Los politicos

- Mi amor, cuánto cuesta esto? -
- Melisa, no mi amor -  respondo -  y añado : - no sé señor - .
El hombre me mira y dice : -Será que alguien sabe? Qué pasa en este lugar?.   -
- Seguramente alguien sabe, pero tiene que esperar - le digo, mientras apilo unos libros junto a otros.

Son tres hombres, políticos me dicen después cuando se han ido.  Soy absolutamente ignorante acerca de las personalidades, no reconozco ni a los actores de la televisión ni a los que controlan este país, sé que es una falla pero lo prefiero así, es una escogencia personal, que me ha llevado a ofrecerle al autor su propio libro, o a un cineasta su propio dvd, sin embargo creo que la ignorancia escogida es mejor que la ignorancia no escogida, por esto es que ésta se manifiesta espontáneamente ante estos personajes, políticos del congreso, que me llaman mi amor.
Me río internamente, imagino que deben ser señores a los que se les llama, señor concejal, señor presidente, doctor o patrón.  Pero a mí me gusta llamar a la gente por su nombre a pesar que tengo un defecto genético de grabación cerebral equivocada y termino por decir otro nombre diferente.  Los apodos me gustan más son más cercanos y siempre tienen cariño,  por ésto a éstos los llamo los políticos.

Los políticos y yo no tenemos nada en común, tan sólo el mismo piso que tocamos.  Sus movimientos son bruscos y quienes creen que controlan, a la larga en un espacio como la librería, se dan cuenta que ni siquiera controlan sus nervios, pues poco a poco se impacientan de la no eficacidad.   Al llegar los políticos, ningún librero quiere moverse, es más todo se vuelve lento, es algo malvado lo acepto, pero hacemos todo lo posible para que se desesperen.  No sé muy bien porque hacemos eso, si es por el placer nuestro de ignorarlos mientras ellos gritan que se les atiendan, o quizás porque sabemos que no vienen a la librería por los libreros o los libros, sino como escenario donde uno de ellos le puede mostrar a los otros lo grande que es diciendo títulos y autores.

Yo digo títulos y autores a diario pero reconozco la mayoría de veces que no he podido leerlos, pero ellos dicen haber leído todo.  Los políticos se van ese día un poco rabiosos y pienso que en las leyes del marketing, es mejor perder a un cliente que es cansón que perder el tiempo con ellos. Así que el silencio entre ellos y yo, los hace ir y me digo, al fin al cabo si la politica me afectara quizás les diría algo amable, pero no importa que títere esté en el poder , seguiré trabajando igual y con el mismo empeño.  Y seguramente si ellos, me pidieran gentilmente un favor, seguro se los haría con gusto sin importar ¿?
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El judio tacaño y el rico ladrón

El título parece abrupto.  Hablo de religión y hablo de personas de una religión de forma despectiva; hablo de una capa social y de un descriptivo no adecuado.  Pero lo afirmo, porque es cierto.

Muchas veces, por no decir que casi todas, las personas piden descuento .  A quien se le ocurriría llegar a Harrod´s en Londres, o al Corte Inglés en Madrid, o a la FNAC en Paris, o a Dior en Nueva York, y decirle a la persona en la caja registradora de dinero - "No me hace un descuento, por ser fiel cliente?" Cómo si los precios no fueran reales, las cosas cuestan y por algo se ponen precios en ellas, y por lo tanto se paga en dinero lo que dice.  Pero no, parece que es sencillamente una maña colombiana de pedir "el descuentico".el ahorro del centavo para ser gastado luego.

Así que he puesto un letrero en la caja que dice "No se  hacen descuentos pero se aceptan donaciones".  Se han reducido en un 50% los pedidos de descuento pero, no se han llegado a las donaciones, lo cual sería grato.  

Porque el dinero si existe en los bolsillos de los paseantes de la librería.

Él, es un hombre quien creyó ser amigo de la librería, por eso pasaba una vez por semana, y hablando en confianza contaba su vida, hablaba de lo bien que estaban sus hijos en el extranjero, de lo bien que le iba, los negocios, las riquezas y la familia.  Este hombre de origen judío pregunto un día si era posible comprar unos libros y pagarlos la semana siguiente, lo que en Colombia tiene un verbo preciso, "FIAR".  No existe en los idiomas que conozco una traducción exacta del verbo fia, es más se traduce como pagar a crédito, es decir luego, cuanto tenga  como pagar.  Fiar, también es confiar, por eso uno de no debe fiarse de los personajes que dicen que pagarán, pues sencillamente no lo hacen.  Así que nuestro frecuente judío tacaño después de un año se llevo 4 libros fiados, y no compro nada, y hoy después de un año ha pagado tan sólo 2, pero es cierto que ahora que sabe que debe, no se aparece tan seguido y más bien tan sólo pregunta precios de otros libros, y dice que volverá cuando no olvide su tarjeta.

Pero no sé que es peor la tacañería o los ladrones.  Quizás los ladrones hacen más daño, pues los tacaños, no compran y hacen perder tiempo, pero los ladrones tampoco compran y también hacen perder tiempo y además se pierden los libros que llevan en sus bolsillos traseros de grandes chaquetas.

El rico ladrón, es un hombre reconocido, es un ladrón de libros de editoriales costosas.  Es tan aficionado a los libros, que si el libro no está lo pide directamente a la distribuidora.  Lo lamentable es que a pesar de ser un buen tipo se roba los libros, pues él rico ladrón tiene igual que el judío tacaño, mucho, mucho dinero, quizás el suficiente para construirse una librería de 5 pisos.  Por eso he puesto otro letrero que dice "No se regale libros sin pagar por favor".
  
Debido a lo anterior ha llegado nuestro nuevo sistema de seguridad y sus calcomanías del futuro que pitan cada vez que alguien entra o sale, lo que ha convertido la librería en una caja fuerte, con la diferencia que ahora Paganini se oye con una interferencia que hace beeep beeep, y la consecuente pregunta de : "_Tiene algún libro allí adentro señor?".

A todas estas, es triste no poder tener una librería a puerta abierta, como dicen algunos "eso será en otras culturas", pero ahora que todo está etiquetado por un código de barras, el miedo de ser atrapado por un beeep beeep, hace que la gente se comporte como debe ser: No pido descuentos en precios fijos y no me robo libros, aunque sería bonito que hicieran una donación para cambiar el ruido del beeep beeep del pito de la entrada.
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Ser escritora

15 días ya han pasado, sin que haya publicado.  Virgina Woolf decía que una mujer que desee escribir necesita tan sólo un cuarto propio y dinero.  Tengo lo primero pero no lo segundo pero eso no me impide que la módica suma de un trabajo físico remunerado por horas no sea recompesada por algo más valioso que el dinero, como son las historias y los encuentros a los que el destino deja que yo me acerque o más bien que éstos se acerquen a mí en la librería.

Por 1.25 céntimos de euro se calcula mi pago por hora en la librería, 2 dólares, o 4.000 pesos, lo que hace que el cuarto de hora sea, más o menos 0.30 euros, 0.5 dólar o 1.000 pesos, lo que lleva a que el minuto sea a menos de 0.02 euros, moneda que ni siquiera existe ,0.0333 de dólar , o 66.67 pesos colombianos.  Sin dejar atrás, que los céntimos de euros, nos permiten a los libreros almorzar una pequeña merienda, mientras todos juntos alrededor de una sopa, sabemos que nosotros, los libreros, estamos en vía de extinción y por lo tanto en tiempos de guerra, las raciones entre amigos saben mejor.

Pero he descubierto que estas sumas y restas de minutos no se comparan al valor de poder hacer a la gente feliz, pues escoger ese libro que hace sonreír al destinatario, al servir una taza de café con gusto, al intentar una forma de corazón en un cappuccino para dos enamorados, al mover toda la sección de ciencia en 15 minutos y armarla en unos 30 minutos más, al dejar que al final del día mis uñas llenas de polvo se escondan dentro de los bolsillos al saludar a gente distinguida en una exposición nocturna, o al sencillo hecho de poder compartir mi vida en un trabajo que sencillamente no tiene precio, me hace ser feliz y me hace sentir que escribo por un motivo.

Pues el ser librero, es ser escritor, y por eso a pesar que han pasado quince días, escribo. Años después leeré y saborearé esta linda tarea que practico a mis 27 años.  Me han dicho el otro día,: - Estás desperdiciando tus años de actividad productiva.  

Es curioso cómo parece ser tan extraño para el resto del mundo una persona que sobreviva por sus propios medios, escogiendo lo que realmente quiere hacer.  No creo que desperdicie mi vida, al contrario, la humildad y la nobleza de este trabajo me hace ser una mejor persona, pues cuando voy a otro sitio y veo las capas sociales de nuestro país, reconozco el cansancio del otro en mi espalda cuando amablemente me trae un plato de carppaccio.  

Si muchos entre nosotros, realizáramos un trabajo no remunerado "como se debe" a nivel económico, el mundo andaría mejor.  Pues si todos de forma pasiva esperamos a que nuestro trabajo sea justificado en números y no sentimos la satisfacción de realizar un trabajo sencillo y bien hecho cómo el levantar una caja, pero levantarla bien no aprendemos que a veces el dinero no lo es todo, y le digo no a Virgina Woolf, una mujer no necesita de un cuarto propio y dinero para ser escritora, tan sólo necesita un poco de silencio y algunos cigarrillos, por los menos los que queden, no un número exacto. 
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El matrimonio fatal del amor

Está bien, he de confesar que desde mi temprana edad, mi mamá insistía en las reuniones familiares: - Yo nunca la veré a ella, vestida de blanco.  Sí, considero que el fiasco de los matrimonios a mi alrededor me hizo perder la ilusión del amor eterno rodeado por grandes e ilustres miembros familiares y amigos quienes reunidos, alzarían una copa de champaña, de la que tanto trabajo había costado decidir que etiqueta se vería mejor, y festejarían todos gritando: "por los novios", y entre esos dos novios, estaría yo vestida como blanca y pura paloma. 

Seguro el amor no es para mí me dije desde siempre, por lo menos no el amor que se viste de frac y de vestido de encajes, y que esconde la tradición de parecer que es eterno y que siempre se llevará dentro del corazón. Insisto que el amor es tan sólo el presente, y si se tiene en cuenta eso, se podrá pensar que el futuro traerá nuevos presentes, pero el presente no es el futuro, como muchos los proyectan al aceptar al frente de todo un público testigo: Sí, te amo y seré siempre tuya.

Ahora bien, créanlo o no, la librería tiene un espacio de 60 metros cuadrados dentro de los cuales transitables serán si acaso, unos 10 metros.  Pero parece ser que el amor cabe por todas partes y por eso, en una noche de viernes un poco lluviosa, dos personas contrajeron matrimonio la librería.  Pero para llegar a esto, tendré que ser gentil con el lector y explicar quienes fueron los autores de este fatal matrimonio de amor.

Él.

Mucha gente de mi familia, bajo sus críticas sobre "Qué haces con tu vida como librera? ", y agregan: - "Quieres ser acaso una muerta de hambre siendo una bohemia?, en el mundo corporativo está el futuro y el dinero, no en los libros".  A lo que respondo: Yo de bohemia no tengo nada, ni siquiera el sonido cliché del bohemio, pues creo que detrás de mi Mac, ejecutando scripts durante la noche para mi otro trabajo, aquel que trae los números grandes a mis finanzas, no es una actividad del todo bohemia pero ellos insisten, así que para describir al bohemio o falso bohemio que el imaginario colectivo de algunos miembros de mi familia tienen, lo describo a él: el novio.

El novio es filósofo, y ha encontrado una religión: la literatura, y ha encontrado un dios: Spinoza, un espíritu santo: Bolaño, una virgen María: la dueña de la librería y ha encontrado un templo: la librería.  Por eso mismo, al ritmo en el que él transita en su vida, porque los bohemios transitan de manera pausada y casi como unos grandes psicóticos que aparentan ser normales al tomar un café, pero de quienes el resto del mundo ignora que dentro de sus mentes vacilan muchos personajes que le hablan jalándole los pelos desde el cráneo.  Él, el novio, es aburrido, yo personalmente no soporto cuando alguien necesita evangelizar a los otros, y menos aún cuando los involucra en sus ritos.  

