librería, porque nunca sabe que leer, y alguien siempre le aconseja algo indicado. Sin duda en su apartamento cercano a su oficina, (de grandes edificios),en un gran edificio ¿ una pantalla plasma cobija su habitación y la ausencia de una amada( lo) hace que en las noches, cansado de la programación de series animadas, hojee un libro de forma pausada ,sin afán.

Me dice que quiere leer algo ligero, algo nocturno, una pequeña novela que no le pese mucho ni en sus manos ni en su cerebro. No busca algo de historia, ni de biografías, tan sólo una novela, que lo lleve a otro lugar, una novela no necesariamente de aquellas que nos hacen soñar, sencillamente una de esas que nos) pone en otro contexto.

Concluye que llevará Amsterdam de Ian McEwan. Convencido, guarda su libro en la bolsa de papel café, y dice un atento gracias. Al irse, me quedo mirando por la puerta, la lluvia a vuelto a sonar y los charcos reflejan las luces de los buses y autos .La gente (que) vuelve a su casa a buscar un poco de refugio. Lamento no haberle dicho que la novela, está bien escrita, a. pesar de lo rídiculo de su final: al fin y al cabo no sería esta la obra que le iría a cambiar su vida..
Además poco importa, muy probablemente el libro, tan sólo le permita soñar con esa lejana Holanda de mis recuerdos, pues de manera turística sólo utiliza el increíble y complicado idioma para dar nombres de calles y lugares. Es un libro sin transcendentalismos, que simplemente lo llevará en la noche a leer un relato de suspenso mejor que cualquier telenovela nacional, donde los diálogos se pueden adivinar, con tan sólo poner mute en el control remoto.
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Dos libros de cocina por favor.

Adoro esas mujeres perfumadas, que llegan del trabajo, escampando de la lluvia y de los reflejos en los charcos con el deseo de refugiarse dentro del cálido espacio de la librería. Entran siempre dudosas, sin saber si han llegado al lugar correcto, pero con la intención de llevarse a casa algo personal bien sea un capricho o algo que les sea útil.

Esta vez, era una mujer hermosa, que lamentaba haber terminado en estudios de economía y de finanzas al mirar con alegría ajena a dos literatos hablar de lo lluvioso que es James Joyce, y de cómo sería mejor leerlo a los 50 años con un poco de morfina en de la sangre, quizás en una ciudad cálida olvidando aquel Dublín frío y lejano.

Preguntó por dos libros de cocina. De manera amable la conduje a la estantería donde se encontraban los libros, de todos los estilos culinarios, que habían llegado últimamente
La dejé ahí ensimismada entre los nuevos y coloridos libros que presentan recetas exóticas y emotivas, donde la sensación entre el mirar y el sabor es relativa, pero dónde la imagen parece tan real que el cliente olvida que las fotos de suculentos helados están realizadas con puré de papa y que el humo que sale del pavo es tan sólo un poco de fósforo oculto gracias a la magia del poder fotográfico.
En mi casa, los libros de cocina se resumían a la enciclopedia Larousse, que siempre es útil y las mejores recetas estaban escondidas al lado de viejas fotografías de revistas de los años setenta donde el pudín de pato se asemeja a la textura del pan de siete granos o al brazo de reina y donde las imágenes están amarillas al igual que las manchas que quedan en el delantal de la abuela al cocinar.

Son las seis de la tarde , la mujer de unos 30 años, tiene el aspecto de estar cansada,. Quizás ya está en edad para tener algún día que cocinar, o lo más probable es que los domicilios de sushi town ya hicieron su efecto y se cansó de los palitos sobrantes que siempre incluyen. Seguramente vive sola, y ya no quiere esperar la invitación a comer en los restaurantes donde nada se compara con la comida hecha en casa (de manera singular) con esa sazón que da ese sartén curtido por diez años de cocción de carne.


Ante su indecisión, le pregunto para quién es el libro, mientras que ella sentada admira la librería diciendo que nunca había entrado y que la encuentra fascinante voltea su mirada, y me dice que para ella
_Qué tipo de comida está buscando? para una persona?, fácil de hacer? para alguien en especial?, interrogo yo dándole múltiples opciones.
Ella me responde:
-En realidad no es para mí, es para mi empleada, "la pobre no sabe cocinar nada" .
-Bueno,entonces debemos buscar un libro sencillo en el que ella conozca los ingredientes, le digo.

La cliente mira los cuatro libros que ha seleccionado, y yo imagino a la empleada, inexperta cocinera que quizás sabe cocinar algún plato de su región; pero es un hecho que para el cuerpo delgado de la clienta no son favorables ni los fritos ni las mazamorras de maíz.
No, lo que ella está buscando por un lado es que su empleada aprenda, y por el otro comer algo delicioso de comida casera.

Así que deja a un lado su cartera y una bolsa de RyR, que seguro es un regalo para un novio que sueña con que ella meta las manos en la cocina para que un día pueda llegar a cocinarle como su madre. Finalmente escoge : llevará un libro de cocina para dos, y otro de recetas fáciles cocinadas en 10´o en 20´o en 30´según sea el afán.

En estos días la gente no se toma el placer de sentarse a mirar como la cocina puede calentarnos el espíritu cuando dejamos a un lado la comunicación acelerada y cuando sencillamente, a pesar de estar solos, descubrimos un nuevo sabor en un viejo libro de cocina.
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Introducción, el librero como tal

Si se quiere empezar por algo, se podría decir que el librero es una persona humilde que al salir del trabajo tiene polvo en su nariz y va cubierto de pequeñas partículas de basuritas de páginas de los libros que acaso no ha tenido oportunidad de leer, pero que los vende con sonrisas,(o con desgano) o con besos en sus portadas.

El librero, es un hombre o una mujer fiel que siente que los libros merecen el respeto de las manos y se comporta de manera noble ante ellos pues sabe que en su silencio guardan historias, al igual que él, el librero quien al final de su jornada cierra la puerta de la librería y al apagar el letrero de "abierto" de neón color rosa, se dice que él también tiene muchas historias que contar.

Estas son algunas historias, de dígame señor librero contadas por sus protagonistas, hombres y mujeres literatos que sueñan un día con poder vivir adentro y estar acompañados de todos aquellos nombres de autores e historias con los que comparten en su quehacer cotidiano.
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