Existen casos encantadores, como esta pequeña historieta. Él es un hombre delgado, tiene ojos verdes profundos, una sonrisa alegre que muestra el trabajo de ortodoncia de la adolescencia y vestido con corbata, se la quita y dice suspirando, que viene de un club cercano en una entrevista de trabajo. Esto no es mi atuendo habitual - me mira como si yo exigiera una explicación a esa corbata color rosado de satín que sobre una camisa azul y un pantalón de dril color tabaco y unos zapatos azules, se entendiera que seguro no se debería vestir así, pues no estaba bien acomodado sus colores con su actitud.
Así que en el segundo piso solicita los tomos de Judith de Sade, dice de manera agradable, que el Marqués lo ha atrapado y que no puede sino pensar que podría seguir con Judith. Lamentablemente sólo queda un tomo, son tres en total. De esta forma, suspira y pregunta si se puede sentar. Cuando alguien se sienta el librero, no sabe cuanto tiempo se quedará si tomará un libro y lo leerá todo y luego no lo comprará o tan sólo sea una forma de acercarse, tocarlo y sentirlo para luego tenerlo más cerca en su casa.
El hombre de la corbata rosa que guarda en un bolsillo, dice que no sabe, busca entender a las mujeres y a los hombres. La pornografía le interesa, desde el punto donde el erotismo cuelga de una cuerda floja en el campo de la interpretación. Así que sentado empieza a mirar el unico tomo de Judith diciendo si será conveniente empezar por el segundo y luego intentar conseguir el primero y el último.
Dudoso habla en voz alta y le acerco varios libros curiosos sobre este tema, que no van con su forma de vestir, ni con sus ojos tiernos que demuestran que quizás no ha tenido mucha experiencia o las historias que guarda en su corazón son del orden trágico. Las mujeres le intriga, y de manera conservadora se aterra ante la literatura donde el tema sexual esta presente en cada suspiro, al igual que la respiración entre cortada de saber que libro escoge.
Finalmente, después de dos horas, le entrego un libro del Orden Sexual, de Pommier. Intrigado sin conocer a esta psicoanalista, lo mira y lee el primer capítulo, diciendo en voz alta, es muy fuerte, porque siempre se habla de falos y de cuerpos. Yo río y le digo, sabes que decia Lacan sobre la superioridad del hombre ante la mujer? - Se queda mudo y me dice un sincero - Ni idea. Le digo pues que el hombre es capaz de apagar el fuego con la orina, la mujer no.
Pensativo me mira, se sonríe y dice llevaré esto, y yo le respondo que después leerá Lacan o el discurso érotico, o quizás historias de amor de Barthes. Pero sin duda se que volverá, y seguro volverá lleno de dudas y traumatizado.
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