Un día ya saliendo de la librería, la librera me toma de la mano y me dice que si me quedo para leer en voz alta el texto de este filósofo bohemio, el futuro esposo, ha preparado esta noche para una tertulia.  A veces, creo que pago mis karmas a diario, quizás el karma de haber puesto durante un viaje entero a música protesta en el carro y haber obligado a otros a oír estas voces incomprendidas del mundo del cono sur, que todos odiaban y yo amaba.

Igualmente esa noche colaboré leyendo en voz alta el texto de su obra de teatro donde el bohemio acompañado de sus amigos cercanos convierte a los libreros de turno en cómplices de sus textos suicidas.

Tratando de escapar de la obra, la librera me atrapa y me dice –
-Él, quiere realizar su matrimonio en la librería, que tal te parece? - simpático no? Absurdo,- respondo, pero siempre es bueno lo absurdo, sale de lo normal y eso está bien.
Así que el día anunciado por la noche, entre nuestros 60 metros cuadrados y toneladas de libros, movemos las mesas y ponemos las rosas, para esperar a la linda pareja que piensa casarse bajo el templo consagrado de todos los autores y mentores de su vida.  

Ahora explicaré quien es la novia.

Ella.

Ella es una muchacha hermosa, de gran gracia, pero perdida en el amor ha refundido su sentido en común al no darse cuenta que el filósofo bohemio la ha embaucado en el mundo perdido de las letras sin fundamento bajo la filosofía que del amor vive el hombre, a lo que me dan ganas de adjuntar y … no sólo de caviar ,como el gran libro policial de suspenso de los años 30.  De esta misma forma, esta joven, raza blanca, acepta de la mano de este filosofo bohemio, el compromiso de contraer matrimonio en el templo de éste, donde ella ocasionalmente va a acompañarlo en sus tertulias, y donde lo mira desde lo lejos diciendo, este es mi hombre, este es mi poeta.

El ritual.

Sin más ni menos, los novios, de forma casi cómica y absurda como un viejo film del adorado Keaton, entran a la librería el día de su matrimonio vestidos a la usanza de los años 30, y detrás de ellos toda una familia que tenía más cara de entierro que de felicidad.  Cada miembro familiar y cada amigo se acomodan en los 30 centímetros cuadrados que le corresponden y se sientan a ver lo que sería para ellos peor que la guillotina para Ana Bolena, quien al fin al cabo, había proclamado su amor por el Rey a pesar de su cabeza, pero aquí la cabeza de la novia ya está perdida, y su nuevo esposo es su Rey intelectual y sentimental.

La familia no sonríe, en realidad nadie sonríe, ni siquiera los novios, que no soportan ver que nadie sonría salvo los libreros que mueven cosas e intentan que todos estén cómodos.

Una situación tan ridícula como pretender que en un entierro el muerto se sienta confortable en su ataúd poniendo una almohada debajo de su cuello, un poco más alta para que pueda ver a los invitados.

La ceremonia.

Todo empieza y todos desean que termine lo más pronto posible.  El novio recita, la novia canta sus versos, nadie entiende nada y en los momentos de silencio en los que se debería aplaudir, nadie aplaude.  Luego de una hora de proclamar su amor bajo los ritmos de las rimas y una proyección en video, tres personajes, amigos íntimos del novio se levantan, y hacen una representación cómica con sombreros prestados a última hora.  Mientras el show continua, la madre entra en lágrimas, lágrimas internas, pues la frigidez de esta mujer no logra ocultar su dolor al ver a su hija, quien con un vestido rojo español y una flor plástica en la cabeza se dirige a su esposo como "el poeta", así que en lugar de demostrar lo que siente la madre de la esposa se preocupa por las mortadelas calcinadas por el calor y por los quesos derretidos en las bandejas de cartón.  
 
El padre presente pero ausente, tan sólo prefiere pensar y el resto del público degusta el vino y todos a su alrededor en los 10 metros disponibles prefieren no hablar del tema, ni de lo ocurrido, ni de cómo dos personas bajo la excusa del intelecto, definen el amor bajo las leyes de escritores muertos, donde el azar y el destino es la excusa para que el ridículo sea justificado.
Engañados todos, hasta nosotros, el matrimonio termina con la fuga de los novios quienes ni siquiera se quedan a recoger el desorden causado por su actuación donde, como mercaderes, vendieron un espectáculo y una vez finalizado se fueron a amarse hasta el amanecer.

Al día siguiente, se respiraba en la librería el sentimiento que el amor no es verdadero, sobre todo cuando ante la tragedia de la familia de la novia, los libreros reían detrás, confesándose los unos a los otros, que fuimos más locos nosotros en permitir semejante desorden que los novios quienes nos confiaron su ritual, sin pago alguno, y dejaron su templo adorado en un total caos.

Como dice un librero, era una plaza de mercado de Marrakech, donde encantadores de serpientes, se aprovecharon de nuestra buena voluntad.  Y aprendiendo de esto, se concluye, no "esperamos que el matrimonio sea para siempre", sino "esperamos que no vuelvan a haber matrimonios como éste", aunque suene en rima, como los versos que ella cantaba a él, su poeta -esposo.
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El calentamiento del planeta

Es un señor demasiado serio, su cuerpo es amplio y su alta estatura lo hacen ver como un gran señor de otros tiempos quien al entrar por la estrecha puerta de la librería, me entrega su bastón mientras él pausadamente se quita su abrigo y su sombrero.

Desde que llega, hacía ya algunos meses que no andaba por esta ciudad, me pregunta mi nombre, y me estrecha la mano.  Me pregunta además, que recorrido he hecho en la vida, y mi historia, la cual le parece absurda, le hace sonreír y me dice:

  - Sabes, uno debe hacer lo que lo haga a uno ser feliz, sino uno se pudre por dentro, y es ahí cuando se va muriendo, la gente no se muere por morirse sino porque se ha podrido por pedacitos desde siempre.

- Igual que el planeta, añade, - el planeta se está pudriendo y como ahora nadie le interesa pues se anda muriendo.

La trágica situación de nuestro planeta dada la acumulación de las consecuencias históricas del haber perdido la noción y el sentido de la ecología hace, en parte, que olvidemos la necesidad de concientizarnos del problema real ; sin embargo, creo que mucha gente piensa que tomar en cuenta unas opiniones de alerta sobre la seguridad planetaria puede parecer absurdo, pues nadie ve el peligro inminente que se abalanzará como un tsunami en algunos años y que seguramente como dice este hombre mayor "tendrá consecuencias, imposibles de restaurar".
 
Así que de forma, puntual me dice, - Tráigame todos los libros de recalentamiento global -. Buscando encuentro algunos pero no los suficientes para calmar su apetito el mismo con que devora los 3 merengues que le entrego con su tinto.   Sentado y pensativo pasa una hora calmada, al ritmo del blues parisino, un gran cd que ponemos siempre que necesitamos ánimo. 

Mientras baja sus anteojos de forma lenta, me dice - Yo soy el fundador, de la primera comunidad útopica autosostenible, absolutamente ecológica que logra reconstruir la ciudad amada donde todos tienen derecho al conocimiento y a la naturaleza. No son una sociedad ecológica a la manera de salvaguardar el ecosistema sino que permite además crear que sus recursos sean más y mejor usados.
Me dice el gran hombre interesado en el calentamiento global, quien en algunos 30 años ya quizás no esté en este planeta, que siempre le tenga a la mano cuando llegue lo mejor que haya llegado del tema.  Saca de la bolsa, los libros que ha pedido que le trajéramos de los Estados Unidos, sobre su comunidad utópica, de la que curiosamente poco se oye hablar en este país, pero que es famosa en el exterior, y a donde grandes científicos traen a sus discípulos para que sean testigos de este acontecimiento que lleva ya casi 40 años y que ha sido realizado gracias al hombre que tengo enfrente.
 
Me lee un fragmento que dice así:
-Quien no sueña, ya se durmió".  Me sonríe y me dice un gentil hasta pronto, y - haga la tarea, señorita - .

Afirmo con la cabeza, y cerrando la puerta detrás de él, sueño que me encantaría tener una librería donde nunca faltara ningún libro que la gente necesite y en donde que siempre haya nuevos libros que puedan ser descubiertos.
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La página que falta

La página que le falta a Pablo.

El joven lector llega después de clase con su padre, quien con una sonrisa simpática y casi maliciosa, lo ha traído a la librería con la intención de que su joven hijo, tome un libro para leer esa noche en casa. Su padre, un gran lector quien siempre lleva amigos cercanos a conocer la librería en la hora del almuerzo, me dice de forma cordial:

- Muestra todo lo que tengas de literatura para jóvenes, como él. 

El pequeño niño, aún con su uniforme estudiantil, me mira como si yo fuera un gigante que detrás de su delantal se sienta a su lado, y le empieza a mostrar todos los libros de color azul que en la parte de atrás dicen 8 años.

Él sentado en una silla acorde a su estatura, me mira, y poco a poco empieza seleccionar sus libros, pasa más de una hora mirando algunos, señalando otros me dice que ya los ha leído, y que algunos fueron buenos y otros muy, muy aburridos, así que ahora duda entre dos obras maestras: "La maliciosa personalidad de Esteban" y "Juan el cuchillas".  

Tomando una decisión seria que lo se asemeja a su padre, quien a su vez nos mira desde lo alto, como quien observa cómo su patrimonio genético al igual que él se convierte poco a poco en un gran lector pues ya tiene suficiente juicio para saber desechar unos libros y preferir otros.

Al día siguiente el padre vuelve con el libro de "La maliciosa personalidad de Esteban" y al verlo con el libro en la mano, le pregunto - Ha pasado algo?

Consternado, me mira, y me dice - Sí, mi hijo te manda a decir: "Dile a la librera que le falta una página al libro, que si por favor me lo escribe a mano así sea el final del capítulo para poder terminarlo".  

Decepcionada, con el libro devuelto defectuoso en mis manos, digo que intentaré conseguirle una copia. Todo el día me quedo pensativa con el pequeño libro de letras grandes imaginándome al pequeño lector quien, con su piyama ya puesta( ) y seguramente triste fue al cuarto de los papás, con el libro en su mano diciendo,: - Hace falta una página, la página clave.

Las editoriales no responden y mi búsqueda del libro parece fallida, así que decido escribir yo misma el final del capítulo. De manera neutra no cuento mucho y no afirmo nada, para que sencillamente el capítulo pueda pasar sin transcendencia.

Días después encuentro a su padre, quien me da las gracias, y me pregunta

-Te acuerdas cuál fue el otro libro que Pablo había dudado en escoger?
-Claro le contesto – Juan el Cuchillas!

-Me lo llevo- responde el padre con una sonrisa agradable.

Al salir, recordé como a los 8 años de edad, al igual que el pequeño lector, tomaba esos libros en mis manos y comenzaba a ver cómo el mundo era distinto cuando se imagina que cuando se observa al natural, porque cuando hace falta una página, quizás debamos imaginarla, e inventar el final de la historia, pues nadie sabrá que hemos dicho pequeñas mentiras piadosas, para continuar una historia y dejar feliz a un pequeño lector.
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El mundo del horror.

El librero es una persona que reconoce que la verdad para cada cual es única y sus gustos están relacionados tan sólo por su propia identidad y por lo tanto todos en este planeta tienen derecho a ser como son y más si se trata de libros, donde la personalidad de cada cual se va forjando con las lecturas.  

Los libros son un vicio sano mientras no sean excusa de matanzas y asesinatos contra la misma humanidad, sin embargo, no estoy de acuerdo en afirmar que los libros son los causantes de éstos, creo que es más el contexto socio cultural y económico, influenciado por las tendencias históricas, el que crea de manera circunstancial, a esos personajes, que con la excusa de unas letras impresas realizan casos horrendos y de gran lamentación para el mundo.  Pero insisto no son los libros o sus autores, son sencillamente los lectores.

El librero sabe que muchas veces entrega a los compradores de libros, libros que quizás nunca estarían en su mesa de noche, pero la libertad conlleva el aceptar que todo el mundo es diferente y no como uno quisiera que el mundo fuera.
  
Ella es una niña de unos quince años tímida, que viste de negro y mira de reojo con temor y rabia su entorno, pero con la misma actitud como si entrara a un templo: silenciosa y casi sin hacerse notar, pide de manera pausada pero segura, dos libros: Meridiano de Sangre y los Diarios Satánicos de Lord Byron.

