Esta abuelita, es una abuelita viajera. Sus hijos ya todos casados con europeos, han tenido nietos a los que ella, sólo dos veces al año va a visitar. Ellos pocas veces han venido a Colombia. Por eso desde la ventana, veo una pequeña cabeza, que salta detras del letrero de "por favor toque la puerta". Debido a los problemas financieros de la librería, no se tiene un sistema de seguridad óptimo, la gente cree que esta cerrada siempre porque ven una puerta cerrada, sin embargo mucha gente ya no lee, y si no es una puerta automática que se abre a sus pies, se les olvida que hacer un sencillo "toc-toc" abre puertas.
Así que la veo saltar desde la calle, y le abro la puerta. Ella es muy pequeña, ya está en la edad para caminar despacio y de cargar sus años bajo la joroba que sobre sale. Sin embargo, es una abuelita de alta costumbre bogotana, viste los zapatos combinados del color de su cartera, y su blusa es un color neutro beige entre su falda café y su saco igualmente café.
Sonriente dice que viene por los regalos que va a llevar a Barcelona. Me pide, tomándome del brazo, casi como si yo fuera un gigante, que la lleve al segundo piso donde esta la sección infantil. Aprentándome el brazo con sus uñas pintadas, me dice que tiene un nuevo nieto y que quiere contarle historias para antes de dormir.
Una vez arriba, le digo que se siente, y le saco una colección de libros. A veces, el librero sabe que es lo que quiere la persona que pide el libro, sin embargo como en este caso, sabe que la abuelita a venido con la excusa de comprar un regalo pero también de quedarse un rato mirando libros. Así que saco muchos libros que sé en el fondo no le van a gustar. Luego en el quinto libro, le entrego en sus manos el libro de Rafael Pombo, de sus fabulas ilustradas, donde ella, inmediatamente reconoce, que "esto es lo que he buscado". Sonriente, me dice, Rafael era un genio, yo siempre lo amé y me se todas sus fábulas.
Al bajar, me dice que si llevo yo el libro mientras ella me coje del brazo. Bajamos juntas, despacio, no hay afán y ella esta feliz. Mientras empaco su regalo para su nieto catalán, se sienta en una silla alta, y mientras mueve sus pies en el aire como un niño se queda cantando un rato la fabula de rin rin renacuajo, que dice así: "El hijo de rana, Rinrín renacuajo, salió esta mañana muy tieso y muy majo". Al igual que la fabula ella era una abuelita muy maja, pues había comprado un libro que en Barcelona, no necesitaría de sus gafas para leerlo a su nieto, pues ya conocía las palabras desde el fondo de su corazón.
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