La página que falta

La página que le falta a Pablo.

El joven lector llega después de clase con su padre, quien con una sonrisa simpática y casi maliciosa, lo ha traído a la librería con la intención de que su joven hijo, tome un libro para leer esa noche en casa. Su padre, un gran lector quien siempre lleva amigos cercanos a conocer la librería en la hora del almuerzo, me dice de forma cordial:

- Muestra todo lo que tengas de literatura para jóvenes, como él. 

El pequeño niño, aún con su uniforme estudiantil, me mira como si yo fuera un gigante que detrás de su delantal se sienta a su lado, y le empieza a mostrar todos los libros de color azul que en la parte de atrás dicen 8 años.

Él sentado en una silla acorde a su estatura, me mira, y poco a poco empieza seleccionar sus libros, pasa más de una hora mirando algunos, señalando otros me dice que ya los ha leído, y que algunos fueron buenos y otros muy, muy aburridos, así que ahora duda entre dos obras maestras: "La maliciosa personalidad de Esteban" y "Juan el cuchillas".  

Tomando una decisión seria que lo se asemeja a su padre, quien a su vez nos mira desde lo alto, como quien observa cómo su patrimonio genético al igual que él se convierte poco a poco en un gran lector pues ya tiene suficiente juicio para saber desechar unos libros y preferir otros.

Al día siguiente el padre vuelve con el libro de "La maliciosa personalidad de Esteban" y al verlo con el libro en la mano, le pregunto - Ha pasado algo?

Consternado, me mira, y me dice - Sí, mi hijo te manda a decir: "Dile a la librera que le falta una página al libro, que si por favor me lo escribe a mano así sea el final del capítulo para poder terminarlo".  

Decepcionada, con el libro devuelto defectuoso en mis manos, digo que intentaré conseguirle una copia. Todo el día me quedo pensativa con el pequeño libro de letras grandes imaginándome al pequeño lector quien, con su piyama ya puesta( ) y seguramente triste fue al cuarto de los papás, con el libro en su mano diciendo,: - Hace falta una página, la página clave.

Las editoriales no responden y mi búsqueda del libro parece fallida, así que decido escribir yo misma el final del capítulo. De manera neutra no cuento mucho y no afirmo nada, para que sencillamente el capítulo pueda pasar sin transcendencia.

Días después encuentro a su padre, quien me da las gracias, y me pregunta

-Te acuerdas cuál fue el otro libro que Pablo había dudado en escoger?
-Claro le contesto – Juan el Cuchillas!

-Me lo llevo- responde el padre con una sonrisa agradable.

Al salir, recordé como a los 8 años de edad, al igual que el pequeño lector, tomaba esos libros en mis manos y comenzaba a ver cómo el mundo era distinto cuando se imagina que cuando se observa al natural, porque cuando hace falta una página, quizás debamos imaginarla, e inventar el final de la historia, pues nadie sabrá que hemos dicho pequeñas mentiras piadosas, para continuar una historia y dejar feliz a un pequeño lector.

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