Con una mirada penetrante y casi llena de dolor, nos mira como si pensara que la fuéramos a juzgar mal dada la firmeza con que nombra sus libros y la manera de tomarlos en sus manos de forma magnética, como embrujada, como si se tratara de algo grave; sin   embargo, sus gustos por estas dos novelas históricas que tienen más escandaloso su título que su contenido, no nos causa impresión.  

Un poco más en confianza, al no sentirse juzgada, mira los precio y me dice que llevará los dos.  
Entonces me levanto y le entrego el libro El Horror según Lovecraft, y le digo:- Si te interesa este género, seguramente te gustará éste -.  Encantada al sentirse en confianza mira con precaución y lo toma en sus manos, mientras hojea de forma rápida algunos cuentos.  
La dejo un rato para que lo mire con calma.

No me causa sorpresa alguna que una joven de su edad este buscando sangre y matanzas en los libros, pienso que quizás en la literatura encuentre una respuesta a sus problemas de adolescencia, y agrego para mí misma, esto no significa que si mañana se encuentra un asesinato registrado en un periódico amarillista o un suicidio inducidos por la lectura de dos libros, sea algo bueno, pero estoy segura que esta niña encontró en el librero, la aceptación de ser como es sin ser juzgada y eso hace bien.

Al pagar los libros escogidos, mira con nostalgia la carátula de Lovecraft, y dice que cuando termine los otros dos vendrá por este, y agradece con una dulce sonrisa de niña que detrás de su pelo negro y largo y sus uñas de múltiples colores mordidas en los días en el colegio, sale guardando los libros en su maleta sabiendo que adentro lleva algo que la hace ser feliz : historias de malvados, y villanos, llenos de sangre y pasión.  

El mundo del horror no se encuentra dentro de los pequeños adolescentes que se enfrentan al mundo, se encuentra en esos adultos que les hacen la vida imposible, y que desconocen lo que leen a escondidas durante la noche.
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El mapa del universo

El es un hombre joven, apuesto, delgado y tiene mucho estilo al entrar a cualquier lugar.  Sus ojos claros, dejan ver cierta inocencia y ternura, al pedir de forma discreta y casi al oido un libro para su novio.

- Esta vez quiero sorprenderlo y dejarlo con la boca abierta - me dice.

Buscando entre varios temas, porque él, nervioso, piensa que tan sólo le queda un día para encontrar el regalo perfecto para su querido amado.  - Intento tranquilizarlo y le digo que seguramente encontraremos algo - El mira al techo y dice que tiene que ser algo que tenga tapa dura, páginas esmeriladas y color perla, impresión de alta calidad y sobre todo que se vea todo el amor adentro.  En ese momento se le ocurre una idea.

Su novio, experto en tener todos los juguetes que salen en el mercado se ha comprado un último telescopio de gran tamaño, el cual a instalado en su último piso de su apartamento penthouse, donde por las noches nubladas de esta ciudad, busca de manera permanente descubrir nuevas partes del firmamento.

Así que buscando entre los libros de astronomía encontramos un hermoso libro llamado "el mapa del universo".  Ambos sentados en una mesa, pasamos las hojas descubriendo cada detalle.  Efectivamente, era un libro que nos dejaba a los dos como él quería: asombrados.  En cada página com un atlas, el libro ilustra todas las estrellas y los pequeños objetos no identificados.  

Esa noche al salir de la librería, poniendome la chaqueta y fumandome un cigarrillo para espantar el frío, miré hacia el cielo viendo pequeñas lucesitas que andaban por ahí, pensando que mañana sería el día cumbre en que el querido joven que buscaba un libro para su novio, sentado en la terraza del apartamento de su amado, quizás luego que la fiesta se hubiera acabado, uno junto al otro, buscarían en el cielo una estrella a la cual mirandose a los ojos tendrían la misma luz de saber que se amaban, dentro de su propio universo. 

Días después pasará contento por la librería, al que al saludarlo le pregunté:

-  ¿Cómo te fue con el mapa del universo?

Sonriente, el respondió: - Muy, muy bien.  Por eso ahora vengo a comprar un libro para mi suegro.

Pero eso es ya otra historia.

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El desorden intelectual

Desde que he empezado a trabajar más seguido en la librería, he descubierto que muchos de los transeuntes, - y me gusta usar esta palabra para definir a aquellos personajes que transitan por los pequeños corredores de la librería en busca de un libro y llevan el andar de los peatones que al estar perdidos, tan sólo pueden leer los letreros de las calles - pasan leyendo en voz alta todos los autores y títulos expuestos.

En esta ocasión, son dos.  Una joven no muy agraciada, que a pesar de su corta edad aparenta ser mayor, quizás las arrugas y el maquillaje y su estilo pasado de moda, confiesa que es una intelectual.  Ante tal determinación, el librero no puede poner en duda las palabras a las que ella misma se define; si bien ella se considera así es quizás porque ella no nos considera a nosotros los libreros, más que vendedores de libros que leen contracarátulas durante la hora de los ingresos.  Su compañero, otro intelectual, mantiene una mirada tierna ante esta mujer que lo único que realizá durante sus dos horas de visita en la librería, son una repetición insesante de quejas sobre "como he de terminar mi tesis sobre Foucault.  

La pareja, es insoportable, pasán de un lado a otro desordenando y abusando del librero en la medida que hay gente que adora, sencillamente adora, decir en voz alta su gran diccionario interno de nombres y de autores, para que ante los ojos de los otros, no de ellos mismos claro esta, se den cuenta de su gran conocimiento.

Ante este espectaculo sólo pienso en una frase del apreciado y venerado Foucault por los intelectuales que ignorán que detrás de su filosofía sociológica, existía un hombre perverso que adoraba el mazoquismo como obra prima y propósito final del placer, la cual decía, "no me pregunten quien soy y no me pidan que siga siendo el mismo".  Pues estos dos jóvenes, insisto, sin gracia alguna, esperán ansiosos que se les pregunten, quienes son, a lo que responderán, intelectuales y a los que esperán que después de unas lecturas tediosas, no sigan siendo el mismo intelectual de antes sino un mejor intelectual.

Durante este tiempo, el librero, sólo tiene la obligación de observar, pues los dos intelectuales mantienen una conversación privada, y cada uno enumera, a Louis Althuserr, Georges Bataille, Georges Canguilhem, y sobre todo no podía faltar a Georges Dumézil y su fabulosa y exitante reconstrucción de la teoría mitología Indo-Aria, a la que el joven agrega - No puedes dejar de habar de Dumézil, a lo que ella responde, yo sé, yo sé, pero ahora entre Heidegger y Hegel no sé si me quede tiempo para terminar de escribir todo (y agrego este acento toooodo) lo que tengo que leer.

Así que a la hora de pagar, la mujer poco agraciada, que despúes de dos horas se me hace aún más fea que al principio, duda en la caja otros 30 minutos, diciendo en voz alta como si los libros se tratarán de sabores de helados, - quiero el de fresa, mmm no mejor el de menta, será que le pongo un poco de chocolate, o mejor llevo a Foucault como postre para la casa - dudosa e insegura; lo cual considero normal después de haber pasado 2 horas en un desorden intelectual, donde la pareja se debatía quien podía conocer más de algunos autores, se da cuenta que los precios no le convienen a su presupuesto. 

Al rescate de sus problemas financieros por llevarse en la bolsa de papel, el joven, también poco agraciado, la toma de la mano y le dice que el los compra y se los regala, a lo que ella responde - cómo se te ocurre, ni más faltaba, son para mi tesis, tengo que hacerme cargo yo - pero el insiste, y la mira, quizás como si al mirarla pensara que son él uno para el otro, y todo esto enfrente mio, enfrente de mi incansable paciencia de tener una sonrisa permanente y esperar el tiempo necesario para que todos se decidan y por fin se alejen a amarse entre las sábanas del recuerdo sexual de Foucault, y finalmente, el momento llega.  

Me miran y me dicen, llevamos todos estos - agregando en voz alta - no sé a que horas los voy a leer, y él paga la mitad y yo la otra - dice sonriendo.  El joven saca su VISA mastercard, y sencillamente deja que se deslicé por entre el codigo de barras, al igual que él se deslizará entre las sábanas de ella.  Estoy segura que no terminará sus libros, quizás porque él esté a su lado ahora todo el tiempo.

Pero el amor siempre surge y cada cual encuentra en otros una manera de solucionar el problema existencial de sentir una estructura real de los sentimientos.  Así que al despedirse les digo que suerte con los libros, y que si los termina todos, en  menos de una semana, el tiempo faltante para escribir su tesis, le regalo un xanax.

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Las 54 leyes para aplastar a su enemigo.

Existen libros a los que llamamos los "libros terribles".  Son aquellos que las editoriales envían con la intención de embrutecer a los lectores, debido a la gran tendencia hacia los libros de autoayuda o superación personal.  Es más, hace poco buscando sobre este tema, investigando el por qué realmente la gente los solicita y el interés de descubrir temas tales como, el tamtra "La filosofía del yoga en el sexo” (para durar más, sentir más y ser simplemente más), el fenómeno de Cómo hacerse gerente en 90 días y ser rico (para durar más, tener más y ser simplemente más); la necesidad de los libros de dietas para todo tipo: "Cómo hacer dieta sin dolor", (para durar más, adelgazar más y ser simplemente más), encontré que existen programas de computador para crear este tipo de textos, no de literatura, ni de ensayos, ni de crónicas, sino de simples palabras resumidas en capítulos, que por su formato se hacen llamar libros, pero para nosotros los libreros pertenecen a la categoría de los ‘’terribles".

Entra una mujer delgadísima, tan delgada que sus huesos de la cadera, dejan ver a través de su pantalón pegado que la anorexia es evidente en este mundo de imágenes de mujeres flacas; pero esta mujer es delgada por convicción, por el deseo de ser como las otras.  La misma resolución que la lleva a decirle al peluquero que la vuelva "mona".  Gringa en su actitud, con zapatos de tacón y sastre color dorado, irrumpe en la noche diciendo: - Quiero el libro de "Las 54 leyes para aplastar a su enemigo."

La mujer espera mientras una de las libreras dice: -Búscame en los libros terribles este título. Al bajar el libro que curiosamente tiene más palabras y texto que muchos de los otros grandes libros valiosos, se lo entrego a la mujer, quien alegre me dice :-Éste es el libro que tiene el querido presidente de la República, en su mesa de noche-.  

Le preguntó si es para ella.  Dando una carcajada hacia lo alto, me dice: -No es para un regalo para un amigo a quien “le caerá justo al dedo".  

El título de este libro terrible, es absolutamente genial.  Me pregunto cómo es posible que se creen leyes para "aplastar".  Uno aplasta cosas, tipo "aplaste mis gafas porque no las tenía puestas y me he sentado encima".  "Aplasté mi ropa dentro de la maleta porque no me cabía".   "Aplasté un merengue que se cayó al suelo", pero "aplastar" al enemigo, se me hace curiosamente excitante pensar que no sólo es posible, sino que existen leyes, y que son tan sólo 54.
  
Mientras empaco el libro , oigo las repetitivas palabras de la cliente que asegura dice que le será de gran ayuda a su amigo – y reitera que el mismísimo señor presidente, lo tiene siempre junto a la Biblia y a su despertador en su mesita de noche de la casa presidencial - y me digo que debe ser extraño para ese pobre hombre, quien reinando en un caballo de mentiras de este país, por las noches cuando está solo, quizás en posición fetal, en ese momento íntimo junto a su almohada donde es un pequeño humano y en el que sabe que el hombre es un ser indefenso se pregunta :-Qué diablos hago yo metido en esta casa presidencial mientras su cabeza le dice, que debe leer la ley 34 del libro blanco con rojo, en vez del verso 34 de un poema de un hombre como Jattin que quizás le sea de un poco más ayuda.

