La vida sexual de los otros.

Arreglando las estanterías de la sección de cuento corto se me acerca un hombre de 25 años, pidiéndome que lo ayude a encontrar una novela. Es demasiado apuesto y tiene ese estilo de hombre descomplicado pero seguro de sí mismo. Me cuenta que piensa viajar a Philadelphia, para terminar un postgrado en filosofía. Seguramente es un hombre que le gustaría a cualquier mujer de mi edad: aparenta ser inteligente y supongo que en las noches debe ser de los personajes que solos en su habitación alquilada en un campus universitario ponen música clásica mientras leen un libro en idioma extranjero acompañados por una leche achocolatada y unas galletas de sal que le recuerdan los desayunos de la casa materna.

Alejado del mundo y concentrado en su futuro académico, le pregunto para quien es el libro. Me dice que para su novia a la que irá a encontrar en Philadelphia. La historia me entristece pues ya no lo imagino sólo en su habitación de campus universitario, sino acompañado por una linda mujer, que vestida con piyama rosa, duerme a su lado, mientras él hace un salto entre la galleta de sal, la leche achocolatada y el hombro desnudo.

De todas formas, creo que nunca sabré la respuesta, pero si fuera un poco premonitoria diría que la novia del lindo hombre que vino a comprar el libro, leerá la vida de Catherine M., humedeciendo un poco sus calzones, y soñando como sería no compartir la cama de un hombre intelectual que concentra sus ojos en la literatura de Kant, que moja las galletas de sal dentro de la leche achocolatada y dice "hasta mañana, amor, que feliz estoy de estar aquí contigo".

Espero que vuelva, y esta vez le daré un libro que creo que le servirá, un libro no para la lejana novia, sino para él.

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