La histeria, cuando se tiene poder.

Llega un hombre de nariz protuberante y rojiza quizás por la cantidad de vinos que ha ingerido, tan histérico que su cara se ponía igual de roja a la mía al subir y bajar las escaleras, mientras buscaba un libro perdido.

Hay algunas personas que entienden que entre más de 7000 libros, es posible que se pierdan algunos, hay otras que no. La diferencia es los que entienden sienten, que hacemos el gran esfuerzo, en kilos de peso, que significa tomar 7 libros en una mano y tener otros dos en la otra, mientras se está buscando un libro por la referencia de una editorial, o de una remisión arrugada, bajo una temperatura caliente donde los libros y las lámparas ,que imitan una biblioteca antigua, son un microclima de variedad y desorden.

Efectivamente somos algo desordenados pero los clientes también contribuyen dejar todos los libros revueltos sobre las mesas que el librero finalmente tiene que organizar nuevamente , al fin al cabo parece ser que algunos piensan que nuestro trabajo consiste en saber donde se esconden los libros, que a veces desaparecen.

Aclarado lo anterior, volvemos a nuestro personaje de la historia, el hombre histérico que gritaba y decía que era el colmo, que no encontráramos nada. Pensé que quizás no era que fuera malo sino que desde corta edad debió oír gritar y a su medida cuando fue creciendo gritó y luego gritó más fuerte, hasta que se convirtió en un señor respetado por sus gritos que sacaban de su gran boca pequeñas gotas de saliva.

Finalmente su libro se encontró. No sé fue del todo satisfecho, pero al parecer, según me contaron después es un hombre que tiene mucho poder en este difícil país y por eso no entiende como existe un lugar donde existe otra temporalidad y por más que grite los libros no aparecen por si solos. Quizás en su casa se siente satisfecho con su pequeño libro, pero a nosotros nos quita las ganas de buscarle sus bestsellers gringos sobre criminales y espías, pues ese tipo de libros, siempre están localizados de últimos pues ponemos primero los de poesía.

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