El libro para ayudar al lector tiene en su portada la enumeración de las leyes en grandes caracteres… alcanzo a recordar algunas, para aplastar a su enemigo "sea indiferente", "hágase indispensable para algunos, inútil para otros", "no tenga amigos", "nunca diga la verdad", "haga todo a medias"...  Me detengo y la miro, pienso en Fahrenheit 451 (343), el libro de Bradbury? y digo debería haber más bomberos pirómanos, pero éstos deberían quemar los libros terribles, y más si están en mesas de noche de gente que tiene el poder de fabricarlos.
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La libreria

Ha pasado casi un mes en el que he dejado de escribir reseñas sobre los personajes que he conocido .He tenido la oportunidad, después de casi un mes de dejar de escribir sin crear ninguna reseña sobre los personajes que he conocido.  Sin embargo, este tiempo de pausa pues lo he creído necesario,me ha permitido (en) leer durante las noches, pensar en mis días y descubrir que muchas veces a través de la literatura que entrego muchas veces en mis manos a personas que la necesitan más que yo. 

Por este motivo, decidí parar unas semanas, para tomar aire, mirar de nuevo y convencerme que ésto tiene un sentido.  Ahora vuelvo, tomando mis pequeños post- it, en la pared de mi habitación, donde han quedado las pequeñas historias anotadas de manera rápida antes de continuar mi siguiente jornada como librera.

Aprovecho esta ocasión para volver a hablar del término librero.  Este término ahora lo uso con más propiedad.  

Me preguntan:  - ¿A que te dedicas? y respondo con orgullo: - soy librera.  

La inmediata reacción de las personas es decirme - ¿Qué quiere decir?  Vendes libros... y yo aclaro : - Ser librero es saber que los libros necesitan a las personas de igual forma que las personas los necesitan.  Por eso, no soy una simple vendedora, detrás de un counter de dinero (porque a veces el dinero es escaso en las ventas del librero, por no decir muchas), y los libros no aparecen por un pequeño ascensor cuando la persona los nombra. Ser librero es saber escuchar un poco más allá del enunciado del libro, ser librero es saber que cada persona entra a la librería siempre por alguna razón más que la de llevarse un libro.  

Muchos llegan por el librero, pues sabe que él siempre estará ahí.

Describir la librería es una tarea difícil.  Creo que aún no estoy del todo preparada para enseñarle al lector este mágico lugar donde las cosas aparecen y desaparecen, sin embargo voy a
tomar el intento de hacerlo.

La mayoría de las personas que entran a la librería (Cuando se entra a la librería, la gente, en su mayoría, siempre) se siente asombrada bajo la intimidante (forma de la) disposición desordenada, pero coherente, en la que se encuentran los libros.  Hay frases de los libreros con los que trabajo que adoro, hoy oí de nuevo una muy familiar : - No se encontró, lo sentimos.-  Y es un hecho, eso pasa, los libros parecen a veces esconderse, como si fueran seres, pequeños duendes que cuando los solicitan y desean irse (a su casa) saltan a los ojos del librero y éste los ve y los lleva orgulloso a las manos del cliente.  Pero hay otros, que se esconden tan bien que se pierden (terminan perdidos) y luego de unas semanas, se oye como alguno de nosotros decimos en voz alta : -Dónde diablos estaba metido el libro del recalentamiento global, mírenlo apareció aquí.-
Por este motivo, es común escuchar: -Saben? en la librería hay algunos que dicen: - He escarbado, y he encontrado un par de joyas".
  
Lo bonito de ser librero, es saber que cada persona tiene sus propias inquietudes, miedos, traumas y recuerdos.  De esta forma  la mejor conversación se descubre cuando la sinceridad de asumir la preferencia por un tema o por un autor tiene respuesta en un librero atento, que al oír, puede dar una respuesta.  Sobre todo cuando se repite la frase de "no se encontró" el librero debe poder decir, -no se encontró, seguro es por algo, pero aquí hay otro que es mejor para usted."

El librero es un hombre feliz y ríe más seguido de lo que aparenta, porque sencillamente en ese universo con olor a libro, se respira cariño por cada pequeño detalle.  Y en la noche, el librero siente que hizo un buen trabajo.
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Rinrín Renacuajo

Esta abuelita, es una abuelita viajera. Sus hijos ya todos casados con europeos, han tenido nietos a los que ella, sólo dos veces al año va a visitar. Ellos pocas veces han venido a Colombia. Por eso desde la ventana, veo una pequeña cabeza, que salta detras del letrero de "por favor toque la puerta". Debido a los problemas financieros de la librería, no se tiene un sistema de seguridad óptimo, la gente cree que esta cerrada siempre porque ven una puerta cerrada, sin embargo mucha gente ya no lee, y si no es una puerta automática que se abre a sus pies, se les olvida que hacer un sencillo "toc-toc" abre puertas.

Así que la veo saltar desde la calle, y le abro la puerta. Ella es muy pequeña, ya está en la edad para caminar despacio y de cargar sus años bajo la joroba que sobre sale. Sin embargo, es una abuelita de alta costumbre bogotana, viste los zapatos combinados del color de su cartera, y su blusa es un color neutro beige entre su falda café y su saco igualmente café.

Sonriente dice que viene por los regalos que va a llevar a Barcelona. Me pide, tomándome del brazo, casi como si yo fuera un gigante, que la lleve al segundo piso donde esta la sección infantil. Aprentándome el brazo con sus uñas pintadas, me dice que tiene un nuevo nieto y que quiere contarle historias para antes de dormir.

Una vez arriba, le digo que se siente, y le saco una colección de libros. A veces, el librero sabe que es lo que quiere la persona que pide el libro, sin embargo como en este caso, sabe que la abuelita a venido con la excusa de comprar un regalo pero también de quedarse un rato mirando libros. Así que saco muchos libros que sé en el fondo no le van a gustar. Luego en el quinto libro, le entrego en sus manos el libro de Rafael Pombo, de sus fabulas ilustradas, donde ella, inmediatamente reconoce, que "esto es lo que he buscado". Sonriente, me dice, Rafael era un genio, yo siempre lo amé y me se todas sus fábulas.

Al bajar, me dice que si llevo yo el libro mientras ella me coje del brazo. Bajamos juntas, despacio, no hay afán y ella esta feliz. Mientras empaco su regalo para su nieto catalán, se sienta en una silla alta, y mientras mueve sus pies en el aire como un niño se queda cantando un rato la fabula de rin rin renacuajo, que dice así: "El hijo de rana, Rinrín renacuajo, salió esta mañana muy tieso y muy majo". Al igual que la fabula ella era una abuelita muy maja, pues había comprado un libro que en Barcelona, no necesitaría de sus gafas para leerlo a su nieto, pues ya conocía las palabras desde el fondo de su corazón.
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El poeta ladrón

Existe un personaje que es muy curioso. Su historia es oscura y su forma de actuar parece ser un tanto esquizofrénica. Sin embargo, existe una cierta coherencia en su forma de hablar cuando en voz alta y de forma segura expone sus comentarios sobre la economía mundial y el problema de la expansión de los comercios.

El acepta que es un ladrón de libros. Lo ha sido desde siempre, desde que tiene recuerdos, puesto que su interés ha sido siempre conocer más. No obtiene ningún beneficio económico para llenarse los bolsillos de tarjetas de plástico de crédito, pues no posee dirección alguna. El es un nómada lector, de librerias y bibliotecas.

Acepta en voz alta diciendo: - Lo sé, ustedes saben que soy un ladrón en otras librerias, pero acá, nunca robaría, porque robarles a ustedes no tendría perdón. - mirando hacia el techo continúa diciendo - soy ladrón y siempre lo seré, pero acá ustedes siempre me sonríen y creen que uno puedo cambiar cuando sabe que va a ser mal.

Todos reímos, pues cada vez que habla, es como si la inspiración le llegará y alguien le susurrara al oído para decirle las palabras correctas. Por eso me gusta llamarlo el poeta ladrón, pues tiene un alma de poeta vagabundo y un atuendo de ladrón.

Me abraza fuerte y me dice: - Usted me ha caído bien, siento que usted es amable y además me sonríe y a mi muy poca gente me sonríe es más se asustan cuando ando por el lado de ellos en la calle. Así que afirmo, y le digo que - a mi tambien me gusta que usted sonría. Quiere un café? le pregunto de forma casual. El me responde, poniendo un brazo en su estomago y dando una venia, hacia mí, diciendo es usted muy amable.

Al entrar a la barra de café, que cabe anotar, no antes descrito esta invadida por tantos libros que los clientes de la librería olvidan que allí adentro donde el café se hace, los milímetros para
poner las pequeñas colaciones y la taza son ínfimos, tan exactos que basta con que alguien mueva un libro para que todo se caiga.

De esta forma, me asomo y le pregunto al poeta ladrón que si quiere acompañar el café con un churro. Acepta encantado. Se lo sirvo en una mesa, pero él a preferido estar de pie. Sigue hablando de forma muy fuerte, y con su mano exclama que la economía mundial ha hecho que la compañía de gaseosas CocaCola haya comprado el valle del río Magdalena, gran fuente de agua en el mundo para hacerlo suyo en los próximos años de escasees de recursos naturales en el planeta.

Alterado, dice que llevará un libro de un profesor que tuvo, alguna vez cuando no habiendo pagado la matricula universitaria, el profesor, lo dejo entrar a su aula para escuchar algunas conferencias. Paga el libro, repitiendo que el no es un ladrón en esta librería. Se va enfurecido con el mundo pero alegre de haber pasado un rato por ahí. Al recoger su café ha olvidado el churro, y pienso que quizás por pena no lo acepto, pues todos sabíamos que la plata con la que pago el libro, había sido fruto del robo de otros libros de otras grandes librerías, que luego en el centro de la ciudad podía recibir unos cuantos pesos, para pagar un libro original de su antiguo profesor. Ese es el mundo del comercio, unos quitan de ahí para dar en otro lugar.
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La filosofa Zambrano

Muchas personas, solicitan a Zambrano. Filosofa, escritora y poeta, marca el exilio de la reflexión sobre la vida, acompañada de una tragedia permanente en su dolor interno. De esta manera, un hombre, quien llega, mojado por la lluvia, me sonríe y dice, he venido por Zambrano, he conseguido el dinero para comprar el libro.

Sonriente, le digo que se siente con calma, tiene frío y seguro viene de lejos. Su cara joven detrás de los anteojos, compra el libro y se sienta a leerlo mientras afuera, los paraguas desfilan bajo el agua por la vitrina y los trancones se crean a causa de la lluvia.

Lejos del bullicio callejero, este joven hombre, toma a Zambrano en sus manos, con cara de gloria, como si por fin, pudiera tenerla cerca. Le ofrezco un café para calentarse. Humildemente, me dice que si puedo ponerle un poco de leche. Pienso que seguro no ha almorzado y por eso necesita un poco más de calorías para luego enfrentar el frío que está en la calle. Le sirvo el café y le traigo otro libro que quizás le pueda interesar. Me mira, y me dice - me estas haciendo un mal - y yo niego con la cabeza - nunca el librero hace mal, te traigo este para que lo conozcas, un libro que explica a Zambrano, a la que llevas adentro. Agradecido por el café, mira los merengues que damos en acompañamiento y pone uno adentro del café. - Me gusta que se funda entre el calor de la leche - me dice.

Recuerdo la linda imagen de ese café con un merengue que se derrite encima, y pienso en Zambrano y en su fabulosa forma particular de integrar los elementos a la realidad. Al igual que el joven de anteojos, que tranquilo disfruta de su café y de su libro conseguido con sus ahorros.
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Los autografos de los famosos

Él, ha preferido que ya en ese momento de su vida, el internet y el mundo digital y satelital no es lo suyo. Es una sabia decisión, al igual que mi mamá, gran lectora, dice que a su edad uno no se puede dar el lujo de leer lo que no le gusta. Así que entra, y me saluda de mano. Tiene el respeto por el librero, y eso es bueno sentirlo a veces. Me pide "todo sobre la violencia" de Hannah Ardent. Lamentable mi búsqueda en el sistema digital, al cual le digo la frase idiota, de "voy a buscar en el sistema", lo cual demuestra mi ignorancia siempre presente frente a 70.000 referencias de libros. Pero a él no le importa, a venido por otra razón, busca una pequeña colección de libros de aforismos.

Le bajo la colección de los libros de Ardent, y le digo, porque no se sienta cómodo mientras le alcanzo los aforismos. Le ofrezco un café al que me sonríe encantado. Él, es escritor de cuentos, viene a la librería rara vez pues siente que un libro se debe digerir lentamente, al igual que decide tomar sólo un merengue de los tres que le sirvo en el plato.

