Acepto, ante el lector que he vivido en Europa unos años, casi un cuarto de mi corta vida, con el sentimiento que Europa es bonita a ratos y de pasada, pero no por siempre. A la librería llegan muchos extranjeros lo cual siempre me agrada pues con sus acentos me traen recuerdos y podemos intercambiar pequeñas anécdotas acerca de las diferencias entre Colombia y el resto del mundo.
Sin embargo, existen colombianos que por el hecho de vivir afuera se creen extranjeros en su propio país. Eso ya es terrible pero además son personajes que ven al pueblo colombiano tan subdesarrollado, que ponen ejemplos tales como que en las calles el transporte público se toma tan sólo con sacar el brazo e indicarle al chofer del bus público que pare.
Sé que en cierta forma tenemos muchos defectos de mentalidad y que lejos de ser cuadriculada como la europea, vivimos en un mundo donde la improvisación está al orden del día, y el desorden hace parte de nuestro equilibrio.
Lo anterior sirva de preámbulo para mi historia de hoy.
Entra a la librería una mujer que desde la entrada afirma en alta voz lo afortunada que es pues ha vivido par de años en Italia, se ha casado con un italiano y ahora vive allá en el viejo mundo civilizado. Así que llamando la atención exige que se le dé todo lo que ella desea llevar en sus 20 kilos permitidos. Compra muchos libros, libros infantiles, libros de aventuras y muchos libros malos, malos en el sentido que son de esos libros que solo se compran por el querer aparentar ser intelectual y que dan mayor volumen a la bolsa de compra dentro de las bolsas y que posiblemente ocasionarán un exceso de equipaje.
En casos como éste, el librero genera rápidamente una lectura de su cliente y lo identifica. A esta mujer, con rasgos muy latinos y mulatos, no le importa realmente lo que lleva, prefiere rechazar los libros, los buenos libros, porque siente que tiene una especie de poder superior sobre los pobres colombianos que ganamos menos de 1.5 euro por hora. En total lleva más de un millón de pesos en libros basura, siguiendo gritando que ella está feliz, viviendo en Italia, y que los regalos son para su gente en Sicilia, quien son como en las películas personas muy sensibles. no eran los mayores mafiosos de la historia italiana??
Pese a todas las demostraciones de superioridad en la caja, exige un descuento, diciendo con altanería:
No se le hace suficiente, que pagué más un millón de pesos por esto y no me hace una rebaja?".
Su actitud me llena de rabia, está bien que seamos un país pobre, y que tengamos riqueza más en nuestro corazón que en nuestros bolsillos, pero no soporto que se humille a los libreros, hablando de una Europa aburrida como debe ser Sicilia, pueblo caliente y lleno de costeños.mafiosos?
Así que le digo de forma hipócrita que en realidad piense que no es mucho dinero el que invirtió 300 euros no es mucho para un europeo , es tan sólo un buen restaurante con su amable y civilizada gente (amable) italiana, en la costa. Se voltea y me dice incrédula
Se le hace poco?"
Prefiero quedarme en silencio, pensando en esta mujer latina casada con un Italiano, comiendo mariscos en un puerto lejano italiano, mirando al vacío y quizás pensando allá que no hay nada mejor que Colombia, pero como no lo puede aceptar , brindando dirá: Viva Italia, y viva Sicilia!.
Me río diciendo que pobre, al fin al cabo yo soy la europea que vive feliz en Colombia y ella es tan sólo una latina más que sufrirá de la xenofobia italiana en cada esquina.
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