Un libro ligero, para antes de dormir.

Existen personajes que entran a la librería porque tienen en su memoria aquellos años de adolescencia donde hojeaban libros antes de dormir. Muy probablemente, amaron la lectura gracias a una linda institutriz que en su región, hablaba de Joyce y de Shakespeare.
(Ahora)Hoy, es un hombre de 30 años, soltero, que no lleva anillo al dedo, que viste un traje de hombre ejecutivo y trabaja en la ciudad, gris y fría mientras desfila por las calles con su corbata color amarillo. Es apuesto y simpático .En su voz se oye un lejano acento de Caribe que lo hace aún más gracioso cuando nombra los libros que ha leído.

Le gusta venir a la librería, porque nunca sabe que leer, y alguien siempre le aconseja algo indicado. Sin duda en su apartamento cercano a su oficina, (de grandes edificios),en un gran edificio ¿ una pantalla plasma cobija su habitación y la ausencia de una amada( lo) hace que en las noches, cansado de la programación de series animadas, hojee un libro de forma pausada ,sin afán.

Me dice que quiere leer algo ligero, algo nocturno, una pequeña novela que no le pese mucho ni en sus manos ni en su cerebro. No busca algo de historia, ni de biografías, tan sólo una novela, que lo lleve a otro lugar, una novela no necesariamente de aquellas que nos hacen soñar, sencillamente una de esas que nos) pone en otro contexto.

Concluye que llevará Amsterdam de Ian McEwan. Convencido, guarda su libro en la bolsa de papel café, y dice un atento gracias. Al irse, me quedo mirando por la puerta, la lluvia a vuelto a sonar y los charcos reflejan las luces de los buses y autos .La gente (que) vuelve a su casa a buscar un poco de refugio. Lamento no haberle dicho que la novela, está bien escrita, a. pesar de lo rídiculo de su final: al fin y al cabo no sería esta la obra que le iría a cambiar su vida..
Además poco importa, muy probablemente el libro, tan sólo le permita soñar con esa lejana Holanda de mis recuerdos, pues de manera turística sólo utiliza el increíble y complicado idioma para dar nombres de calles y lugares. Es un libro sin transcendentalismos, que simplemente lo llevará en la noche a leer un relato de suspenso mejor que cualquier telenovela nacional, donde los diálogos se pueden adivinar, con tan sólo poner mute en el control remoto.

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