Decidido toma a Schopenhauer, al cual pienso que con un café y entre otros filosofos y música de Pagaminni es la mejor opción. Le indicó el precio, y me dice que porque es tan costoso. Seguro ha perdido la noción de los precios al encerrarse en su casa por meses leyendo tan sólo un libro. Le digo que no lo vea tan costoso, que miré - y le abro la primera página donde la firma de Schopenhauer ha sido reproducida - le digo, mira viene con autógrafo y todo. Me sonríe, dice que ha estado encantado, que no olvide el libro que había pedido en primero y que lo llamé cuando lo encuentre. Afirmo con mi cabeza, en símbolo de respeto y me dice que se lo llevará dentro de su bolsillo, la bolsa es demasiado grande.

Pienso que en la calle, el escritor de cuentos, meterá su manos en los bolsillos, aún con el recuerdo del dulce del merengue combinado con café en su boca, y pensará, que tengo razón, lleva adentro el autógrafo de su escritor favorito.
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Los policias a Sangre Fría

Tomando un libro de la vitrina, y dejando caer un par pues son un domino andante que basta con un suspiro para crear el caos literario como un castillo de cartas, entran dos policias a la librería.

Inmediatamente, pienso que vienen a hablarme de la seguridad del barrio. Sorprendentemente me hablan casi en susurros, temerosos del lugar y de solicitarme un libro. Me dicen que si tengo el libro de A sangre fría de Capote. Los miro, y me sonrío - Es un libro perfecto para ustedes, seguro lo tenemos. - les preguntó - ¿Por qué les gustaría leer ese libro?. - Me lo han recomendado.

Al tenerlo en sus manos, el policia, lo inspecciona de un lado a otro y me pregunta, - de que se trata?. Le cuento en cortas palabras la historia. Solicita el precio y me dice que va ahorrar para comprarlo, y quizás se lo lea con su colega, quien ha venido también a la librería. De forma graciosa, me dice pero si ya le conté la historia para que lo compra - yo le digo, que toma el riesgo de pensar, que le he contado la historia correcta, pero que quizás me he equivocado. Así que cuando vuelva me cuente lo que él vio en esa historia.

Sonriente, lo deja en la mesa, me sonríe y toma su papel civico y me pregunta - ¿cómo hacen ustedes para cuidarse de los ladrones?.

Le digo que aunque el librero no es muy creyente uno se encomienda a Dios para que no se lleven los buenos libros, pues los ladrones siempre existirán y uno como librero ya los reconoce. Vienen en grupos de 4 personas, tres hombres grandes con chaquetas de cuero y una mujer que siempre pide los libros que se encuentran en la parte superior, y trae una cartera que deja en una esquina, - de doble fondo - le explico.

Le cuento la historia, que hace unos días, cuando un grupo de ladrones entró. Le digo que lamentablemente, ni tenemos el dinero para poner seguridad en la librería con cámaras de video ni detectores de códigos de barras, además no nos interesa. Los policias me miran con admiración, y me dice - y que hace usted en esos casos. Le respondo diciendo - me siento con ellos y les hago tantas preguntas, que se sienten incómodos, vigilo, lo cual es jarto, - ustedes deben saberlo la pereza que es vigilar - añado, pero al final como esa vez, se fueron sin llevarse nada, tan sólo un cafe y un pastel en sus panzas, y la desilusión de tener unos libreros más vivos que ellos.

El policia me dice que entiende, pero que tiene miedo que pase algo, así que me da su numero de celular y me dice que no trabaja cerca pero si pasa algo le avise. Al anotarlo le pido su numero y le digo - esta bien aquí anoto su numero señor teniente - y me dice no yo soy subteniente, y yo le respondo, yo lo pongo acá teniente le subo el cargo, acá se le dirá teniente y más cuando después de Capote, se de cuenta de lo lindo que es la literatura.
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La labor del librero

He encontrado hoy, un lindo mensaje, decía, "encontrar un buen libro, es escoger a su librero, escoger un libro es encontrar un buen librero". No sé quien la escribió, sin embargo esa es mi labor. Al llegar a casa, me siento en el sofá con mis dos peces, y recuerdo el día, la gente que conocí, los que hablaron conmigo, los que me hicieron reír y a los que hice reír. Algunas historias, me hacen sonreír en secreto, otras por alguna razón sacan pequeñas lágrimas.

Mucha gente no entiende la labor del librero. Sin duda piensan que tan sólo es un vendedor. Piensan que mi trabajo es algo temporal, de manera que mi vida de escasos recursos, es sólo porque no consigo un trabajo, como mi trabajo anterior detrás de un computador, iendo a reuniones con Ministros, presentando proyectos ante juntas directivas. La librería es tan sólo un lugar donde entiendo la razón por la cual, los libros son nobles, esconden historias como yo, tienen un pasado pero ofrecen un futuro.

Hoy, una mujer que triste entra a la librería y me agradece que le de un libro que con delicado gusto le he recomendado para curar su corazón roto. Esa es la magia, pero como la magia muchos incrédulos no sienten que los libros cambian la vida. A mi, me la cambiaron desde corta edad, cada libro marco una época, y mi curiosidad me llevo a sentir cerca a escritores lejanos que en mis manos se convertían en amigos. Escogía los libros por mi sola.

Empecé a visitar las librerías del barrio, las cuales en la época eran cuatro. Ahora no queda ninguna.

La primera que recuerdo con mayor emoción, es aquella que después de clases, aún con mi uniforme visitaba al librero para comprar libros de segunda, pues la mesada no daba para los nuevos. Un día el librero, al ver mi mente joven, me dijo que me iba a mostrar algo que nunca olvidaría. La primera edición del Quijote. Era hermosa, con cuidado me mostraba las páginas, y aprendí la importancia de la historia y de su recuerdo. Luego me dijo que su profesión era comprar bibliotecas enteras, las personas que las vendían se querían deshacer de los libros viejos de alguien, que seguro ya estaba muerto. Estas familias, vendían sus historias, y el librero, vendía a niñas como yo los libros universales, pero él, encontraba joyas que guardaba en secreto. Joyas, como una que me mostró otro día, un acta de liberación de esclavitud de una mujer de raza negra que era liberada por un español. Le daba su libertad, firmada. El librero, buscó y encontró a sus descendientes, a los cuales les entregó el original. El guardaba la copia, y creo que al igual que yo, mirábamos diciendo que escondido dentro de un libro, había entregado a esa familia su historia, gracias al librero su labor fue cumplida, entregar un doloroso acto a un feliz encuentro.

La segunda librería, era aquella que quedaba un poco más lejos de mi casa, era la época donde iba a cine sola, con permiso materno. A la salida siempre me acercaba, ya tenía más capacidad de ahorro, y podía comprar algunos libros. Este librero, fue quien me contó detalles de la vida de Shakepeare y su relación complicada con Victor Hugo, allí conocí a Schopenhauer, el librero dudo siempre de mi interés, pero me dijo que era probable que no lo entendiera, pero que sin embargo era un buen ejercicio, el mismo ejercicio que era subir de nuevo a casa, teniendo un libro en mis manos, que representaba una fuente de conocimiento a la que yo, gracias al librero, lo tenía en mis manos. Tenía razón, leí casi toda la obra de Schopenhauer, incluso llegué a escribir poemas a su nombre, nunca lo entendí pero seguro algo debió quedar en el fondo.

La tercera librería, tenía la fabulosa virtud de tener libros en otro idioma. Durante la época adolescente, rechacé los idiomas por ignorancia, luego se convirtieron en mi gran pasión de pensar en otro lenguaje y conocer más escritores. Allí me atrevía a buscar un mundo ajeno. Era polvorienta y los libros de segunda, siempre amarillos podían ser leídos sin necesidad de ser comprados. Años después un escritor colombiano, publicó un libro que hablaba de esa librería. Recordé cuantas horas pasé allí adentro, luego de llegar del colegio antes de subir a mi casa.

La cuarta y última librería que había en mi barrio, era una librería moderna, ocultaba los libros universales y daba lugar a la música, la poesía y los libros de diseño. Ya en la universidad, iba y compraba libros de poesía, ahí me enamoré de Jattin, de Pessoa, de Baudelaire, de Valery entre otros. Pasaron por mis manos, los versos y aprendía de memoria con lágrimas sus poemas.

Ahora mi vida ha tomado otro rumbo, adoro ver a la gente feliz al llevar sus libros, quizás me recuerden, otros me odien, pero siempre sé que volverán porque mientras ellos no están, pienso en cada uno de ellos para que en su próxima visita, pueda tener lo que les gustaría. Como les digo a veces, es mejor que un psiquiatra, la lectura es un vicio sano, y lo mejor es que no se recetan farmacos sino palabras.
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Del otro lado

Ya empiezo a reconocer a los personajes que vienen seguido a la librería y mejor aún ellos me reconocen. Así que nuestro atractivo, pero no tan atractivo joven que había pedido Istambul, (véase post anterior), llega sonriendo diciendome que no somos tan extraños como la vez pasada, es más tenemos amigos en común. Le afirmo que efectivamente, las apariencias engañan, y muchos creen que los libreros, son sólo vendedores, con un delantal negro que sirven tintos de cortesía, y que quizás sus manos llenas de polvo tan solo han tocado polvo en su vida.

Me mira a los ojos, intentando descubrir quien soy, pero me gusta guardar mi secreto, y prefiero que siga pensando que soy tan sólo una sencilla vendedora de libros del barrio. Así que le pregunto - estas buscando algo especial hoy? - Cómo nos fue con "La casa solitaria"? Me mira y me dice, no se si te acuerdas, pero finalmente no le regale ese libro, compré, "una vida nueva". Internamente pienso, que quizás esa mujer que lo tenía enredado el otro día vuelva a Colombia, después de su viaje, con la intención de ser una nueva mujer, después de un viejo viaje, y quiera una nueva vida, quizás no al lado de su viejo amante.

Así que retomando su posición y olvidando que tenemos amigos en común me responde a mi pregunta anterior diciendo - un libro para un regalo, para un amigo metalero que vive con su novia que es artista - . Afirmando con la cabeza, le bajo una colección de libros sobre demonios que puede parecer una enciclopedia para aficionados y un libro de princesas. Rechaza ambos, quejándose, diciendo que busca algo mejor. Así que le pregunto desde el segundo piso si tiene ya los libros de diseño de Zoom, de Istvan Banyai. Me dice que un si, con un tono de voz seco. Así que si le digo que si tiene el tercero "del otro lado".

Lo mira y me dice es perfecto. Su mirada se centra en mi y en libro, toma su celular, y llama a la esposa del metalero y le pregunta si conoce el libro. Al pedirme el precio, se sorprende por el precio económico y me dice lo llevo, en papel de regalo. El fabuloso libro de Banyai, del otro lado, nos muestra como la vida se puede ver desde dos perspectivas distintas, él hombre atractivo pero no tan atractivo, me mira desde otro ángulo, seguro se pregunta que hago en la librería, y yo tan sólo le digo que voltee la página, cuando las cosas se ven desde otro punto de vista se ven más divertidas.
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El escritor de jirafas

Él es un hombre de corta estatura, simpático con cara sonriente, es normal, escribe para niños, y va seguido a la librería a comprar su propio libro. Se aprendió mi nombre muy rápido, siempre que entra, me saluda de beso y me dice como les ha ido. Me encanta, con curiosidad, esos amigos de la librería que están preocupados por nuestra situación económica, donde los libros son caros, la gente lee menos y las editoriales nos hacen la vida imposible, enviándonos novedades sobre guerrilla y sexo y solicitando devoluciones de Hemingway o Camus.

Así, que hoy llega diciendo que viene a despedirse, su viaje en Colombia ha terminado, y como diciendo un hasta pronto a sus cercanos amigos, llega a la librería con la intención no sólo de desearnos suerte sino a pagar sus deudas. Me dice, no tienes el libro de la jirafa, y sonriente la otra librera, le dice, no señor usted se llevo los dos últimos.

- Bueno no importa, eso quiere decir que ha sido un éxito - responde de forma alegre.

Él, el escritor de jirafas, esta congelado de frío, así que le ofrezco un café, y es ahí cuando me dice, no mil gracias, pero es que cojo el vuelo para México en menos de dos horas, y a pesar de estar de afán, cuando entro aquí, y los veo todos sonreír, sólo pienso que extrañaré ese lugar.

Entonces le respondo, pues en la península Azteca quizás puedas acordarte de nosotros, y escribir un libro sobre una jirafa que vive en esta librería, y que pasa sus días, mirando libros y gracias a su cuello alto, encuentra los libros que faltan, cómo los tuyos, pero, cuando el escritor llega a pedir el último, y como él es de tan corta estatura, miente al decir que se han agotado, pues en la parte de arriba, ha guardado uno, para ella, para leerlo mientras él no está.
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El escritor

Llegan a la librería muchos escritores, pero hoy tuve la sorpresa de conocer alguien que nunca antes había tenido visualmente en mi cabeza. Tan sólo sus palabras me acompañaron en épocas colegiales. Así que él, no tiene necesidad de presentarse, pero yo por ignorancia respeto esto, al ver que todos lo conocen y le hacen favores inmediatos.

Él se sienta, con su bastón y su gran figura, de gran peso tanto físico como literario, me pide gentilmente y con una sonrisa debajo de una barba blanca que hace ver sus ojos azules, como si fuera un gran papá noel, que si le acerco libros de erotismo.

Curiosamente, tiemblo un poco, al reconocer quien es, y decir que seguramente ya ha leído todo lo que allí se encuentra pero por su gran figura y su caminar despacio es demasiado grande para pasar por los pasillos sin dejar caer nada. Es por eso, que cuando dejó caer un libro sin darse cuenta, me dijo, me lo recoges por favor, tu que eres tan ágil y yo tan grande. Le sonrío es un hombre bueno y muy culto por eso mi selección de libros, desde Bataille hasta literatura sencilla que tan sólo conocía por el título, me sonríe y me dice, que gracias por el esfuerzo, que lo tenga presente si llega algo nuevo en erotismo.

Así que desde una esquina, guardando mi timidez, me digo que eso es lo mágico del lugar donde trabajo, se tiene en otra esquina una persona que nombra a Botero, como su gran amigo, que se queja de los artistas jóvenes que tan sólo piensan en dinero, y yo desde adentro pensando en este sencillo diario de librero, sabiendo que no gano sino lo suficiente para vivir en un apartamento arrendando y que el almuerzo se engaña fácil con cualquier pequeñez en cualquier esquina, me sonrío y digo que seguro quizás algún día podrá leer lo que escribo.

Pero no estaba tan equivocaba, cuando recordando sobre él, me llegó a mi memoria, una época donde muy pequeña, mi hermano vendía poemas en un pequeño mercado de las pulgas, y yo por ser mujer, escribía los poemas a mano los que vendíamos por 1000 pesos. El escritor, quien visitaba aquel mercado, vio su propio poema, y nos lo compró. Quizás estoy segura que el no se acuerde de eso, pero yo si lo guardo como una sonrisa tímida en mi cabeza.

Antes de partir, dice que si le regalo unos chocolates y me pide que le alcance su bastón, y me dice: Usted sabe de que sirve este bastón, subo los brazos en símbolo de negación y me dice, es para alejar las críticas.
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NY amo a NY

Hay gente en nuestro país que sueña con vivir en Estados Unidos, muchos confiesan y dicen "yo no quiero vivir el sueño americano, ni iré a limpiar mesas para gringos gordos y sucios, pero porque no intentar ir al país del norte que da tantas cosas que ver". De esta forma, y manejando esta actitud llega una joven de unos 25 años, buscando desde la entrada.

- Tiene una guía Lonely Planet de Estados Unidos. Al mostrarle tan sólo la guia de Nueva York, dice - pero no tiene una de todo, todo Estados Unidos. Me quedo pensando y me doy cuenta que reunir a uno de los paises más grande del mundo en una guía que no pese más que un directorio telefónico no existe. Afirmo con un - No, no hay. Entonces acelerada, mira el reloj, y dice tengo una cita en 3 minutos. Que hago? se pregunta en voz alta.

Sinceramente la miro y le digo, - es la primera vez que viajas?. Y me dice de forma, fuerte, moviendo su cabeza de un lado a otro diciendo, obvio que no, ya he ido varias veces pero esta vez quiero conocer algo que no he conocido.

Imagino a esta colombiana viajando a visitar una Universidad en Nueva York, durmiendo si es aceptada por los papeles de residencia estudiantil y un monto de más de unos cuantos miles de dolares en la cuenta bancaria, durmiendo en el frío de la ciudad, diciéndose que es de lo mejor vivir en Nueva York, porque la ciudad nunca duerme, Manhattan está ahí y los hot dogs, alivian en hambre, pero en casa dirá que acabo de cenar en un restaurante de Balí, exquisito.

Ahora pienso en el frenesí de la ciudad mientras ella mira la guía y pregunta el precio. - Tan costoso y ni si quiera trae fotografías. Le explico que ese tipo de guías se reactualizan cada año, garantizando a los viajeros que lugar debe ir, y que precio pagará por su hot dog, según cada esquina claro está.

Afirma que no la va a comprar, sin embargo le interesa, así que le digo que no se preocupe, que lo mejor es que se compre una allá, y pienso internamente, sería mejor que busque alguien que la haga subir a un hotel de 60 pisos, y mire el cielo y se de cuenta, que quizás con un martini en la mano, viendo desde el rascacielos Nueva York se ve amigable y es quizás conquistable como si el turista y emigrante colombiano, pudiera volar como SuperMan y ser una estrella en una galaxia donde todos quieren brillar. Pero muchos olvidan, que las estrellas no existen, y al partir se va como una, diciendo gracias, pero volveré, cuando regrese de New York. Las estrellas muertas ya están y tan sólo queda su reflejo, como el suyo al partir por la puerta.
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Judith de Sade

Existen casos encantadores, como esta pequeña historieta. Él es un hombre delgado, tiene ojos verdes profundos, una sonrisa alegre que muestra el trabajo de ortodoncia de la adolescencia y vestido con corbata, se la quita y dice suspirando, que viene de un club cercano en una entrevista de trabajo. Esto no es mi atuendo habitual - me mira como si yo exigiera una explicación a esa corbata color rosado de satín que sobre una camisa azul y un pantalón de dril color tabaco y unos zapatos azules, se entendiera que seguro no se debería vestir así, pues no estaba bien acomodado sus colores con su actitud.

Así que en el segundo piso solicita los tomos de Judith de Sade, dice de manera agradable, que el Marqués lo ha atrapado y que no puede sino pensar que podría seguir con Judith. Lamentablemente sólo queda un tomo, son tres en total. De esta forma, suspira y pregunta si se puede sentar. Cuando alguien se sienta el librero, no sabe cuanto tiempo se quedará si tomará un libro y lo leerá todo y luego no lo comprará o tan sólo sea una forma de acercarse, tocarlo y sentirlo para luego tenerlo más cerca en su casa.

El hombre de la corbata rosa que guarda en un bolsillo, dice que no sabe, busca entender a las mujeres y a los hombres. La pornografía le interesa, desde el punto donde el erotismo cuelga de una cuerda floja en el campo de la interpretación. Así que sentado empieza a mirar el unico tomo de Judith diciendo si será conveniente empezar por el segundo y luego intentar conseguir el primero y el último.

Dudoso habla en voz alta y le acerco varios libros curiosos sobre este tema, que no van con su forma de vestir, ni con sus ojos tiernos que demuestran que quizás no ha tenido mucha experiencia o las historias que guarda en su corazón son del orden trágico. Las mujeres le intriga, y de manera conservadora se aterra ante la literatura donde el tema sexual esta presente en cada suspiro, al igual que la respiración entre cortada de saber que libro escoge.

Finalmente, después de dos horas, le entrego un libro del Orden Sexual, de Pommier. Intrigado sin conocer a esta psicoanalista, lo mira y lee el primer capítulo, diciendo en voz alta, es muy fuerte, porque siempre se habla de falos y de cuerpos. Yo río y le digo, sabes que decia Lacan sobre la superioridad del hombre ante la mujer? - Se queda mudo y me dice un sincero - Ni idea. Le digo pues que el hombre es capaz de apagar el fuego con la orina, la mujer no.

Pensativo me mira, se sonríe y dice llevaré esto, y yo le respondo que después leerá Lacan o el discurso érotico, o quizás historias de amor de Barthes. Pero sin duda se que volverá, y seguro volverá lleno de dudas y traumatizado.
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Cuando un colombiano se cree europeo

Acepto, ante el lector que he vivido en Europa unos años, casi un cuarto de mi corta vida, con el sentimiento que Europa es bonita a ratos y de pasada, pero no por siempre. A la librería llegan muchos extranjeros lo cual siempre me agrada pues con sus acentos me traen recuerdos y podemos intercambiar pequeñas anécdotas acerca de las diferencias entre Colombia y el resto del mundo.

Sin embargo, existen colombianos que por el hecho de vivir afuera se creen extranjeros en su propio país. Eso ya es terrible pero además son personajes que ven al pueblo colombiano tan subdesarrollado, que ponen ejemplos tales como que en las calles el transporte público se toma tan sólo con sacar el brazo e indicarle al chofer del bus público que pare.
Sé que en cierta forma tenemos muchos defectos de mentalidad y que lejos de ser cuadriculada como la europea, vivimos en un mundo donde la improvisación está al orden del día, y el desorden hace parte de nuestro equilibrio.

Lo anterior sirva de preámbulo para mi historia de hoy.

Entra a la librería una mujer que desde la entrada afirma en alta voz lo afortunada que es pues ha vivido par de años en Italia, se ha casado con un italiano y ahora vive allá en el viejo mundo civilizado. Así que llamando la atención exige que se le dé todo lo que ella desea llevar en sus 20 kilos permitidos. Compra muchos libros, libros infantiles, libros de aventuras y muchos libros malos, malos en el sentido que son de esos libros que solo se compran por el querer aparentar ser intelectual y que dan mayor volumen a la bolsa de compra dentro de las bolsas y que posiblemente ocasionarán un exceso de equipaje.

En casos como éste, el librero genera rápidamente una lectura de su cliente y lo identifica. A esta mujer, con rasgos muy latinos y mulatos, no le importa realmente lo que lleva, prefiere rechazar los libros, los buenos libros, porque siente que tiene una especie de poder superior sobre los pobres colombianos que ganamos menos de 1.5 euro por hora. En total lleva más de un millón de pesos en libros basura, siguiendo gritando que ella está feliz, viviendo en Italia, y que los regalos son para su gente en Sicilia, quien son como en las películas personas muy sensibles. no eran los mayores mafiosos de la historia italiana??

Pese a todas las demostraciones de superioridad en la caja, exige un descuento, diciendo con altanería:
No se le hace suficiente, que pagué más un millón de pesos por esto y no me hace una rebaja?".
Su actitud me llena de rabia, está bien que seamos un país pobre, y que tengamos riqueza más en nuestro corazón que en nuestros bolsillos, pero no soporto que se humille a los libreros, hablando de una Europa aburrida como debe ser Sicilia, pueblo caliente y lleno de costeños.mafiosos?

Así que le digo de forma hipócrita que en realidad piense que no es mucho dinero el que invirtió 300 euros no es mucho para un europeo , es tan sólo un buen restaurante con su amable y civilizada gente (amable) italiana, en la costa. Se voltea y me dice incrédula
Se le hace poco?"

Prefiero quedarme en silencio, pensando en esta mujer latina casada con un Italiano, comiendo mariscos en un puerto lejano italiano, mirando al vacío y quizás pensando allá que no hay nada mejor que Colombia, pero como no lo puede aceptar , brindando dirá: Viva Italia, y viva Sicilia!.

Me río diciendo que pobre, al fin al cabo yo soy la europea que vive feliz en Colombia y ella es tan sólo una latina más que sufrirá de la xenofobia italiana en cada esquina.
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Un libro erótico para una amiga.

Él es un hombre alto, agradable y con el acento local, que utiliza palabras como gracias y por favor., lo cual siempre hace que el tiempo siempre sea mejor cuando hay gente educada alrededor que con un poco más de perspectiva ,quizás por su altura, logra ver como el librero se mueve de un lado a otro para satisfacer su necesidad.

En este caso, este hombre gentil busca un regalo para una amiga fotógrafa, de unos 40 años, psicóloga, pero dedicada en sus tiempos libres al arte de la imagen registrada. Me pregunta sobre libros de fotografía, curiosamente estos están localizados en la parte más alta de los muebles y de forma amable me dice que no me preocupe que los alcanzará él, pues sin necesidad de empinarse en la punta de los pies o de ayudarse con la escalera metálica, puede acceder a ellos con la mayor facilidad.

Yo sigo corriendo de un lado a otro, dejando que él baje los libros altos y me da en cierta forma pena pues éstos acumulan más polvo que lo usual, pero a él no parece importarle. Son las 3 de la tarde y seguro tiene el resto del día libr) para pasar un buen momento en la librería y escoger un regalo para una amiga cercana.

Al mirar su selección final, encuentro que entre los libros de National Geographic de retratos o los libros de fotografía de reportaje, prefiere un libro de desnudos eróticos. Muchas veces me pregunto si la intención de comprar un libro, esconde debajo otra intención subconsciente. Creo que pocos se preguntan antes de pagar, el porqué realmente compran ese o el otro libro para una persona, supongo que se dejan fascinar por las imágenes.

Le digo que lleva un buen libro en las manos, y que espero que su amiga quede contenta, pero que sin embargo, desde un punto de vista femenino, lo interpreto como un mensaje escondido. El dice, que poco importa, y que quizás yo tenga razón pero que se permitirá descubrir luego si su mensaje fue bien recibido.
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Amamos España

Dos lindas jóvenes de 30 años entran con la intención de conseguir un regalo para una amiga cercana que se casará. Es un regalo de shower, palabra gringa que se utiliza para celebrar durante meses antes de un matrimonio miles de reuniones donde se ofrecen múltiples regalos a la futura pareja, que será feliz rodeada de las familias y amigos, y que aquí se pronuncia "chauer".

Ellas aman la librería, les gusta el ambiente y están seguras de encontrar siempre algo interesante que les guste. Por eso me miran y dicen entre ellas
-"Sería delicioso trabajar en una librería, no es cierto?".

Mucha gente piensa que el trabajo del librero es sentarse a esperar que lleguen las personas interesadas y tomar un libro y presentárselos. Sin embargo, el trabajo del librero es en parte cargar cajas, esconder los libros de mal gusto, desplazar muchos libros a la vez, volver a cargar cajas, alzarlas y luego apilarlas de manera que se pueda generar un espacio en un lugar donde cada milímetro es importante puesto que ahí, en ese milímetro, podrá ir un nuevo libro de forma vertical. Visto de esta forma el trabajo en la librería es un trabajo más físico que mental, no obstante mal olor del sudor y del polvo, el librero logra finalmente encontrar un libro para gente amable y sobre todo que huele bien.

-Si ciertamente es un trabajo agradable, estas dos mujeres encontraron gracias al librero los dos regalos para su evento, un rompecabezas de toros y un libro de cocina española.
Después de casi 200 años de independencia todavía existe gente a quienes las tapas, el jerez, los toros y las arenas les causan placer.
Esta tendencia es alimentada por esa clase media de personajes que no fueron mulatos ni zambos sino orgullosamente criollos que han viajado a España a encontrar ese mundo civilizado que tan incivilizado fue durante la conquista vino a destruir gran parte de la tradición precolombina , a dejar un legado religioso que opacó nuestros mitos originales, y a imponer reglas de vida de un continente viejo en tierras vírgenes.

Las invitadas al shower se fueron contentas y el librero se quedó atrás arreglando los libros que no escogieron y quizás si no llega nadie a la puerta, mire un libro de recetas en la sección de cocina y piense que sería bueno tenerlo en casa.
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Lo que es horrible aca es bonito alla.

Un amable inglés estaba interesado en libros sobre fotografías, específicamente sobre retratos de la gente de acá.
-Siempre es bueno llevar ,de vuelta a casa, imágenes de los habitantes de este lejano país ya que pocos en allá comprenden vuestra situación, pues las noticias presentan una realidad distinta a la que se vive, me dijo cordialmente.

Encantada con la idea y con la esperanza de acertar la adivinanza de qué le podría gustar a su familia o amigos, me dediqué a buscar y a buscar para satisfacer ese deseo que me llena de enviar una buena imagen nuestra y entre los libros de fotografías de la gente de pequeños pueblos perdidos y de los pobladores del Amazonas, encontré un libro de un viejo amigo fotógrafo, odiado por muchos en esta ciudad y adorado por otros.
Me dije: - Por qué no?, quizás le guste.
Este fotógrafo, como una vez le dije, colecciona las almas de los individuos en Bogotá, tan es así que coloquialmente se dice que existen dos tipos de personas en esta ciudad, aquellas que se han dejado fotografiar por él y las que no, pero lo importante aquí es que su trabajo es sobre personas al natural, común y corrientes, que era lo que le interesaba al cliente. Una vez, él me propuso fotografiarme a lo cual me negué rotundamente, pero hoy al ver al inglés llevar su libro, me dije que quizás, si le hubiera dicho que s , me hubiera encontrado allí dentro y mi imagen hubiera podido ser representativa de este país.

La librera, que me había estado observando me dijo:
Cómo lo encontraste? Ese tipo de fotografía bogotana )trash , pero supuestamente arte, la escondo.
- Siempre hay que probar, uno no puede mirar con los mismos ojos como lo hace extranjero, además hay que apoyar el trabajo de las pequeñas editoriales, le contesté.
Ella respondió de forma sincera:
- A mí se me hace horrible
- De todas formas si el inglés se fue contento seguro mi amigo estaría feliz. Y lo está. Aunque yo también me alegro no haber estado adentro, me quedé pensando mientras guardaba los libros de fotografías.
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La histeria, cuando se tiene poder.

Llega un hombre de nariz protuberante y rojiza quizás por la cantidad de vinos que ha ingerido, tan histérico que su cara se ponía igual de roja a la mía al subir y bajar las escaleras, mientras buscaba un libro perdido.

Hay algunas personas que entienden que entre más de 7000 libros, es posible que se pierdan algunos, hay otras que no. La diferencia es los que entienden sienten, que hacemos el gran esfuerzo, en kilos de peso, que significa tomar 7 libros en una mano y tener otros dos en la otra, mientras se está buscando un libro por la referencia de una editorial, o de una remisión arrugada, bajo una temperatura caliente donde los libros y las lámparas ,que imitan una biblioteca antigua, son un microclima de variedad y desorden.

Efectivamente somos algo desordenados pero los clientes también contribuyen dejar todos los libros revueltos sobre las mesas que el librero finalmente tiene que organizar nuevamente , al fin al cabo parece ser que algunos piensan que nuestro trabajo consiste en saber donde se esconden los libros, que a veces desaparecen.

Aclarado lo anterior, volvemos a nuestro personaje de la historia, el hombre histérico que gritaba y decía que era el colmo, que no encontráramos nada. Pensé que quizás no era que fuera malo sino que desde corta edad debió oír gritar y a su medida cuando fue creciendo gritó y luego gritó más fuerte, hasta que se convirtió en un señor respetado por sus gritos que sacaban de su gran boca pequeñas gotas de saliva.

Finalmente su libro se encontró. No sé fue del todo satisfecho, pero al parecer, según me contaron después es un hombre que tiene mucho poder en este difícil país y por eso no entiende como existe un lugar donde existe otra temporalidad y por más que grite los libros no aparecen por si solos. Quizás en su casa se siente satisfecho con su pequeño libro, pero a nosotros nos quita las ganas de buscarle sus bestsellers gringos sobre criminales y espías, pues ese tipo de libros, siempre están localizados de últimos pues ponemos primero los de poesía.
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El argentino silencioso

En Colombia por alguna extraña razón, como la mayoría de cosas que nos inventamos, creemos que nuestro acento no tiene acento, y que nuestro español es aquel que mejor se habla en el planeta. Pero ,a pesar de la creencia inventada de nuestro perfecto acento, adoramos los acentos del sur del continente pues los encontramos dulces, susurrados y sobre todo tan cálidos que parecería que trajeran pedacitos de un mundo más civilizado.(CÁLIDO Y CIVILIZADO ¿?

Esta vez era un argentino, a quien coincidencialmente ví al día siguiente en la calle, cargado con muchas bolsas de café, que seguramente llevaba de regalo a casa o a amigos que luego invitará a su apartamento en Buenos Aires, o quizás tan sólo sean regalos para la gente de su oficina; pero en la cuestión de libros, no le interesaba llevar libros de Colombia.

Al preguntarle que se le ofrecía , me dijo,
_ Quiero estar solo.
- Perfecto, le dije y fue toda la conversación que intercambiamos. Así que silencioso y pausado como su dulce acento pasó horas en la librería , quizás escapando de la carrera séptima y su tráfico que se intensifica en las tardes durante la hora pico. Sentado y tranquilo se tomó un café y comió tres merengues, y miró muchos libros y esa noche al decidirse se llevó dos buenos textos, uno de filosofía y otro de crítica. Seguramente, horas más tarde, refugiado en su cuarto de hotel , tan sólo una cuadra de distancia, recordaría la librería como un lugar donde se respeta la soledad y se permite el silencio que exige la mayoría de veces, el hecho de escoger un compañero nocturno como lo es un libro.
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Ojos de Perro o Ojos de Marciano

Entra una señora de edad, buscando un libro de regalo para su nieto y quizás, si el dinero le alcanza ,otro para su hijo que es filósofo, pero insiste - si me alcanza. Así que la llevo a la sección de niños y le muestro una gran variedad de libros de toda índole, los hay, bien y mal ilustrados, llenos de textos, o con pocas palabras.

Ella indica que es para un bebé recién nacido. Antes que nada quiere algo vistoso, lleno de colores. Así que le indico un hermoso libro de animales, en realidad le muestro dos de mis preferidos, uno de animales y otro de extraterrestres.

El de animales tiene un perro en la portada. El libro tiene dos agujeros que dejan ver los ojos del animal y a medida que pasa las pesadas páginas de cartón la abuelita sonríe al descubrir un gato, un sapo y una gallina. Los ojos son en relieve, y las pupilas se mueven de forma graciosa. Ella sonríe y yo sonrío. Es divertido y seguro le gustará al bebé. Enseguida le muestro el libro similar pero con figuras de marcianos. Pienso que quizás esta abuela con el dinero exacto para el regalo, mira las figuras recordando sus libros de infancia, que de seguro eran distintos, como aquellos de mi abuelo donde los dibujos eran grabados y hablaban sobre el buen comportamiento y dejaban poco espacio para la sorpresa.

Sin embargo, esta vez fui yo la sorprendida, pues en contra de lo que estaba pensando, que llevaría el libro del perro, pues traía más animales reconocidos que verdes marcianos, la abuelita vestida con su gabán color beige, se decidió por el espacio estelar. Quizás su pequeño nieto si vería el espacio en un viaje inter espacial , seguro cuando ella tenía su edad el hombre aún no había conquistado la luna, ni había llenado la atmósfera con satélites, ni tendría idea que en Rosewell habría una nave espacial que atraía a miles de fanáticos que harían fiestas desenfrenadas cada año.

Paseando por la librería no encontró nada de su interés para el filósofo, su exiguo presupuesto se había ido por las nubes, sin embargo, se fue feliz, pues en su bolsa, envuelto en un papel de regalo rojo con una tarjeta para un mensaje de abuela, que quizás diría te quiero mucho, iban un montón de extraterrestres, lunas y platillos voladores, que seguro por un instante la llevarían a ella a otro espacio y a su nieto al mundo del futuro.
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Los jardines colombianos no se dan en Inglaterra.

Entraron dos personas, no supe su relación, amigo ?, amigos cercanos?, amantes?, amigos fieles?, grandes amigos. Ella colombiana, el inglés. Ella de 40 años, él de 40 también. Ella vestía a la moda, él vestía su propia moda inglesa que combina el fabuloso mundo kitch y vanguardista en dos prendas de vestir una sobre la otra, una camisa a rayas azul y un chaleco de flores.

Pidieron libros sobre Colombia, un regalo para el frío ,lluvioso y agitado Londres, donde vivían. El sonreía cada vez que ella pasaba las imágenes de la primera selección de libros sobre cocina…los majares colombianos ante el fish and ships inglés. Se deleitaba mirando las recetas y escogieron uno práctico a la manera europea, pero inútil a la manera colombiana. Un libro dividido en tres partes horizontales e intercambiables que ofrece las entradas, el plato fuerte y el postre, lo que genera una gran combinación de platos colombianos, sin embargo, no todos los platos “cuadran” en la mesa colombiana: qué tal entrada de garbanzos, ajiaco de plato fuerte, y cascos de limón! .Viendo este último ella dijo entusiasmada:
- Look, you like so much this lemon dessert, te gustan tanto estos cascos de limón !
El hombre inglés dijo: -Si.
Perfecto, satisfechos era un regalo útil y exótico.
No obstante ella duda :¿Por qué no llevas un libro de fotografías?,
El respondió de manera sincera:
-Mis padres no leen más que el periódico local, con esas imágenes les basta, quedan contentos todo el día.
Ella le replicó
-No, pero podía ser un libro que puedan poner en la mesa de la entrada.

Pequeña explicación: en Colombia la gente pone libros en la mesa de la entrada, o en la mesa central de la sala, a lo que ella especifico: Coffee table.
Siempre me ha parecido curiosa esta costumbre nuestra, ponemos libros para que la gente los vea mientras no estamos en la sala y quizás esperan que los acompañemos de nuevo. Son ese tipo de libros, grandes, el típico libro de artista local famoso, Caballero, Obregón o de lindas fotografías de National Geographic o en su defecto ese tipo de libros
que regalan los bancos a sus empleados y que acumulan el polvo al igual que las revistas de consultorio médico o de peluquerías, otro aspecto nacional, que esperan ahí a ser leídos por extraños, mientras que sus dueños nunca los han visto de forma concentrada.
El señor inglés miró con atención un libro de jardines colombianos, e imaginé a su mamá viendo jardines hermosos siempre en reproducción estacionaria, de clima ecuatorial mientras su jardín bajo la nieve tan sólo da algunas zanahorias o lenguas de vaca.
-Tienes razón, dijo ella, no sería un buen regalo, y mirando el libro de las recetas añadió: -Es mejor éste.

A lo que él graciosamente repuso:
-Sería bueno un libro de jardines colombianos que incluyera las semillas y que pudiéramos tener un invernadero que reprodujera el clima de Colombia, y quizás comer cascos de limón en Nochebuena.
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Estambul sobre una cabeza Bogotana

Existen personajes amables, otros no. No siempre es fácil conseguir que alguien sonría menos que esté feliz y que además demuestre su felicidad, sin embargo creo que a veces lo consigo pues a pesar que no me lo confiesen intuyo que los hago sonreír por dentro.

Él es un hombre joven intelectual, filósofo y atractivo, bueno no mucho pero lo suficiente como para que en la entrada de la librería la compañera de su noche lo esperara una hora mientras él, sentado, discutía sobre el futuro siniestro de los pequeños libreros de este país, donde cada vez más librerías cierran al mismo ritmo que un)Mc Donald’ s abre. Ella tímidamente, se quedó en la puerta, con su maleta en los hombros y sin querer estorbar estuvo dando vueltas, pequeñas vueltas en el reducido espacio.

El joven intelectual, se acercó y me dijo:
-Busco un libro para alguien que se va de viaje, que tiene sobre Estambul?
Al buscar en el fabuloso sistema de la base de datos, pocos resultados fueron de su entera satisfacción… culinaria, guías …
Entonces me dijo con suficiencia :
- Escriba Estambul, con i, no con e.
Me reí y le dije
-Ya lo he hecho.
Entonces empezó a mirar todo con desesperación y cogiéndose la cabeza entre las mano exclamó con ansiedad
-Necesito un regalo para un viaje. Qué puedo llevar que no sea…
-Que no sea tan pesado en hojas pero ligero en contenido? terminé yo su frase
Para quien es el regalo? le pregunté

El, muy erudito dijo:
Ella es filosofa, del tipo Cortázar y Fuentes.
- Algo de cuentos cortos? - le insinué
-Puede ser, contestó seriamente.
En realidad para él todo podía ser pues al parecer era como una máquina que botaba nombres de autores y sus correspondientes y personales comentarios:
-Sandor Marai, fijo le gusta, pero no… Echenique, que pereza leer algo de eso…
Observándolo me di cuenta que realmente le importaba la mujer que se iba y no la que se había quedando dando vueltas como un carrusel en la parte de abajo.

Entonces le dije :
-Si va a Turquía, y pues Orhan Pamuk, Istambul ! me pareció que finalmente había dado en el blanco a lo que contestó dudando:
-Si, pero no, se me hace aburrido, frío, quiero algo que la alegre. Un tipo de lectura, agregó, que le permita acercarse a donde va.
- P ero cuando uno se va lejos también le gusta algo que lo acerque a lo que dejó, agregué.
Ante el desasosiego del comprador, arrollidada junto a la parte baja de la estantería saqué a Pamuk del lado de Octavio Paz, y en el suelo le mostré mi selección, convencida de que yo no era la causante de sus incesantes pasos.
- También viaja a Grecia, no tiene algo que se pase en Grecia? me dijo como reflexionando

Me reí y le dije
-Pues la Odisea de Homero, eso sí la pone en contexto.
Yo creí percibir que él rió por dentro y cogiendo "La casa silenciosa" de Pamuk
me manifestó finalmente:
-Perfecto éste, está bien, deje así.
Al bajar las escaleras añadió:
- En papel de regalo. Afirmé con la cabeza, el librero es humilde.
_Espere, antes quiero escribirle un mensaje, un bonito mensaje.

Mientras escribía, pensé que era su casa la que iba a estar silenciosa durante el viaje de ella,
-Espero que le guste, le dije cuando le entregué el bonito paquete de regalo.
- Lo sabré cuando vuelva me dijo pensativo
-Si si es que vuelve, agregué.
Esta vez sí sonrió. - Es cierto, quizás no vuelva, susurró mientras se alejaba.
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Una Biblia en Portugues.

Él es un hombre tímido que viene de provincia y entró a la librería por casualidad. La mayoría de los transeúntes de la séptima pasan sin mirar y algunos de los entran lo hacen con cierta precaución. Acepto, la librería está escandalosamente llena de libros, y a veces la gente no entiende cómo podemos conseguir entre todos ellos exactamente el libro que quieren. Esta vez, el señor de provincia me dijo que se quedaba sólo un día en Bogotá. Había llamado a su casa, en Bucaramanga, más exactamente en un pueblo cercano y su hermana le había dicho que si le podía pedir un encargo ya que estaba en la capital.

El tema de los encargos es adorable en este país ; basta con que alguien salga de la frontera imaginaria de las ciudades para que a unos cuantos metros ya exista algo que en el otro lado no hay. Así que su hermana le encargó una Biblia en portuguéspues su novio cristiano estaba aprendiendo el idioma y quería leerla.

Lamentablemente le dije que no había Biblias, y tampoco había Biblias en portugués. Me miró triste y cabizbajo, como si fuera un explorador que tuviera que regresar a casa, diciendo que no sirvió para nada el viaje a la capital.
Al ver su de consuelo, le pregunté:
_Conoce Usted bien esta ciudad?
_ He venido un par de veces, solamente , me contestó
-No se preocupe, le voy a dar la dirección de la casa do Brasil, a lo mejor ahí pueden indicarle dónde se consiguen las Biblias en portugués.

Sin saber el fin de la historia, me quedé pensando que en Colombia, sin importar el lugar, hay gente para todo y libros para todos
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Un libro para mi novio triste.

De manera muy alegre entra una mujer. Ella está feliz pero su novio no, por eso dice que viene por un regalo, un regalo para ninguna ocasión, un regalo que sea significativo, su novio un ingeniero de seguridad anda triste hoy y ella quiere subirle el ánimo de manera casual y sobre todo usando el efecto de la sorpresa que lo hará sonreír y decirse que la vida vale la pena.

Así que empieza a indagar, ella indaga al igual que yo pensando que podría gustarle a ese novio triste pues no sabemos que lo hará feliz, si un libro de poesía, o un libro de vinos o una novela corta. Así que con pequeñas preguntas, intentamos juntas adivinar que le podría causar agrado, en un día en que el sol estuvo presente después de tantos días en los que no ha dejado de llover.

Ella quería que él volviera a sentirse niño y pudiera reír y que luego la amara diciéndole lo lindo que es que le llegue con una sorpresa, no un gran regalo, tan sólo algo que dice lo bueno que es tener una mujer cerca que piense en él. Como casi en todas nuestras pequeñas historias la mujer no tenía idea alguna , y es el librero quien tras crear una lectura del personaje adivina que lo hará feliz.

De esta manera, él, el novio triste no estará más triste, y la novia feliz estará más feliz. Y yo, al verla salir, con su regalo, un libro del fabuloso Quino llamado "Dime cariño", sé que esta noche, la mujer amable que perdida en sus sentimientos intentando decidir entre, el aburrido Italo Calvino o el bien usado Benedetti, decidió gracias al buen consejo del librero, un libro ligero de caricaturas, del mejor politólogo y sociólogo actual, que siempre ante una situación de amor, nos hace sonreír.

Además para terminar la dulce historia de un libro para mi novio triste, la carátula del libro era de color rosa. Esta noche volverán a ser niños.
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Viajar a Sincelejo a una mina de carbón.

Ha llovido mucho hoy, especialmente a la hora de la charla del sábado posterior a la proyección de la película de Fresas salvajes de Bergman, en el ciclo de conferencias sobre filosofía y cinematografía. Algunos transeúntes tomaron refugio en la librería para escampar del frío y de la lluvia que inunda las calles. Muchos entraron diciendo que adentro se quedarían un rato viendo de reojo la película y revisando las novedades que habían llegado.

Uno de ellos fue una mujer delgada, muy joven, quien hablando un español entrecortado y básico pidió libros de poesía y de manera discreta subió al segundo piso. Mi compañero le entregó toda una selección de poetas colombianos, de los más antiguos hasta las últimas colecciones. Ella se quedó un rato y pasando desde José Asunción Silva, hasta Jattin y después de ver más de 10 libros preguntó si no había poesía revolucionaria colombiana.

Al decir eso, descubrimos que era una gringa sencilla que todavía pensaba que en las calles se grita viva la revolución. Existe poesía subversiva que va en contra vía con las políticas y puede llamarse de todos los nombres, sin embargo, sabíamos que no había el tipo de poesía que ella pedía. Ella deseaba ver la verdadera Colombia y su estadía en este país iba a ser muy corta pues en dos semanas desde su llegada de Kentucky, tenía la intención de aprender el español. Quizás pensó que la poesía podía en pocas palabras enseñarle algunas nuevas pero su búsqueda fue fallida y resignada dejó los libros en una torrecita delicada.

En sus ojos se veía la sorpresa, extrañeza quizás de que nadie la mirara y la dejaran tranquila abriendo y hojeando libros. La muchacha observaba que entre tantos libros que había, yo iba de un lado para otro poniendo los libros de bodega en la estantería y sentada, aún con la cabeza un poco mojada por la lluvia ,debía pensar que la gente es extraña en este país: ven películas subtituladas, hablan varios idiomas, viven rodeados de mucha literatura hispana , conocen otros autores fuera de los locales, y sobre todo, no la llaman gringa sino a la salida.

De manera gentil, me dice que volverá a principios de la próxima semana. Piensa quedarse un par de días más en Bogotá para luego emprender un viaje al norte del país más exactamente a las minas de carbón. Le) comento que es un curioso sitio turístico para una extranjera, a lo que me responde que su familia en Kentucky son mineros y ella creció entre el carbón. Su viaje a Colombia que se reducía a 3 semanas de cursos intensivos de español en un instituto cercano y que luego quería de conocer de cerca una de las más famosas minas de carbón en el país para luego contarle a sus padres.

Encuentro encantadora su historia, le digo que sabiendo eso, y debido a que no tenemos cartas postales, pues el servicio postal de este país parece ser igual de interrumpido que su acento español, buscaré entre los libros algún libro de minas o de fotografías. Contenta y tímida rechaza el café y dice que regresará a su cuarto a estudiar un poco. Bajo la lluvia se va la gringa, y pienso que nosotros tenemos a veces mal juicio al pensar que todos los extranjeros tienen dinero. No imagino dónde pudo tener la información acerca de las minas y me sorprende su interés, sobre todo porque dada la naifté del personaje, la imagino a kilómetros de Bogotá en un clima infernal, con gente amable que la llamará gringa loca y la llevará a conocer el desierto negro, con él que soñó al llegar a Colombia en un vuelo internacional.
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